Se afirma sabiamente que “el sentido común es el menos común de los sentidos”. Y esto se vuelve una verdad inmensa cuando se trata de esos consejos y recetas que se difunden para hacerse millonario. Mucha simpleza y especulación. Excesivo afán de aprovechar la ingenuidad e inocencia de la gente. Hay que estar consciente que existe una industria millonaria detrás de muchas recomendaciones para convertirse en millonario, pero los extremos no dejan de asombrar.
El asunto opera en los límites de lo ético y moral, porque en definitiva juega con expectativas y necesidades de la gente. Alguien dirá que en realidad se manipula la ignorancia de las personas, pero por ello mismo es reprochable.
El deseo de ser “millonario” es casi universal.
Porque seguramente son pocos los que aspiran, de alguna manera, a ser “pobres”. Ser “millonario” no deja de ser un deseo sano, puesto que la riqueza material puede ser fuente importante de recursos para transformar positivamente el mundo. No es la razón única o principal, pero ciertamente es importante. Sin embargo los objetivos que existen para explotar estos deseos deben ser evaluados con precaución.
Obviamente no constituye negocio aconsejar a la gente sobre el trabajo duro, el sacrificio, la inversión y el costo que representa alcanzar fortuna financiera. ¡Eso no vende! Es más sencillo (y rentable), resaltar que los millonarios del mundo madrugan, toman una ducha fría, corren 5 kilómetros y desayunan con frugalidad. Luego, emular estos hábitos ya “coloca a cualquiera en la senda de la riqueza material”.
Sin embargo, lo único que puede esperarse de la aplicación de consejos tan banales es frustración, desencanto, desazón y amargura. Por no mencionar los costos menores de curar un resfrío o estar agotado todo el día.
Posiblemente fue igual siempre, pero es notorio el frenesí de los jóvenes en estas nuevas generaciones por seguir consejos de este tipo y convertirse en millonarios rápido y al menor costo posible. Este afán los une de forma universal. El avance tecnológico, y lo que ofrece un mundo del tamaño de una aldea, parece haber colocado la posibilidad al alcance de la mano. Todo indica que volverse millonario es ahora más sencillo que en cualquier otro momento de la historia.
Y es posible que técnicamente esto sea verdad. Pero los fundamentos para alcanzar el objetivo no han cambiado, ni siquiera un poco. No existe magia ni fórmula secreta que conduzca a la riqueza material, y mucho menos a la riqueza integral, ¡que no es lo mismo! Hacen falta los mismos ingredientes que tuvieron que gestionar los millonarios de todos los tiempos.
Es importante que los jóvenes, ésos que desbordan energía y deseo para construir un destino distinto, tengan claros algunos preceptos que no han cambiado, y nunca lo harán:
1.- No es lo mismo ser rico o ser millonario.-
¡No es lo mismo!
La riqueza es un concepto integral y no tiene nada que ver con la acumulación de millones. Existen personas que se consideran ricos en toda la extensión de la palabra y no podrían clasificarse como millonarios. La riqueza se mide también en otros aspectos: salud, relaciones, amor, fortaleza espiritual, paz mental, etc. El componente “financiero” es parte de la concepción de riqueza integral, pero es algo meramente funcional, y tiene la medida de los objetivos de plenitud que tengan las personas.
Se puede ser rico sin ser millonario, ¡por supuesto! Más allá de esas anotaciones pintorescas de que “el dinero no conduce a la felicidad pero ayuda mucho”, o “se lleva mejor la enfermedad en el mejor hospital de la ciudad que en uno precario”. El dinero juega un papel importante en la lógica integral de la riqueza, pero no la explica ni la justifica.
Cada quién con sus propios objetivos. Pero se tiene que decir por respeto a la verdad, que el deseo de ser rico es mayor al deseo de ser “simplemente” millonario. Ambas cosas no son excluyentes, pero no son del mismo tamaño.
2.- Tener fortuna no es lo mismo que ser rico o millonario.-
Esta es otra confusión que se apodera frecuentemente del análisis.
La “fortuna” está asociada a eso que se llama “suerte”. Un hombre con fortuna podría ser igualmente alguien que sobrevivió a un accidente de auto o ése otro que acumula un par de millones en dinero. Sin embargo el primero realmente es producto de las disposiciones de la providencia y el segundo seguramente tuvo que hacer algo más que tener “buena suerte” para obtener sus bienes.
Si la referencia se hace al tema financiero, en realidad un “hombre con fortuna” es aquel que se encontró casualmente con mucho dinero. Por lo demás, no hay hombre rico o millonario que le deba su estado a la fortuna.
3.- Tener éxito no tiene nada que ver con ser millonario.-
Ambas cosas no están relacionadas de forma directa. ¡En absoluto! Éste es un asunto que el convencionalismo social vende con énfasis. Para la Sociedad esclerótica y simplista, una persona que no haya acumulado dinero, fama o prestigio (preferentemente en relación directa con el dinero), no es un individuo exitoso.
Pero en realidad el éxito es un estado que se mide de acuerdo a los objetivos personalísimos que se hayan alcanzado. Exitoso es igualmente el estudiante que se ha propuesto vencer un examen y lo consigue que el atleta que cruza la meta en el tiempo que deseaba. Y ambos pueden carecer de suficiente dinero, no se diga de algunos millones. Ahora bien, ¿qué es “suficiente dinero” en términos del éxito? ¡Nada! No son aspectos que puedan relacionarse. De la misma forma que ninguna conexión existe entre la calidad de una silla y el vino que se degusta sentado en ella.
Si la medida de éxito de alguien es acumular dinero, se entenderá su relación con los resultados que obtenga, pero esto como algo relacional, nunca como precepto.
Debe entenderse que lo opuesto al éxito es el fracaso. Y en tanto se viva con ése criterio de que el éxito está vinculado a la riqueza material, existirá un mundo lleno de “fracasados”, especialmente en la dimensión psicológica, que es el punto más vulnerable de la gente joven. El “no tengo, luego no soy”, es pesada ancla para arrastrar en la vida. Y es causa de mayor pesar cuando responde a una premisa falsa.
4.- La riqueza integral y cualquier otro tipo de riqueza no es un objetivo, es un resultado.-
Toda persona es libre de plantearse el objetivo de “ser rico o millonario”, pero de ésa forma no logrará mucho y se frustrará. Bien lo dijo John D. Rockefeller, el millonario más grande de la historia moderna: “Si el único objetivo que tienes en la vida es volverte rico, NUNCA lo alcanzarás”.
La riqueza, bien sea expresada en millones de dinero o en sus genuinos fundamentos, es producto de lo que se hace, no es lo que se hace. No existe el oficio de “millonario” o de “hombre rico”. Estos son estados que se alcanzan como efecto de hacer “algo”, y de hacerlo con calidad y constancia.
Pecan de ingenuidad los jóvenes suponiendo que la propia fortuna es un objetivo, puesto que de esa forma nunca llegará. Son las ideas, el trabajo, la inteligencia, la actitud apropiada y los valores humanos quienes construyen la riqueza. Y vale la pena referirse, aunque sea tangencialmente, a éste tema de los valores humanos, porque bien puede volverse alguien millonario haciendo lo indebido. Pero eso poco pagará, más temprano que tarde. En la vida funciona con la rigurosidad de una ley física la lógica de la “siembra y la cosecha”, y a todos queda reservado recibir lo que han dado y pagar lo que han cobrado.
¿Y dónde queda la ducha fría en la madrugada?
Quien sabe si Rockefeller o el sultán de Brunei tomaban una ducha fría de madrugada, o si lo hacen Jeff Bezzos o Warren Buffett. Pero seguramente éste y otros buenos hábitos no explican su riqueza.
Para medir la utilidad de muchos “consejos” que la millonaria industria de fabricación de millonarios efectúa, se debe estar forzosamente haciendo ruta. Es decir transitando el duro y complejo camino que conduce a los objetivos personales. Esto es igual que medir la utilidad de esos relojes de pulsera que compran las personas a las que les gusta correr todos los días. Para ellos tienen ventajas los artilugios, porque les sirven en algo que ya están haciendo: correr. Pero para aquel que está lejos de ése ejercicio poco le significa, y por lo tanto no saldrá ningún corredor exitoso por solo comprar el reloj.
¿Quiere ser millonario? Pues bien, esto es fabuloso. ¡Benditos sean los millonarios! Un mundo repleto de ellos es una visión promisoria. Nada tiene de reprochable la premisa, en tanto emerja de “buena semilla”. Nadie aspira a ser pobre y nada bueno tiene la pobreza.
Pero si quiere alcanzar sinceramente ése estado, entienda que hay que hacer primero la ruta. Debe jugar el partido, igual que un equipo de fútbol que solo al final de los 90 minutos puede decir si ganó o perdió el partido. ¡No hay atajos! Las cosas se demuestran en cancha, nada se regala en la mesa.
No hay recetas para ser finalmente millonario. Pero si existe un ingrediente indispensable en ésa pócima, ése es el TRABAJO, mucho trabajo. Sudor y lágrimas. Estas últimas quizás reflejen mejor toda la historia, porque igualmente se llora de dolor y de felicidad.
DATOS DEL AUTOR.-
Carlos Eduardo Nava Condarco, natural de Bolivia, reside en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, es Administrador de Empresas y Empresario. Actualmente se desempeña como Gerente de su Empresa, Consultor de Estrategia de Negocios y Desarrollo Personal, escritor y Coach de Emprendedores.
Autor del libro: “Emprender es una forma de Vida. Desarrollo de la Conciencia Emprendedora”
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