Todo comienzo es pequeño. Un árbol por grande y frondoso que sea, primero fue una semilla. Un hombre comienza siendo un minúsculo embrión; nace, crece, construye una familia; la familia crece y puede llegar a ser un pueblo, una nación, una generación. Así los comienzos sean pequeños, los estados postreros pueden llegar a ser muy grandes.
Los grandes negocios, empresas, emporios económicos, han comenzado en una taller, una aula de clase, un garaje o en cafetería. Pero van creciendo y avanzado. Como aquella metáfora de la semilla de mostaza, que crece y llega a ser un gran árbol entre los árboles.
Lo importante es entender, que todo proceso de emprendimiento está en continuo crecimiento y mejoramiento, la clave está en no parar ni detener el proceso. En algunos casos, por razones estratégicas, se puede desacelerar un poco, pero no detener ni dar marcha atrás. El proceso avanza en la ruta hacia el progreso, y en este camino no hay posibilidad de retorno.
En un principio, las cosas no serán las ideales, pero no podemos esperar que éstas se den o se presenten, para solo entonces empezar. Una caminata de mil kilómetros comienza con un primer paso; esto demanda del emprendedor visión, fe, tenacidad y constancia. Hay un texto de la Biblia, que resulta inspirador en este proceso: “forjad espadas de vuestros azadones; lanzas de vuestras hoces. Diga el débil: Fuerte soy.”
Muchas personas no son conscientes de la riqueza humana que poseen; se lamentan por aquellas cosas que no tiene, pero ignoran que son inmensamente ricos. Al revisar la historia, los procesos los han generado unos pocos; un hombre, una mujer, una pareja, una pequeña familia; un pequeño grupo de líderes, que se resistieron a su situación presente, y quisieron darle un cambio a su vida; y al intentarlo, no solo lo lograron, sino que trascendieron a su generación, y dejaron un legado para futuras generaciones.
Cuando no era más que uno solo, un emprendedor visionario, no se resiste a su llamado, a su misión existencia; y toma la firme decisión de responder a ese sentido de vida; hay un sueño que construir y para una visión es necesario un visionario; que sabe las cosas no se le darán de la noche a la mañana, pero que con esfuerzo, tesón y constancia irá labrando su futuro.
La mayoría de las personas admiran a los emprendedores por sus logros, y muchos quisieran emular su ejemplo; pero pocos se atreverían a pagar el inmenso precio del comienzo de un proceso, cargado de sufrimiento y sacrificio. Pero ellos creyeron, que esa tenue luz del amanecer, era solamente el preludio de un soleado día de retos, desafíos y realizaciones.
Algunas personas cuentan con los canales para que fluya todo un caudal de creatividad, emprendimiento y talento personal; pero resulta que los canales están obstruidos, por eso la fuerza creativa y emprendedora no fluye ni se manifiesta. Hay experiencias pasadas que han dejado algún tipo de bloqueo en la persona y esto impide que avance en el proceso. En estos casos, es necesario que la persona reciba terapia, para que libere su personalidad y tenga una plena expresión de su potencialidad.
Toda persona debe revisar cómo están sus canales, a través de los cuales da y recibe el fluir de la vida. Algunos canales que son determinantes para él éxito de la gestión emprendedora son:
- La armonía personal. Una persona que no goza de equilibrio en sus dimensiones básicas, va a ocasionar un conflicto interno que repercutirá en su desempeño y logros. Una persona debe estar en paz consigo misma y con los demás. Lograr la armonía de su ser en sus dimensiones o esferas básicas, su aspecto físico, sicosocial y espiritual.
- Las relaciones familiares e interpersonales. Si una persona tiene conflicto con sus padres, con sus hijos, con su cónyuge, con otros parientes, esto cierra el canal de la armonía familiar. Las relaciones es el segundo canal que debe revisarse, para que no se bloque el fluir de la vida. Una persona que tiene conflictos con otros, principalmente con aquellos en los cuales está relacionado su emprendimiento, está generando obstáculos que van entorpecer que el proceso avance.
- Las competencias para la vida y el trabajo. Los seres humanos somos semejantes a las águilas, fuimos diseñados para elevarnos a las más altas cumbres de la prosperidad; para eso contamos con maravillosas alas que nos permiten volar y muy alto. Estas alas son nuestras habilidades, dones y talentos. Infortunadamente, muchas personas ni siquiera han descubierto el enorme potencial que reside en su interior, o lo subestiman.
- Las debilidades. ¿quién nos las tiene? El secreto está en aprender a contrarrestar las debilidades con las fortalezas; y esforzarnos en esas áreas que llamaremos de mejoramiento. Las debilidades nos llevan a reconocer que no somos y no podemos ser autosuficientes, sino que debemos aprovechar las capacidades de otros, mediante un trabajo en equipo. De igual manera, pone al servicio de otros, nuestras capacidades. De esa manera, las fortalezas de unos, están al servicio de otros, compensando sus debilidades.
- Las oportunidades. La vida nos ofrece generosamente puertas que se nos abren todos los días, y nos conducen por el camino que nos lleva al progreso. La pregunta es, ¿estamos buscando estas oportunidades? Dicen que la suerte es el feliz encuentro de la oportunidad con la preparación. Un emprendedor, ve oportunidades donde otros ven dificultades. ¿Qué ocasiona que una persona pierda la fe? ¿Qué ya no vea oportunidades sino solo dificultades? Su canal se ha cerrado, y al cerrarse, se cierra la puerta de la oportunidad. Lo importante es hacer el correctivo histórico.
En aquel precepto que leíamos, “forjad espadas de sus azadones; y lanzas de sus hoces.” Nos da a entender que debemos convertir debilidades en fortalezas; que debemos optimizar los recursos con los cuales contamos. Muchos subestiman lo que tienen, porque admiran o prefieren lo de otros. Pero esos son sus recursos propios; y para progresar en la vida, deben aprender a apreciarlos y aprovecharlos. Cada uno tiene lo suyo, lo importante es saberlo usar.
Hay personas que tienen las semillas, pero no siembran. Cuentan con las herramientas pero no las usan. Hay una regla de oro de la fe proactiva, “al que pide, se le dará; el que busca, hallará; y al que llama, se le abrirá.” El asunto es, no quedarse quieto, sino ponerse en movimiento. La cosecha es el fruto del trabajo.
Lo más interesante, es lo que dice: “Forjar espadas de los azadones, y lanzas de las hoces. Y esto describe de manera metafórica el quehacer de un emprendedor, que se ha visto en la necesidad de trabajar con sus manos; de explotar al máximo sus capacidades; que ha tomado la decisión de apreciar sus recursos y no menospreciarlos.
Muchos se lamentan porque no tienen dinero, y reclaman que si tuvieran dinero, podrían hacer sus sueños una realidad; sin embargo una un recurso que es mucho más valioso que el dinero, además que es inagotable, la recursividad. Una persona sabia, creativa, imaginativa tiene mayores posibilidades en la vida.
“Si tuviera una espada… pero con este azadón no hago nada”; “Con una lanza en mis manos haría maravillas, pero, ¿Qué puedo hacer con esta insignificante hoz?” Y allí esta´ el secreto. Convertir lo insignificante en significativo, útil e importante. El secreto está en aprovechar los recursos. De suspirar y añorar no se consigue nada.
Algunos dicen, “con la espada de Bolívar, libertaria naciones”, “con la espada de David, vencería gigantes”; y tampoco es así. Porque bien sabemos que hay personas que cuentan con los recursos, y de sobra, y no los usan. Y algo más lamentable, como no los usan, tampoco son diestros en ellos. El secreto está en ser diligentes y recursivos. Hay personas que son muy buenas para generar ideas, pero no concretan ninguna.
“Y diga el débil: Fuerte soy.” El más grande daño emocional que puede hacerse una persona, es auto descalificarse. Hacer afirmaciones negativas de sí misma. Una persona que se menosprecia así misma ocasiona que otros hagan lo mismo. Una persona con una pobre visión de sí misma, difícilmente saldrá adelante con sus emprendimientos.
Cada vez que una persona se decide a creer en sí misma, permite que se despierte ese gigante que yace dormido en su interior. El caso de Moisés no deja de sorprender; no solo está sumido en su temor; sino que padecía una discapacidad real, tartamudeaba. ¿Acaso fue esa una limitante para llegar a ser el libertador de una nación y el legislador por excelencia?
Mientras una persona siga reparando en sus limitaciones, vivirá limitado. La única discapacidad verdadera es la mental. Cuántos le adjudican su poca valía personal a un lunar que tienen en su rostro; al color de su piel, a su estatura, a su voz chillona; al lugar donde nació. Nada de eso, es una determinante de fracaso. A menos que la persona decida que así sea.
Diga el débil: Fuerte soy. Las declaraciones de fe personal y autoconfianza son determinantes para que una persona logre el éxito esperado. En este nivel, la fe en Dios y el nutrirse con sus promesas resultan fundamentales, para llevar a la persona a crecer como ser humano y alcanzar la estatura y talla de un emprendedor capaz de asumir elevados desafíos. Aunque el comienzo sea pequeño, el postrer estado será grande.
Nosotros hemos abrazado una hermosa promesa, “el pequeño vendrá a ser mil; y el menor un pueblo fuerte.” Y estamos seguros, que con la bendición de Dios, esto será cumplido a su tiempo, y será pronto. No podemos perder la fe; más si tenemos la oportunidad de subirnos en los hombros de un gigante.