Si puede aceptarse que en algo existe la perfección, pues ése “algo” tiene que ser simple. Porque lo complejo está reñido con la fluidez que tienen las cosas de la vida, con la eficiencia, la dinámica y la estética de los elementos que conforman el universo. La complejidad oscurece, en tanto que la simplicidad es la clave de lo brillante.
El primer factor que explica la simplicidad de algo es precisamente la fluidez. Esto es así porque todas las cosas que existen en el universo responden a una dinámica que fluye siempre, de una u otra forma. En tanto que más complejas son las cosas, menos capacidad tienen de fluir.
Si en un mundo bidimensional, la distancia más corta entre dos puntos es una recta, en la dinámica del universo, el tiempo óptimo para llegar del punto A al punto B depende de la fluidez del proceso.
Esto es determinante para cualquier propósito en la vida, puesto que los objetivos que se deseen alcanzar dependen del grado de fluidez que tengan sus procesos, de la simplicidad con que se los construya.
Ahora bien, los procesos en sí mismos no tienen por qué ser siempre simples, como tampoco lo es, por ejemplo, el curso de un río. Lo imperativo es no colocar allí más obstáculos de los que ya existen. Si hay muchas rocas en el río, el flujo de las aguas se altera, la corriente se vuelve bravía y tempestuosa.
La simplicidad se explica primero en no colocar obstáculos, no necesariamente en que los procesos sean simples por sí mismos. Está claro que no todo es fácil en este mundo, pero otra cosa es complicar las situaciones premeditadamente, incluso como efecto de buenas intenciones.
Cuando se domina el arte de no obstaculizar la fluidez de los procesos, se alcanza la simplicidad, elemento clave de lo brillante, lo genial y lo extraordinario. La rueda es una herramienta simple, igual que la ecuación de Einstein para explicar el comportamiento de la energía. La simplicidad es el aprendiz más aventajado de lo perfecto.
En todos los aspectos de la vida cotidiana, el objetivo no es simplificar procesos, es tratar de no complicarlos. No siempre es fácil remover obstáculos, pero es de sabios no colocarlos innecesariamente.
Esta puede parecer una recomendación muy básica, porque finalmente, ¿Quién anda por ahí tratando de complicarse la vida? Pues bien, la respuesta a esto también es sencilla: la mayoría lo hace, y de forma consistente. Porque lo simple siempre levanta suspicacia. Si algo parece fácil, “posiblemente” no esté bien, y si es incluso muy fácil, seguramente es “demasiado bueno para ser verdad”.
Para esa mentalidad que evalúa todo con el lente de la dificultad, lo simple es sospechoso. Las cosas sencillas no tienen el mismo valor que las que más cuestan, y el producto de la transpiración, es siempre más valioso que el fruto del ingenio.
Y dado que las personas cometen faltas igualmente por acción u omisión, en el caso de su relación con lo simple pecan de la primera forma: meten las manos donde no debieran. Complican las cosas en su afán de aportar.
La vida es efectivamente difícil en muchos aspectos, pero es así principalmente por efecto de las acciones humanas.
Porque todo en la naturaleza refleja sencillez. Lo simple es un fundamento de las dinámicas del Universo. Y la mayoría de las veces, los procesos no precisan intervenciones exógenas para seguir su mejor curso.
Esto no quiere decir que las personas habitan este mundo para contemplar apacibles lo que sucede, más bien que no están llamadas a protagonismo innecesario. Su rol es apreciar cosas y eventos con la lente de la simplicidad que sustenta lo perfecto.
Toda evaluación de procesos y posibles soluciones debe seguir, en el peor de los casos, el flujo de un embudo. Las dificultades se tienen que cernir hasta el punto que por el otro extremo se destilen soluciones y respuestas simples, Nunca se debe “invertir el embudo”. Si algo parece y se siente simple, no hay por qué complicarlo.
Y desde el otro punto de vista, es necesario tomar conciencia de la siguiente paradoja: mientras más difícil es algo, más sencilla es la respuesta. En tanto más complejo el problema, más simple la solución. La complejidad no tiene cura en sí misma, la simplicidad es el remedio.
Si se está pasando por una situación difícil hay que reflexionar en algo: la solución es sencilla, y seguramente está presente ahí cerca, desde un principio. Otra cosa es que no se la vea o no se quiera tomarla, en cuyo caso la situación ya no es el problema, sino uno mismo.
Se podría pensar en este sentido: ¿Si los problemas complejos tienen soluciones simples, entonces existen también “problemas simples”? No. La simplicidad nunca es un problema. Por lo tanto, deje de ver dificultades en todas partes.
Existe la falsa idea de que abordar las cosas con el lente de la complejidad, genera menos fricción con los demás y menor tribulación mental:
- Parece más sencillo decir “quizás” que sí o no.
- Parece muy difícil establecer simplemente un Alto o un Punto Final para algo.
- Parece más cómodo decir un “hasta luego” donde corresponde un adiós.
- Parece más sencillo vivir en función de las expectativas de los demás que ser honesto con uno mismo.
- Parece más fácil estar “mal acompañado” que solo…
- Parece mejor lo “malo conocido” que lo bueno por conocer.
- Parece que “vivir tranquilo” tiene más valor que ser feliz.
Parece, en definitiva, que las resoluciones simples no tienen consideración de los demás y de uno mismo. Ser franco riñe con la cortesía, ser honesto con uno mismo puede ser un agravio a los demás, y cortar algo por lo sano, una falta de sensibilidad. Desde este punto en adelante se empieza a vivir en un mundo de mentiras, engaños e hipocresías. Un reparto completo de agentes de la complejidad.
Aprenda (o se debería decir más bien “re-aprenda”, porque ello está en su naturaleza), a ver el mundo como en esencia es: simple, bello, con flujos y dinámicas perfectas. Equilibrado, lleno de motivos y justificaciones. Todo lo que parece complejo lo aporta uno mismo.
Reconozca que cuanto más simple, mejor. Bien que esté planteando una propuesta o buscando una solución. ¡Lo genial es siempre simple!
Pero tampoco se confunda: transitar los senderos de la simplicidad demanda mucho trabajo. Porque el ser humano ha construido un mundo lleno de obstáculos. Sortearlos no es fácil y tampoco se los puede ignorar. Por eso son escasas las personas que brillan y alcanzan lo que quieren.
En definitiva, alinear los pensamientos con la simplicidad que tienen las cosas del universo, vivir con sencillez y gravitar siempre en la esfera de soluciones y no de problemas, es algo poco común y escaso en este mundo. Algo extra-ordinario.
Son muy pocas las personas que viven así. Para la mayoría la vida es dura, el mundo muy complejo y la existencia casi una obligación…
DATOS DEL AUTOR.-
Carlos Eduardo Nava Condarco, natural de Bolivia, reside en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, es Administrador de Empresas y Empresario. Actualmente se desempeña como Gerente de su Empresa, Consultor de Estrategia de Negocios y Desarrollo Personal, escritor y Coach de Emprendedores.
Autor del libro: “Emprender es una forma de Vida. Desarrollo de la Conciencia Emprendedora”
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