Prosperidad, comodidades, riqueza y todo lo que se les asemeje, parecerían estar tan distantes de la mayoría de los habitantes de este populoso globo terráqueo como las lejanas estrellas que alcanzamos a vislumbrar en el firmamento que lo rodea. Muchos creen que es cuestión de pura suerte. Otros piensan «Unos nacen con estrella y otros estrellados» y la verdad es que prácticamente todos consideran que es privilegio de unos pocos, de las élites, de «los poderosos», en muchos casos, de los corruptos (que lamentablemente no son pocos) y se resignan a llevar una vida llena de privaciones y carencias, pudiendo darle vuelta a su situación actuando en consecuencia. Por esta razón, hoy quiero invitarles a analizar las siguientes reflexiones.
1- Entorno de escasez:
Casi a nadie se le ocurre pensar en la posibilidad de progresar realmente debido a que su entorno inmediato, que es su familia, jamás a alternado o conoce a alguien que posea una riqueza considerable. En ciertas culturas, hay quienes buscan ingenuamente a una persona pudiente para que apadrine el bautizo de algún hijo con la esperanza de que, si llegare a faltar, a la criatura no le falte soporte económico.
Pero sigamos con la persona promedio. Generalmente va a la escuela y allí conoce y hace amistad con otros cuyo denominador común es la pobreza franciscana. Llegado a la edad productiva, se emplea donde puede para subsistir y sus compañeros son igualmente pobres. A veces, para empeorar las cosas, pronto se enamora locamente de algún(a) compañero(a) de trabajo y luego llega el bebé que hay que mantener como sea, reproduciendo el circulo vicioso…
En muchas ocasiones, el medio social le impone endeudarse para acudir a la Universidad por aquella vieja creencia de que «el estudio es lo único que le queda a uno en la vida», y aunque hay casos de éxito y obviamente mejores probabilidades de prosperar, es algo que quizás necesita revaluarse toda vez que incontables ejércitos de profesionales con el título debajo del brazo desesperados deambulan por doquier buscando qué hacer, mientras los dueños de los centros educativos de todos los pelambres llenan sus arcas -sobre todo en países en desarrollo- a costa del sacrificio de los estudiantes ilusionados.
De igual manera, su círculo social fuera del trabajo carece de un modelo de prosperidad a imitar. Y así pasan los años hasta llegar, en muchos casos, a la madurez sin siquiera considerar la posibilidad de salir de la inopia.
La cruel ironía es que, quien nace y crece en medio de la pobreza o la riqueza, tiene las mismas posibilidades de perpetuarse en ella. Y si bien nadie puede escoger dónde nacer, si puede decidir el camino a seguir en la vida, siempre que luche por su progreso decididamente.
2- Indecisión:
Otra razón por la cual la gente permanece pobre es que nunca se animan a perseguir la riqueza. Aún si leyeran los libros que tienen las claves para lograrla, o toman un taller o se relacionan con personas adineradas, si no toman una decisión firme e inquebrantable para salir en pos de sus sueños haciendo algo diferente. Aquel que dijo que si sigues haciendo las mismas cosas, continuarás teniendo los mismos resultados, tenía toda la razón. Es así de simple, la gran mayoría de seres humanos viven vidas de tranquila desesperación, regalándose por migajas, cuando dentro de su propio ser yace el poder infinito que los puede llevar directo al éxito y la prosperidad.
3- Postergación y Pretextos:
En mi libro de lectura de tercero de primaria (cuya copia encontré después de muchos años en un mercado de pulgas en Bogotá DC, mi ciudad natal, y todavía conservo) hay una secuencia de dibujos que muestran a un lugareño viendo caer tremendo aguacero sobre su casa. Al rato se dispone a retirarse a descansar en sus aposentos, pero súbitamente se percata que una pequeña gotera comienza a caer del techo de su habitación. Con todo, decide acostarse sin más. Antes de amanecer, la lluvia torrencial había hecho estragos en el techo de su casa, al punto que buena parte de él se desplomó justo encima de la cama de nuestro perezoso amigo y hasta ahí llegó. Título de la historia gráfica: «Dejémoslo para Mañana». Esta bien podría ser la historia de millones de personas. Por la calle del después se llega a la plaza del nunca y así llegan al día de entregar su alma con el cerebro nuevecito, sin estrenar siquiera.
La mediocridad es la hermana mayor de los pretextos: «Que todavía no, que no es la época adecuada, que estoy muy joven, que estoy envejeciendo, que hay mucha competencia, que todo esta muy caro, que la inflación, que las guerras, que los riesgos, que la situación, que bla bla bla»… y de aquello nada.
La postergación y los pretextos son literalmente los ladrones del tiempo y de la vida…
4- Incapacidad de Ahorrar:
En verdad es una tragedia padecer la «voracidad relámpago», con esto me refiero al desafortunado resabio de la persona promedio de gastarse todo lo que gana a la velocidad de la luz, tan pronto como lo recibe, sin siquiera pensar en ahorrar una pequeña porción de sus ingresos. Es decir, se comen el fruto de la prosperidad, con todo y semillas y por eso es que les va peor que a Adán y Eva por comerse el fruto prohibido.
5- Miopía Crónica:
Y no me refiero a la que tratan los oculistas, sino a la falta de perspectiva del tiempo, es decir, al no planear concienzudamente sus decisiones para el futuro. Un ejemplo de esto son la modalidad de las cuentas de ahorros para la educación universitaria de los hijos que en muchos países se está comenzando a imponer. También recuerdo el caso, que se relaciona incluso con el punto anterior, de un amigo, que hoy día no ha llegado a los 30 años de edad y quien comenzó a trabajar a sus 18, ahorrando todo cuanto puedo para comprarse su primer apartamento. Logró su primera meta en menos de tres años comprando su primera propiedad por $18 mil dólares y en poco tiempo la vendió casi en $100 mil. Hoy en día podría decirse que es millonario, pues posee no menos de diez casas y sigue buscando maneras de progresar. Me llamó la atención su comentario de que solía observar los hábitos financieros de sus compañeros de trabajo y le parecía absurdo cómo gastaban todo su ingreso en sutilezas, incluso hasta endeudándose por encima de su capacidad.
En síntesis, extender nuestras perspectivas hacia el futuro servirá como fundamento para planificar, sobre bases firmes, nuestro progreso y prosperidad y, por supuesto, la de nuestros hijos y descendencia.
Si te gustó este artículo compártelo con familiares y amigos. Será un placer también recibir tus comentarios.