La mayoría de los dolores de cabeza que nos dan nuestras empresas o negocios, son consustanciales a que ineludiblemente están presentes y forman parte del presente entorno económico, muy incierto y vulnerable, en una coyuntura confusa e insegura. Hoy la pregunta clave es ¿de qué manera debo apostar en la empresa? o ¿cómo hacer que la empresa responda actualmente y en el futuro a todas sus funciones y partes involucradas?
Con la empresa no sólo están comprometidos sus dirigentes y trabajadores, en ella se encuentran implicados otras muchas empresas o profesionales externos, bien sean proveedores o clientes, asesores, consultores, entidades financieras, administraciones y los inversores. La empresa está cada vez más presionada por situaciones críticas, a abrirse un camino de certidumbre y prosperidad. Por y para ello, el pensamiento estratégico ha de ser lo que ilumine sus líneas de acción o planes operativos.
Hoy no bastan las ideas de negocio, que son precisas al principio y durante toda la vida de la empresa. Ellas deben mantener encendida nuestra fe y confianza en conseguir metas y objetivos. Pero ellas por si mismas no son capaces de dar soluciones. Y no existen fórmulas mágicas, las únicas propuestas válidas, que funcionan en la práctica diaria, se sustentan en el trabajo organizado y orientado con absoluto rigor para y por el éxito. Trabajar y contribuir a desarrollar el negocio.
¿Contamos con un equipo de profesionales? ¿Conocen el negocio y desempeñan sus funciones de manera alineada a lo que la empresa es y pretende? ¿Su misión se está desarrollando de manera competente y eficiente? ¿Las actividades del equipo y de cada uno de sus miembros se encuentran definidas y responden a un plan de negocio? ¿Los ingresos en nuestra empresa se generan y estudian en relación a los costos que sostenemos? ¿Estamos buscando nuevas fórmulas para aumentar los ingresos? ¿Es acertado plantearnos reducir los costos principales con objeto de equilibrar las cuentas? ¿Debemos someternos al criterio de gastar sólo y función de lo que se ingresa?
Aparentemente, puede resultar fácil contestar/se a estas preguntas. La cuestión es saber criticar y evaluar sus respuestas y poder las articular en forma de plan. Evaluar las ideas y propuestas, dejándonos guiar por el sentido común, por criterios de rentabilidad y de factibilidad tecnológica, de forma que cuando se trabaje con las respuestas y las propias preguntas, se permita y promueva a pensar diferente e innovadoramente. Poder asumir y tomar decisiones con él. Sin estos planes de negocios no podemos confiar en que las empresas prosperen y tengan futuro.