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El Poder de los Modales

“Una gota de miel caza más moscas que un galón de hiel”
-Abraham Lincoln

Muchas veces vemos a personas desempeñarse con una habilidad maravillosa, encantadora, que nos hace enamorar de su personalidad, de su simpatía, y aun así no logramos identificar cuál es ese detalle que los hace tan cálidos, especiales, que sobresalgan del montón y lleguen a ser irresistibles, personas a las que no podemos darles un no por respuesta.

¿Te gustaría ser una de estas personas, que cada vez que haga una petición, o quiera agradar a alguien, sea inevitable que así suceda? Es muy sencillo en realidad. Así de efectivo es el poder de los modales.

Las personas hemos creado algo llamado ego, el cual es muy susceptible se puede quebrar con mucha facilidad, así que debemos aprender a acceder a los individuos sin enfrentarnos a él. Porque en el momento en que ataquemos al ego, este se va a oponer con un ímpetu invencible. Por otro lado si lo tratamos con amabilidad podremos engañarlo y atravesar sus puertas sin que se dé cuenta de lo que ha sucedido y convertirlo en nuestro fiel sirviente.

Fue un camino bastante largo para poder entender esto, muchas batallas perdidas, discusiones en las que equivocadamente mencionaba que mis ideas u opiniones eran superiores a las de mis clientes, amigos y familiares (que gran error que estaba cometiendo); que falta de modales presentaba ante las situaciones. Cuando alguien decía algo con lo que yo no estaba de acuerdo inmediatamente empezaba a atacar, sin saber lo que sucedía en el interior de aquel individuo. Estaba dirigiéndome no a la persona, sino a su ego, porque aunque yo tuviera la razón en la discusión, el ego del sujeto se sentía reducido de una manera brusca, lo cual generaba un estado de indignación y disgusto hacia a mí por parte de la persona. Alguien estaba presentando su punto y yo saltaba inmediatamente a decirle aquello que estaba mal o con lo que estaba en desacuerdo, y pasaba por alto el reconocimiento que la persona merecía por su investigación y por su esfuerzo para expresarlo a mi o al público en general. Créeme, la mejor manera de desagradarle a alguien es decirle lo equivocado que esta, además de la falta de modales por no escucharlo y cortarle antes de pudiera expresar sus demás puntos; los cuales pueden ser acertados.

Luego de reconocer estos patrones de desagrado, empecé a enfocarme en cambiar esta actitud ante las situaciones y las personas, me dedique a ser un excelente oyente; no hay nadie más encantador que aquel que está dispuesto a escucharnos sin criticarnos o juzgarnos. En realidad esto es muy efectivo, porque llega un punto en que las ideas del narrador se agotan. Ahí es nuestra oportunidad de resaltar primero todo aquello con lo que estamos de acuerdo, y admiramos de aquella conversación iluminadora que acabamos de recibir; la persona que se toma el tiempo de presentarte sus ideas y expresárselas con la mayor claridad posible, está en busca de tu aceptación y aprobación, así que lo menos que puedes hacer es dársela. Palabras tan simples como “me agrado mucho lo que mencionaste sobre…” “estoy de acuerdo con lo que dijiste acerca de…” están abriendo las puertas hacía una simpatía excepcional dándonos la oportunidad de presentar nuestras ideas sin ser agresores al ego, el cual con lo anterior habremos alimentado de una manera saludable, lo cual le hace pensar al oyente:

que inteligente es esta persona, piensa igual que yo, seguramente sus ideas deben ser muy buenas si cree en lo mismo que creo yo”. Es en este momento que hemos abierto la puerta para exponer nuestras opiniones y mostrar nuestros desacuerdos sin decirle a la otra persona que lo estamos. Déjame darte otro ejemplo: “Me agrado mucho lo que mencionaste sobre… también deberíamos considerar la posibilidad de…”. Date cuenta que con estas palabras no estas retando al oyente, le estas dando la posibilidad de que el moldee la idea en cuanto a sus creencias y, eventualmente sienta que es una creación suya, lo cual es importante porque con esto vamos a obtener los resultados que queremos. Sembramos una idea, la dejamos crecer, y recogemos los frutos.

Luego de aplicar estos elementos las personas van a estar encantadas de compartir tiempo con nosotros, van a pensar que estamos a su altura y no que estamos por encima de ellos lastimando su ego (el cual, no lo olvides, pondrá una resistencia inquebrantable en el momento en que se sienta atacado). Aquel al que te estés dirigiendo debe sentirse en control. Tu trabajo será sembrar la semilla de una nueva idea y nutrirla para luego recoger sus frutos.

¡Vive para dar, da para vivir!

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