He descubierto que muchas veces, una sutil diferencia en nuestra actitud, que por supuesto puede marcar una gran diferencia en nuestro futuro. Puede estribar en algo tan simple como el lenguaje que usamos a diario.
Tanto en la forma en que hablamos con los demás como también en la forma que hablamos con nosotros mismos. Si conscientemente tomamos la decisión de no decir más – “no quiero que…” – y empezar a decir – “sí quiero que…” – logramos lo que yo llamo “FE”. Creer lo mejor, desear lo mejor y enfocarse hacia lo mejor.
Un ejemplo podría ser, si en vez de decir – “¿Qué pasa si no me contestan?” empiezan a decir – “¿Qué pasa si sí me contestan’?”.
En vez de preguntar – “¿Qué pasa si me dicen que no?”, pregunte – “¿Qué pasa si me dicen que sí?”
En vez de – “¿Qué pasa si empiezan y después dejan?”, pregúntese – “¿Qué pasa si empiezan y siguen?”.
O en vez de – “¿Qué pasa si no funciona?”, – “¿Qué pasa si sí funciona?” La lista sigue y sigue.
Descubrí que cuando uno empieza por pensar y decir lo que realmente quiere, tu mente automáticamente se ajusta y te empuja en esa dirección. Muchas veces puede ser así de simple – solamente un pequeño giro en tu vocabulario que ilustre tu filosofía y actitud.
Nuestro lenguaje puede afectar además las conductas y resultados de las personas alrededor nuestro. Un adolescente le dice a su padre: – “Necesito 100$”. Si el padre aprende a contestar: – “Non capisco”. Ese tipo de lenguaje no funciona por aquí. Tenemos bastante dinero, pero esta no es la forma de conseguir 100$. La forma correcta sería: “¿Cómo puedo ganarme 100$?” – ¡Aquí se aprende la magia de las palabras! Dinero hay más que suficiente. Hay dinero suficiente para todos, pero hay que aprender las palabras mágicas que sirven para conseguirlo. De hecho, pueden conseguir cualquier cosa que se propongan si aprenden la filosofía del “¿Cómo puedo ganarme 100$?”
Porque uno no puede ir con la Madre Tierra y exigirle -” ¡Dame una cosecha!”. Usted sabe que la Tierra responde con una sonrisa: – “Miren a este pobre necio, me trae su necesidad en vez de traerme semilla.” Pero si uno le dice a la Tierra:- “Tengo esta semilla; si la planto, ¿trabajarías mientras yo duermo?”, la Tierra contestará: – “¡Claro! Dame la semilla. Ve a dormir y yo trabajaré mientras tu descansas.”
Si usted comprende estos sencillos principios, es muy fácil enseñárselo a un adolescente (o un adulto) con un simple cambio de lenguaje. Por ejemplo, empezar a llamar “cuenta de inversión” a su cuenta de ahorro. ¡Qué cambio sutil, pero poderoso de enfoque! Es muy fácil rodar por la vida años y años sin aprender estas sutilezas. De repente uno se enfrenta a todas las deficiencias y a todos los problemas que surgen por no haber leído el libro, no haber escuchado el audio, no haber asistido al seminario, no estudiar su lenguaje ni desear buscar primero para poder encontrar después.
¡Pero he aquí las buenas nuevas! Usted puede comenzar con el proceso en cualquier momento. Para mí sucedió a los 25 años de edad. A los 25 años estaba quebrado. Seis años más tarde, era millonario. Me preguntan: ¿Qué tipo de revolución interna, qué clase de cambio, qué forma de pensar, qué tipo de magia tiene que ocurrir? ¿Fue un momento especial tuyo?”
Yo les digo: – “No. Cualquier persona puede hacerlo en seis años, de 36 a 42, de 50 a 56. Cualquier período de algunos pocos años que te lleve en una ola intensiva y acelerada de desarrollo personal, de aprendizaje, de aplicación y de desarrollo de disciplinas.” Bueno, tal vez no tome la misma cantidad de tiempo, pero les aseguro que los mismos cambios y las mismas recompensas están disponibles para quienes quieran pagar el precio de los seis ańos. Y encontrará que, ya sea en el aprendizaje del comienzo del proceso, como también para mantener el enfoque, el cambio del lenguaje puede tener un gran impacto en su actitud, en sus acciones y en sus resultados.
Jim Rohn