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Rete a sus empleados

Charles Schwab (primer presidente de la recién formada “United States Steel Company”, la fábrica de acero más grande de su época), tenía un capataz de altos hornos cuyo personal no producía su cuota de trabajo.

-¿Cómo es –preguntó Schwab- que un hombre de su capacidad no consigue que esta planta rinda lo que debe?

-No sé -respondió el hombre-. He pedido a los obreros que trabajen más; les he dado el ejemplo; los he regañado; los he amenazado con el despido. Pero nada se consigue. No producen, y nada más.

Estaba cayendo el día, poco antes de que entrara a trabajar el turno de la noche.

Déme un trozo de tiza –dijo Schwab. Y luego, volviéndose a un obrero cercano-: ¿Cuántas veces descargó el horno el turno de hoy? Sin decir palabra, Schwab trazó un gran número seis en el piso y se alejó.

Cuando entró el turno de la noche, los obreros vieron el seis y preguntaron qué significaba aquello.

-Hoy estuvo el jefe -fue la respuesta- y después de preguntarnos cuántas veces descargamos el horno, escribió en el piso ese seis, el número que le dijimos.

A la mañana siguiente volvió Schwab al taller. El turno de la noche había borrado el seis y escrito un siete.

Cuando los obreros diurnos fueron a trabajar, vieron esa cifra. ¿De modo que los de la noche creían ser mejores, eh? Bien: ya les iban a enseñar a trabajar. Se pusieron a la tarea con entusiasmo y cuando se marcharon aquella noche dejaron en el piso un enorme número diez.

Poco a poco, este taller, que se había quedado atrás en producción, rendía más que cualquier otro de la fábrica. ¿Cuál es el principio?

Dejemos que Charles Schwab nos lo diga. «La forma de conseguir que se hagan las cosas –dice Schwab- es estimular la competencia. No hablo del estímulo sórdido, monetario, sino del deseo de superarse.»

¡El deseo de superarse! ¡El desafío! Un medio infalible de apelar a los hombres de carácter.

Frederic Herzberg, uno de los grandes pensadores del comportamiento humano, estuvo de acuerdo en este punto. Estudió en profundidad la actitud ante el trabajo de miles de personas, desde obreros de fábricas hasta importantes ejecutivos. Y descubrió que el factor más motivador, la faceta del trabajo que resultaba más estimulante, era… ¿Cuál creen ustedes? ¿El dinero? ¿Las buenas condiciones de trabajo? ¿Los beneficios adicionales? No, nada de eso.

El principal factor motivador de la gente era el “trabajo mismo”. Si el trabajo era excitante e interesante, el obrero lo enfrentaba con gusto, y ésa era toda la motivación que necesitaba para hacerlo bien.

Aunque muchas personas no lo crean o no lo hayan reflexionado, todos …  ¡escúchelo bien! …. ¡TODOS! … nos vemos a nosotros mismos como personas batalladoras, trabajadoras, aguerridas y triunfadoras. Nos observamos como los héroes de nuestra propia historia, como verdaderos guerreros en la vida. Solo que han existido demasiadas situaciones y demasiadas personas que nos han hecho creer lo contrario, que no han alimentado nuestros sueños más profundos.  También nosotros hemos sido culpables al botar la toalla en medio de la pelea.

Pero en el momento en el que una persona sea invitada a un reto, a una oportunidad, al juego mismo de la superación, no habrá persona que no haga caso a ese llamado.

Eso es lo que encanta a toda persona que triunfa: el juego. La oportunidad de expresarse. La oportunidad de demostrar lo que vale, de destacarse, de ganar. Esto es lo que da atracción a las carreras pedestres. El deseo de sobresalir. El deseo de sentirse importante.

Esta es una técnica de motivación demasiada importante para dejarla de lado.

«Todos los hombres tienen temores, pero los valientes los olvidan y van adelante, a veces hasta la muerte, pero siempre hasta la victoria.»

Ese era el lema de la Guardia Real en la antigua Grecia. Qué mayor desafío puede ofrecerse que la oportunidad de superar estos temores.

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