En la actualidad todo el mundo quisiera ser feliz, pero un gran parte del mundo está preocupada porque los programas de los gobiernos aplican austeridad que ahora padecen nos van hacer infelices, quizás durante bastante tiempo. La austeridad seguro que trae sufrimiento. Aunque, si conseguimos entender el modo en que nos hará infelices, y tal vez puedan incluso ofrecer un poco de esperanza o consuelo.
Con la austeridad se reducen los ingresos, se hacen recortes en los beneficios y, por tanto, se acaban destruyendo empleos. Se espera que estos programas de austeridad den resultados y la economía vuelva cuanto antes a nivel de crecimiento y creación de empleo, aunque de esto no se tiene ninguna garantía al respecto, y es posible que nos esperen varios años de pérdidas continuas de ingresos y de desempleo. El nivel de vida ha disminuido a niveles más bajos de lo que se tendrían en otras circunstancias, y algunas de las personas que pierden sus empleos pueden tener problemas para encontrar otro empleo, tal vez incluso, para el resto de su vida activa en el mercado laboral. También los jóvenes que acceden por primera vez al mercado laboral están en serio peligro, y pierden no sólo sus ingresos que les corresponden, sino a la experiencia de trabajo para sus futuras carreras profesionales. En algunos países, habrá quienes tengan aún más difícil acceder al colegio y a la universidad, viendo comprometido su porvenir profesional.
Estas cuestiones son las que preocupan a los expertos economistas cuando piensan sobre la austeridad o sobre los recortes en los presupuestos de los estados. Ya que ven que el descenso de los ingresos de la familias y el aumento del desempleo van a traer privaciones, recortes y desesperación a muchas familias.
En el bienestar de las familias nos debemos preguntar acerca de las vidas de las personas. Los economistas preguntan a la gente sobre cómo piensan sobre van las cosas, lo que sirve para valorar la satisfacción que tienen sobre su vida, y también sobre su vida emocional. Existen para esto diversas maneras de preguntar sobre las emociones, pero una de ellas consiste en preguntar a las personas sobre sus experiencias en día anterior. Es decir, si sintió mucha felicidad, si sintió tristeza, si sintió preocupación, si sintió estrés o si sintió cólera. Los economistas valorar que los resultados de todas estas dimensiones de nuestra vida son distintas. Alguien nos puede decir que su vida va bien, pero que el día anterior estuvo triste. Esto se produce por diferentes motivos se podría dar que ha conseguido un ascenso, pero llora la pérdida de un ser querido. Otro puede ser estar en situación de desempleo, tener malas perspectivas laborales o no estar todo lo bien que se podría estar y, por tanto, decir que su vida va mal, pero informar que el día anterior se lo pasó bien con sus amigos. Las vidas emocionales son muy complejas, y los economistas intentan tener en cuenta todas las dimensiones. Es algo útil cuando se piensa en los efectos que la austeridad tiene sobre la vida de la gente.
Cuando empezamos por las malas noticias. Cuando los ingresos empiezan a descender, las personas piensan que su vida está empezando a empeorar. Cuando las personas pierden el empleo las consecuencias son considerables en la valoración de su vida. Estar en situación de desempleo es una de las peores cosas que nos puede pasar a cualquiera, no tan malo cómo perder a alguien que queremos, o estar en proceso de divorcio, pero muy malo. Por tanto, el efecto va mucho más allá de la pérdida de los ingresos que se derivan del desempleo, porque tener un trabajo es gran parte de nuestra autoestima de cada persona y, por tanto, le da a la vida sentido y un propósito de ser. De esta manera, cuando las personas pierden su empleo no solo pierde el dinero, sino también pierden otra dimensión de su vida que es bastante valiosa. Aunque, esto no significa que el dinero no tenga importancia por sí sola. Las personas de los países con menos recursos suelen estar menos satisfechas con su vida, y no hay un solo país donde las personas con más recursos no tengan en mucha más estima su vida que las personas que tienen menos recursos. Por tanto, son estas medidas para valorar la vida las que muestran el dolor que provoca la austeridad.
Se puede ver que esto pueden ser malas noticias para los que están pasando por programas de recortes y austeridad. Para los que han tenido mala suerte de perder su empleo, para los que han visto reducidos sus recursos porque su negocio les va mal, les será imposible ignorarlo y dirán que la vida les van todo lo bien que se puede esperar. Las personas saben que todos los días de su vida no son tan buenos como los anteriores. Se preocupan por el dinero, y se sienten con una mayor tensión sobre ellos. Los programas de austeridad tienen en cuenta que no todo el mundo va a sufrir de la misma manera. Por ejemplo, en Estados Unidos en la gran recesión, uno de cada veinte empleados perdió su trabajo. La vida empeoró para aquellas personas y para sus familiares, pero el nivel de satisfacción medio que se encontraba el país no cambió de una manera significativa, porque uno entre veinte personas es un porcentaje bastante pequeño sobre la población.
Pero todo no es dinero, y puede que ni siquiera sea lo más importante. Las vidas emocionales son más resistentes a las circunstancias económicas que la percepción de cómo va la vida. El sentimiento de la felicidad, alegría, preocupación, tristeza, enfado, dolor o placer que forman un espectro de la experiencia que día a día guarda mucha menos relación con las circunstancias económicas. Lo que nos produce alegría, los amigos, la familia, los niños, las mascotas…, no dependen tanto del dinero. En los países con menos recursos del mundo las personas experimentan felicidad con tanta frecuencia como en los países con más recursos, y también que en algunos países del mundo con mayor nivel de satisfacción vital van bastante peor en asuntos de felicidad.
Por tanto, las vidas emocionales no son completamente ajenas a los recursos monetarios. En general, la falta de recursos, la pobreza, puede interferir en nuestras vidas emocionales, seguramente porque no tengamos suficiente ni siquiera para hacer nuestra vida social, es decir, comer con los amigos o practicar deporte con nuestras mascotas. Pero más allá de esto, el dinero no importa tanto.
Los programas de austeridad deben diseñarse para proteger a los más desfavorecidos, porque la pobreza puede arruinar todo aquello que le importa a la gente. Pero si esto se logra, por más que las personas perciban la austeridad como un fastidio, existe muchas menos razones para preocuparse por la felicidad. Las personas seguirán siendo felices o infelices igual que antes, se preocuparan un poco más que antes, pero no por esto estarán más tristes, y disfrutarán igualmente de sus vidas. La austeridad es mala, pero no tiene por qué destruir nuestra vida diaria.