Cuando las promesas no son suficientes o Nuestra constante indiferencia sobre el poder.
Días atrás, un amigo, Alberto Rodríguez Genta, me acercó este artículo del Wall Street Journal sobre los egresados de los programas MBA de Harvard y los dilemas éticos que afrontarán.
Confieso que al principio pretendía comentar y escribir algo sobre él, pero mas tarde, releyéndolo, me di cuenta que en realidad lo debo compartir tal cual es.
Vaya entonces este artículo de Rodrigo Canales, B. Cade Massey y Amy Wrzesniewski
«Es una señal de los tiempos que corren que cientos de graduados de la promoción 2009-2010 de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard tomaran el «Juramento MBA». Estos estudiantes prometieron «servir el bien mayor», actuar con ética y abstenerse de alimentar su codicia a costa de los demás.
Es de admirar que estudiantes que pronto ocuparán posiciones de liderazgo juren rechazar las tentaciones que sus predecesores no pudieron evadir. Pero ellos y los más de 100.000 nuevos estudiantes de MBA que se registraron este año necesitarán más que un juramento si desean convertirse en líderes de negocios éticos. Sencillamente, estos juramentos suenan como las promesas de castidad que hacen miles de adolescentes cada año. El problema en ambos casos no es la falta de sinceridad, sino la falta de preparación adecuada cuando llega el momento de la verdad.
Como las promesas de castidad, el juramento MBA parte del supuesto de que aquellos que pasaron por esto antes son de alguna manera distintos: eran más débiles de voluntad, tenían menos resolución y un código moral más frágil. Se supone que el juramento indica una mayor dedicación a ciertos valores. El peligro es el falso sentido de inoculación moral que engendran estos juramentos. Al igual que los adolescentes que optan por un juramento de castidad en lugar de una mejor educación sexual están más expuestos a las consecuencias de sexo sin protección, los egresados de un MBA que toman un juramento de ética sin el apoyo de suficiente educación de liderazgo son más vulnerables a cometer violaciones éticas.
El poder de la situación, y nuestra constante indiferencia por éste, representa una abrumadora lección de sociología y psicología social. Las fuerzas situacionales impulsan nuestro comportamiento de manera sorprendente, mucho más de lo que esperan aquellos que creen que el carácter lo determina todo.
Esta lección ha surgido en un escándalo detrás de otro, desde Enron hasta Abu Ghraib. Juramentos hechos sin el beneficio de la experiencia con situaciones comprometedoras y sin algún tipo de estructura de apoyo, en realidad empeoran el problema.
¿Deberían las escuelas de negocios intervenir en este problema? Algunos expertos piensan que no. Estos creen que las escuelas deberían preparar a los futuros gerentes en elementos más específicos de estrategia de negocios—negociación, incentivos y temas similares—y dejar la educación de valores a otros. No podríamos estar en mayor desacuerdo.
La educación de negocios es mucho más científica de lo que era hace unos años. Se ha vuelto mucho más rigurosa por la creciente influencia de la estadística y la economía. Creemos en el material analítico.
Pero lo analítico no es un sustituto de los valores. De hecho, una dependencia excesiva de lo analítico produce gerentes sin la preparación necesaria para actuar como líderes en momentos en que las estadísticas ocultan la dimensión humana total de una decisión.
Tampoco es cierto que los programas de MBA no hayan impartido clases de liderazgo y ética. Lo han hecho. Pero la mayoría lo hace deficientemente. Los cursos de liderazgo tienden a concentrarse en temas como la influencia social o en enseñar a hablar en público, mientras que los cursos de ética usualmente se enfocan en aspectos legales. Esto deja subdesarrollada la conexión entre valores, liderazgo y acción. El liderazgo exige pensar más allá de las crisis del día para enfocarse en el largo plazo, comprendiendo el impacto que tienen las decisiones en grupos más amplios, y detectando una responsabilidad que va más allá del resultado inmediato de una decisión.
Los estudiantes de MBA muchas veces no se dan cuenta de esto. Por ejemplo, en los talleres en una prestigiosa escuela de negocios, se les pide a los alumnos que enumeren las cualidades que debería poseer un líder de negocios exitoso. Aunque visión y perspicacia para los negocios son invariablemente algunas de las cualidades enumeradas en primer lugar, la honestidad y la responsabilidad surgen únicamente tras largas discusiones. Mientras tanto, cuando se les pide que enumeren las características que más valoran en las personas, la compasión, la integridad y la responsabilidad suelen encabezar la lista.
Necesitamos preparar mejor a nuestros estudiantes para el liderazgo. Esto exige crear un entendimiento más profundo de las difíciles situaciones que enfrentarán, en muchos casos bajo mucha presión. Es imprescindible hacerles entender que estas decisiones pondrán a prueba sus valores, y que, en consecuencia, necesitan saber con claridad cuáles son los valores con los que se identifican. Es importante que participen de un continuo diálogo con colegas de clase, profesores y ex alumnos, y que aprendan a exigirse responsabilidad a sí mismos y a sus colegas por los compromisos que asumen.
Nuestra conclusión es que la mejor manera de lograr esto es a través del aprendizaje experimental. Es mejor hacer que los estudiantes de MBA sean visceralmente concientes de la tendencia a compartimentalizar los valores y, consecuentemente, de lo vulnerables que son a las violaciones éticas en situaciones difíciles.
A través de este proceso, los programas MBA pueden valerse de la estructura de pequeños grupos que despliegan para grupos de estudio para generar un diálogo más profundo entre los estudiantes. Las escuelas deberían esforzarse más para asegurarse de que este diálogo se convierta en una estructura de apoyo ético luego de la graduación. Los ex alumnos ocasionalmente mencionan que las decisiones más difíciles que han tomado se han presentado cuando las exigencias del trabajo entran en conflicto con sus valores.
Necesitamos aliviar esta carga siendo más creativos en la utilización de la tecnología y más deliberados en el uso de las reuniones con ex alumnos. Es irónico que las escuelas hagan un esfuerzo tan grande por crear redes de alumnos que faciliten las transacciones de negocios habituales, mientras que deben tomar sus decisiones más difíciles en solitario.
La solución a los retos éticos no es crear un batallón de ejecutivos que prometen hacer lo correcto. Como educadores debemos asumir más responsabilidad ofreciendo mejor, no menos, desarrollo de liderazgo. Sólo entonces podrán los recién graduados tomar un juramento que puedan cumplir.»
Yo suscribo.
Suertempila
Saludos cordiales
Raúl Sarasola
Nota—Canales y Massey son profesores asistentes y Wrzesniewski, profesora asociada de la Universidad de Yale.