Por Mariano Wechsler, Director Académico de Digital House y cofundador de DigBang
Aunque para muchos es una actividad sumamente compleja, programar significa simplemente darle instrucciones a una computadora sobre cómo proceder; qué hacer frente a determinadas condiciones; qué mensajes emitir y cuántas veces -o hasta cuando- queremos que haga una operación. Para poder hacerlo, la industria del software evolucionó desde lenguajes rudimentarios y vinculados a la propia electrónica de la computadora hasta convertirse en lenguajes muy cercanos a los idiomas con los que nos comunicamos entre personas. Esta transformación permitió ampliar muchísimo la cantidad de gente que pudo acercarse a este oficio.
Si nos pensamos cuánto tiempo perdíamos hace unos años en ir al banco a pagar cuentas mensuales; cuánto tiempo y dinero nos llevaba poder mantener una conversación con una persona que se encontraba en otra ciudad o país; cuánto tardábamos en encontrar información sobre cualquier tema; o cómo se llevaba a delante la gestión de una empresa, es fácil percibir que estos adelantos nos simplificaron la vida y hasta nos permiten hoy hacer cosas inimaginables hasta hace solo unos años. En todos los casos, está por detrás el trabajo de los programadores: personas que le dieron esas instrucciones a las computadoras.
En este sentido, lo cierto es que hay pocas profesiones en las que se pueda crear tanto valor con el solo uso de nuestras cabezas. De hecho, no se me ocurre que exista otra actividad que tenga tiene el potencial para crear productos o servicios capaces de tener un impacto y ser utilizados por millones de personas sin consumir más que un poco de electricidad y nuestras neuronas.
Esta actividad tiene más ventajas, por ejemplo, las alternativas laborales que ofrece. De hecho, se puede trabajar en relación de dependencia o ser desempeñarse de forma independiente. Pero el horizonte es más amplio puesto que es posible ser emprendedor e incluso crear una empresa que a su vez emplee a miles de personas. En el mundo casos de programadores que, con sus desarrollos, lograron marcar hitos históricos. Algunos nombres son Mark Zuckerberg, uno de los fundadores de Facebook; Dennis Ritchie, creador del lenguaje de programación C, base para la creación software de sistemas y otras aplicaciones; y Steve Jobs, cofundador de Apple. A nivel local también hay casos muy interesantes, como las plataformas MercadoLibre.com y Bumeran.com fundadas por programadores. En ambos caso, se trata de emprendimientos que comenzaron siendo muy pequeños y que lograron posicionarse como líderes en Latinoamérica.
El camino de la programación y el emprendedorismo no se recorre sin esfuerzo. Lleva tiempo y requiere de mucha voluntad, pero el resultado tiene un valor incalculable de libertad, de potencial y de creación de valor.