Por Juan Carela:
La sala de conciertos estaba completa; es más, se observaban en la parte de atrás algunos asistentes de pie, aguardando la presencia del artista. Los boletos se habían agotado un mes antes de su presentación; uno de los mejores pianistas del mundo era el protagonista de tan grande expectativa.
Cuando apareció en el escenario fue recibido con una estruendosa ovación, luego se hizo un profundo silencio, y sin más se escucharon las primeras notas de la Polonesa de Chopin. Conforme iba avanzando en su magistral ejecución vimos la transformación del artista; la pasión iba creciendo, su rostro manifestaba una profunda concentración que se reflejaba en cada nota con una emoción tal, que nos hacía pensar que tocaba el piano mas con el corazón que con las manos. El sudor cubrió su frente, su cabellera se fundía con el ritmo de su música. El éxtasis en la parte alta de su concierto no era exclusividad del artista, los asistentes estaban paralizados y en sus rostros se reflejaban las pasiones que el músico les transmitía. Con el violento movimiento final se cerró la magistral ejecución. Los aplausos fueron desbordantes, el público de pie lanzaba gritos de júbilo y de felicitación. El artista tuvo que volver al escenario en cinco ocasiones más para recibir el tributo de sus admiradores.
Ya una vez en su camerino, los más importantes personajes de la ciudad tuvieron el privilegio de saludarlo personalmente, y entre ellos, se encontraba una distinguida dama que hizo el siguiente comentario:
– Maestro, ha tocado en forma por demás magistral, yo daría la mitad de mi vida por ejecutar un concierto como usted lo ha hecho hoy.
El artista humildemente le contestó:
– Yo, ya lo he hecho señora.
La admiradora agregó:
– Sé que se ha preparado durante muchos años, pero explíqueme, ¿de dónde le sale toda la fuerza que usted transmite?
– De la pasión que siento por lo que hago. Ella es la que me impulsa, la que me hace lograr todo en plenitud. Nunca he podido ejecutar una pieza si primero no la siento y cuando logro despertar esa musa mágica dentro de mí que es la pasión, sé que toco, porque la siento en el alma. De hecho, no creo que nada grande se pueda lograr sin ella; es la fuerza que nos ha permitido tener magistrales obras de arte, iniciar grandes proyectos, es la impulsora de la creatividad, es la fuente de energía más poderosa que radica en el corazón de todos los seres humanos.
Al igual que el pianista, en nuestras vidas sucede lo mismo, tenemos que sentir pasión por lo que hacemos. Cuando amamos nuestra familia, trabajo, amigos, cuando abrazamos nuestra fe y tenemos claro por qué y para qué vivimos la gente no puede dejar de notar que hay algo diferente. Es esa pasión la que nos permitirá ser diferentes, destacarnos entre la multitud y ser excelente en lo que hacemos.
“Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres” Colosenses 3:23
Todo lo que hagamos debemos hacerlo con amor, como para Dios. No importa el cargo que tengas o el lugar donde trabajes. Si pones el corazón en lo que haces, nunca serás igual a los demás. Tu testimonio, aunque no digas una sola palabra, impactará vidas de las que crees. La gente siempre nos observa en silencio y por eso mismo que debemos procurar hacer todo con amor y pasión.
Has tu parte y si puedes un poco más, da todo lo mejor de ti, verás que tu esfuerzo habrá valido la pena. Dios bendecirá todo lo que hagas si lo haces de corazón y confías plenamente en sus promesas. Él no falla.
Saludos,
Juan carela:
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