Todos hemos sentido alguna vez que el tiempo que le dedicamos a cierto tipo de tareas no nos cunde todo lo que nos gustaría, ¿No es cierto? Esta sensación terriblemente frustrante se hace visible especialmente en dos ámbitos: el académico y el laboral.
Si estás estudiando puede que te esté pasando (y si ya has terminado tus estudios, puede que sepas de qué estoy hablando). A veces leemos y no terminamos de comprender lo leído a pesar de releerlo una y otra vez, lo cual hace que el proceso de aprendizaje sea tedioso y poco motivador.
Si estás trabajando, puede que te sientas o hayas sentido desbordado en más de una ocasión. Quizás te hayas tenido que enfrentar a un informe que no has sido capaz de asimilar, o puede que simplemente te ahogues en un mar de papeles y documentos cuando se supone, por tus conocimientos y experiencia, que tendrías que ser capaz de obtener información clara y concisa en menos de lo que canta un gallo.
Puede que lo que vaya a decir a continuación parezca extremadamente simplificador, pero no por ello deja de ser cierto. En el mundo hay dos tipos de personas y, por lo tanto, hay dos posibles respuestas ante esta poco prometedora situación. Tú puedes:
- No hacer nada.
- Buscar una solución.
Si eres una persona de las del segundo grupo (¡que espero que así sea!), te invito a que continúes leyendo. Y si eres una persona de las del primer grupo, te invito a que reflexiones sobre un conformismo que probablemente estará haciendo que te estanques laboral e intelectualmente.
Porque este problema tiene solución y empieza por descubrir los principios de la Lectura Ágil.
¡Vayamos paso a paso!
¿De dónde salió todo esto de la Lectura Ágil?
Pongámonos en situación: año 1915. Somos pilotos en la Primera Guerra Mundial. Estamos sobrevolando un campo de batalla y, a lo lejos, vemos como un avión se aproxima. ¿Es de los nuestros? ¿Es un avión enemigo? Una décima de segundo más o menos a la hora de detectar si ese avión es o no de los nuestros puede suponer la diferencia entre poder contárselo a nuestros nietos o no.
Para entrenar esa capacidad visual tan determinante en tiempos de guerra, se creó un aparato llamado taquistoscopio con el que se proyectaban imágenes de aviones durante un tiempo cada vez más corto. Los pilotos eran entrenados para detectar de qué modelo de avión se trataba, y pronto consiguieron hacerlo con sólo ver las imágenes durante 5 centésimas de segundo.
Cuando hablamos de lectura rápida, es casi imposible no mencionar a John Fitzgerald Kennedy, presidente de los Estados Unidos desde el año 1960 hasta su asesinato en invierno de 1963. Kennedy era un lector ávido y apasionado: devoraba todo lo que caía en sus manos en un tiempo récord. La lectura, sin embargo, no era para él una simple afición, sino que era una cualidad que le hacía destacar por encima de sus oponentes, dándole una gran ventaja en lo que a estrategia política y locuacidad se refiere.
¿Dónde aprendió Kennedy a leer de esta forma? Kennedy aprendió a leer así asistiendo a unos seminarios organizados por la Universidad Johns Hopkins de Baltimore (Maryland) acompañado por su hermano Bobby en la primavera del 54. El tema de estos seminarios era la lectura rápida. Las técnicas de lectura se popularizaron a partir de los años 60 y hoy se enseñan en las mejores universidades del mundo.
Puntualizaré un poco más, ¿Qué es la lectura rápida?
La lectura rápida es, en pocas palabras, la capacidad de leer y asimilar una cantidad de información alta en un periodo corto de tiempo.
Nosotros creemos que el concepto de lectura rápida o lectura veloz, términos utilizados de forma bastante común, se queda corto. Lo que buscamos (y conseguimos) con las técnicas de Lectura Ágil es algo más que leer a toda velocidad y de forma atropellada. Un lector que haya aplicado las técnicas correctas podrá, además, comprender perfectamente lo que ha leído y recordarlo con posterioridad, ya que habrá analizado y sintetizado la información relevante del texto y la habrá almacenado de tal forma que esta sea fácilmente accesible.
Las técnicas de Lectura Ágil se centran, básicamente, en alcanzar dos objetivos:
1) Conseguir que el número de fijaciones sea lo más bajo posible.
Y, ¿Qué son las fijaciones?
La fijación es a la vista lo que el enfoque a una cámara fotográfica. En otras palabras: Se realiza una fijación cada vez que enfocamos nuestra vista en un punto concreto del texto. Cuanto más amplio sea nuestro campo visual, menos fijaciones tendremos que realizar para leer un texto, porque abarcaremos un mayor número de palabras con cada fijación. Si conseguimos ampliar este campo visual y limitar el número de fijaciones, leeremos más rápido. Nuestra vista estará menos cansada y estaremos, por lo tanto, más concentrados.
Nuestro cerebro necesita un input constante de estímulos y de actividad. Una calma excesiva a la hora de hacer determinadas tareas provoca que nos sintamos cansados, que bajemos la guardia y que no consigamos reunir las energías suficientes para actuar de forma eficaz. Cargando nuestro cerebro de tareas, estimulándolo y trabajando con un nivel de estrés moderado, conseguiremos aprovechar mejor el tiempo empleado, ya que nuestro cerebro estará alerta y rendirá con su máximo potencial.
2) Controlar nuestra voz interior.
¿Qué es la voz interior?
Los lectores tradicionales recitan lo que leen en su cabeza. A este fenómeno se le llama subvocalización o voz interior, lo que significa que nuestra velocidad lectora se limita a la velocidad del habla.
El problema es que el número de palabras que somos capaces de pronunciar se limita, más o menos, a 250 por minuto. Esta limitación fisiológica no tendría que darse cuando leemos en voz baja, ya que nuestra boca y nuestras cuerdas vocales no están en funcionamiento. Aún así, este fenómeno sigue existiendo para mucha gente.
¿Por qué sucede esto?
Muy vago, hay que profundizar más y el por qué sucede esto del objetivo.
La subvocalización es un vicio que adquirimos por la forma en la que aprendemos a leer cuando somos niños: primero vemos la palabra con nuestros ojos, a continuación, las pronunciamos con nuestras cuerdas vocales, y sólo entonces formamos una imagen mental de lo leído. Eliminando el paso intermedio de pronunciar en silencio y escuchar esa palabra, estaremos eliminando uno de nuestros principales obstáculos para alcanzar una mayor velocidad de lectura.
Eliminar este hábito es difícil, pero no imposible. Si quieres leer un poco más sobre el tema, puedes visitar el artículo: 5 maneras de minimizar tu voz interior.
Acerca del Autor: Este articulo fue escrito por Carlos del Castillo.