Algunas veces sabemos que algo no va bien, o al menos no tan bien como quisiéramos, pero seguimos sin hacer nada al respecto… ¿Te ha pasado?
Seguro que sí. Todos alguna vez nos hemos sentido así, pero estas situaciones no te beneficia en nada. Incluso, es probable que a menudo te preguntes: “¿Por qué si sé que tengo que cambiar, no hago nada?” (y ya no entramos en el tema de las quejas constantes). Y lo malo es que ese tipo de reflexiones solo consiguen que te sientas peor todavía.
Aunque lo más útil en estos casos no es preguntarse “¿Por qué?”, sino “¿Cómo lo puedo hacer?”, sí es cierto que a veces conocer el porqué puede abrirte los ojos y hacer que cambie tu actitud.
Normalmente, la razón más frecuente es algún tipo de miedo, ya sabes: a los cambios, al fracaso, a no estar a la altura, etc. Pero hay otra razón que no se suele tener en cuenta y también es importante…
Nada más y nada menos que tu orgullo, la necesidad de tener la razón.
Eso es lo que hace que no quieras dar tu brazo a torcer. Y más si alguien te lo dice, y más si ese alguien no es alguien que tu consideres que tiene que saber más que tu. Un ejemplo lo vi en el caso de Laura Roeder, que con 23 años era millonaria y experta en redes sociales y a muchas personas mayores no les entraba en la cabeza que alguien tan joven pudiera enseñarles a ellos, por no hablar de pagarle por eso; y ya no pagarle, sino que tan joven hubiera llegado más lejos que ellos.
Si de verdad quieres ponerte en marcha y cambiar las cosas es importante tener una actitud abierta y estar dispuesta a aprender de personas que están donde tu quieres estar, que han conseguido lo que tu quieres. Esto parece obvio pero aquí es donde entra el orgullo de:
- Con lo joven que es me va a decir a mi qué hacer.
- Para ella funcionará, pero yo soy diferente (esa obsesión con que somos diferentes a todo el mundo y, aunque en muchas cosas sí, en muchas otras no. He hablado con muchas personas que piensan que algo les pasa solo a ellas hasta que les digo que no, que les ha pasado a casi todas mis clientas y a mi misma y se quedan sorprendidas. La verdad es que en muchos casos, una solución sí puede ser válida para muchas personas, aunque tengas que ajustarla un poco).
- Es que en mi país es distinto.
- Un largo etc.
Hay mil excusas que hacen que te niegues a hacer cosas que le darían la vuelta a tu situación y una de ellas es ese orgullo de “no puede ser que esta/este que es más joven, guapa, fea, de España, de Mongolia, con hijos, sin hijos, me diga a mi lo que funciona”. ¿Te suena esa actitud?
Si a eso le sumas todos los miedos e inseguridades, lo único que vas a conseguir es seguir como estás (y mientras, por cierto, esa persona que “no está a tu altura” sigue avanzando).
Lo que no puede ser es que sepas que vas por mal camino y sigas igual. Como dice Suzanne Evans en su libro “The way you do anything is the way you do everything”: Si fueras conduciendo y en un momento te dieras cuenta de que te has equivocado y vas en sentido contrario, ¿Verdad que darías la vuelta inmediatamente? ¿Qué sentido tendría seguir en dirección contraria sabiendo que no vas bien? Sería ridículo hacerlo solo porque quieres seguir teniendo la razón, ¿No?
Pues lo mismo pasa con tu negocio, profesión o cualquier situación personal. No tiene sentido seguir en la dirección equivocada solo porque te empeñas en tener razón.
¿La solución? Me apunto a la que da Suzanne Evans en su libro: el método Band-Aid (tirita en inglés). Ya lo conoces, cuando te pones una tirita la puedes quitar poco a poco para que no te haga daño (o dejar que se caiga sola incluso) o puedes optar por dar un tirón rápido, más doloroso sí, pero acabas antes.
Y es que cambiar es doloroso, siempre te afecta de alguna manera, eso hay que tenerlo claro. Pero más claro tienes que tener el querer hacer algo cuando las cosas no son como quieres.
En resumen, ¿por qué sigues como estás? Por miedo o por orgullo. Solución: estar dispuesta a cambiar de dirección cuando te equivocas y usar el método tirita, cuanto antes mejor, aunque duela más será más rápido.
¿Qué opinas?