Hoy os traemos la “Paradoja Easterlin“, ¿y qué diantres es eso? os preguntaréis… pues vamos a ello.
Forjada por la mente del economista Richard Easterlin, la “Paradoja Easterlin” simplemente viene a desmentir la vieja creencia de que cuantos más ingresos tengamos más felices seremos.
Según esta creencia, si preguntamos a la población de un país la vieja pregunta de “¿Es usted feliz?“, la parte de la población con mayores ingresos tiene un mayor porcentaje de respuestas positivas. Sin embargo, Easterlin afirma que a nivel mundial el nivel de felicidad no varía en su población. Para ello pone un ejemplo sencillo: en Japón el nivel adquisitivo de una persona de clase media se ha multiplicado por cinco en estos 65 años… pero el nivel de felicidad de su población sigue intacto desde entonces.
Es decir, llegados a nivel de riqueza de un país en el que todos sus servicios básicos se ven cubiertos, más ingresos en su población no implica mayor felicidad en esta.
Pongamos un ejemplo: imagina que tienes una moto de hace 20 años que renquea cada vez que la enciendes y que alguna vez que otra te deja tirado en la carretera. Recibes un aumento de sueldo por parte de tu empresa y decides hacerte con esa moto que habías soñado desde hace un tiempo. La felicidad de tener esa ansiada moto es efímera, en cuanto te acostumbres a su uso dejaras de tener esa sensación de éxtasis por tener una moto nueva. Te habrás acostumbrado a ella, dejará de hacerte feliz.
Easterlin afirma que cuando tenemos una serie de factores externos al dinero satisfechos como son los amigos, la salud o el trabajo, a partir de un nivel de renta de 15,000$ (aunque parece anticuado esta cifra) el aumento de sueldo o el ganar mucho más dinero no afecta directamente en nuestra felicidad, no seremos más felices por ganar más.
Cabe destacar que aquí también entra en juego la psicología. Muchas personas siempre tienden a compararse a las personas de su mismo estatus social o económico. Es decir, si subo de nivel económico porque me hago rico en bolsa o simplemente me toca la lotería, dejaré de compararme con el vecino del quinto y me querré comparar con el ejecutivo que luce un precioso Mercedes. Ya no aspiraré a comprarme un Audi, sino que querré ir a por el Porsche. Es lo que los expertos llaman la “comparación social“. Esto es muy diferente a la paradoja de Eaterlin, ya que esa persona ya no se fija en que tiene esos factores externos al dinero satisfechos (o no los tiene), sino que tiene que verse reflejada en sus “semejantes económicos”, llegando incluso a la insatisfacción personal. Es decir, los ricos tienden a ver satisfechas sus ansias de felicidad en términos materiales, dejando a un lado términos como la amistad o la salud, mientras que un pobre (o menos rico simplemente) verá reflejada su felicidad en términos “no tangibles”.
¿Qué os parece esta teoría? ¿El dinero da la felicidad? ¿Creéis que si os tocase la lotería al año siguiente os sentiríais más felices?
Escrito por voyaserrico