Pasamos los seres humanos el corto tiempo de vida persiguiendo objetivos, siempre en la procura de alcanzarles; siendo este constante movimiento el que nos mantiene activos, radiantes, llenos de vigor; y el tamaño del objetivo el que nos motiva, estimula, invita a realizar ese movimiento. Pero en ocasiones nos frustra el que todos nuestros intentos resulten vanos y la perseverancia nos comience a tener un sabor ya agrio como todo lo que hastía; producto –la mayoría de las veces- de que no utilizamos la “astucia”, para traer el objetivo hacia nosotros en lugar de pasar la vida persiguiéndolo.
Utilizo entonces a manera de metáfora el ejemplo del Coyote y el Correcaminos, por considerarlo idóneo y muy conocido; debido a que a muchos nos sucede así: Creemos basta para alcanzar cualquier objetivo con perseverar y utilizar estratagemas creativas, y dejamos de ver las formas realmente efectivas de lograrlo.
Hasta ahora el lector puede no estar muy convencido de lo que pretendo esbozar por lo que haré un énfasis en el término astucia, mencionado en el primer párrafo, diciendo que se trata de atraer esas metas hacia nuestro terreno, o utilizar sencillamente aquello en lo que somos muy fuertes para conseguirlo. El error del coyote fue el hacer siempre lo mismo, aunque esto se tratase de cambiar la trampa, la fórmula era la misma; además de que improvisaba demasiado y siempre estaba utilizando máquinas y tácticas cuya manera de emplear ignoraba.
En ese orden de ideas, la exhortación señor lector es a no hacer siempre lo mismo, a no correr detrás de las cosas cuando estas se mueven por si mismas, cuando estas piensan. Aguarde, tráigalas al terreno en que usted juega de local y está seguro, porque lo conoce como la palma de su mano; la probabilidad de error será entonces menor. Y aunque, de seguro para muchos, esto no pueda servir dentro de lo que es el escenario empresarial, usted agudo y discerniente amigo, en mis palabras hallará utilidad, se lo aseguro.