Un consejo de partida: No lo hagas…si tu situación es de desesperación, menos todavía porque la desesperación suele ser una pésima consejera a la que algunos desaprensivos le sacan bastante rentabilidad. Una vez establecido esto como principio básico, veamos en qué casos nos podríamos plantear hacerlo y en qué otros no debemos caer:
Hay servicios que son tangibles, en los que vemos claramente qué es lo que recibimos y, cuando así suceda, podemos plantearnos si el coste nos compensa. Cuando ése sea el caso ¿por qué no? Algunos ejemplos:
- Suscripciones de pago de Linkedin: Aunque, en mi opinión, es un servicio comercialmente mal planteado -muy caro para tenerlo como opción de forma continua y no plantea la opción de altas por periodos fijos- es claro lo que ofrece: Fundamentalmente, mejora del acceso a las personas que nos interesan. ¿Podemos hacerlo por otros medios y evitar el pago? Perfecto. ¿No sabemos cómo hacerlo o no queremos tomarnos ese trabajo? El coste es claro y el beneficio también. No hay engaño y es uno mismo quien decide.
- Formación o entrenamiento: Alguien nos puede ayudar a “pulir” un curriculum o prepararnos para una entrevista de selección que tenemos próximamente. De hecho, eso es en buena parte -visto desde la perspectiva del candidato- en lo que consiste el servicio de outplacement aunque, todo hay que decirlo, también ha habido notables estafas bajo lo que se dio en llamar retail-outplacement. ¿Pagaríamos? Sí, pero con cuidado. Tenemos que tener algún medio de calibrar cuál es el tipo y la calidad del servicio a recibir.
- Investigación del mercado: Alguien podría estar muy introducido en un mercado, saber qué se mueve y avisarnos de procesos de selección interesantes e incluso ejercer como presentador. ¿Estaríamos dispuestos a pagarle a alguien que contribuyera de forma decisiva a que consiguiésemos el puesto de nuestros sueños? Empezamos a tocar terreno resbaladizo y, en algunos casos, puede parecerse mucho a una especie de“impuesto revolucionario”.
- Redes exclusivas de profesionales: Hace sólo unos días me llegaba un mensaje de un amigo que me preguntaba por el valor de una supuesta acreditación de consultor espléndidamente valorada por todas las grandes empresas del mundo mundial. Respuesta: Estafa. En los últimos años, están menudeando empresas -la mayoría de origen británico- que ofrecen algo parecido a una franquicia sin que llegue a ser tal; buscan a gente con experiencia, en desempleo o subempleadas, y les permiten entrar en una exclusiva red de consultores de alto nivel, con acceso a jugosos proyectos. Todo lo que tienen que hacer, tras pasar un “proceso de selección” es desembolsar una cantidad que oscilaría entre los 12.000 y los 20.000 euros. A cambio, reciben un curso de formación, un diploma que los acredita como miembros de la red y tarjetas de visita…por mucho menos dinero se puede comprar el legítimo carnet de Spiderman y, ya puestos, queda más bonito.
- Franquicias: Entre las franquicias hay de todo, desde las muy buenas hasta las estafas abiertas. Hay dos empresas en España bastante conocidas en el mundo de la franquicia y una visita a uno de ellos puede no venir mal, aunque sólo sea para tener algo de información añadida sobre quién es quién: Barbadillo y Tormo. Hay franquicias que pueden costar una pequeña -o no tan pequeña- fortuna como, por ejemplo, McDonalds, otras en las que lo que se está comprando como, por ejemplo, en pequeñas tintorerías miembros de una cadena y servidas por el propio franquiciado y otras que rozan o entran de lleno en la estafa: A cambio de unos folletos y un nombre pretenden cobrar un canon, cuanto más alto mejor.