En cualquier lugar del mundo actual siempre hay personas deseosas de emprender, de lograr mejores condiciones de vida gracias a su esfuerzo y dedicación. Algunos podrían decir que tienen más probabilidades de triunfar quienes viven en paises ricos, pues cuentan con más oportunidades y mejores recursos. Todo es relativo, como dijo Einstein.
He aquí una parábola breve que bien podría ser el común denominador de cualquiera de ellos.
Había una vez un emprendedor en ciernes, con inmensos anhelos de ver realizados sus sueños. Más un día descubrió que lo primero que tenía que hacer era tomar ACCIÓN. Así pues, puso todo su empeño en sacar adelante su primer proyecto. Invirtió todos sus ahorros en un negocio que según LE HABÍAN DICHO, le daría la oportunidad de llenarse de dinero RÁPIDAMENTE…
De modo que nuestro amigo compró muebles, equipos y todo lo necesario para poner a punto su fabuloso negocio. Sin embargo, ocurrió lo impensable: con el apetito de un gallinazo tuerto en basurero, sus recursos económicos se esfumaron en compras innecesarias y perdió hasta la camisa, quedando incluso con numerosas deudas por pagar y acreedores inclementes cobrándole incesantemente. Fue como si hubiera dejado caer semillas a la orilla del camino y los pájaros las hubieran comido todas.
Era su primera enseñanza. Hizo falta PLANEACIÓN y ESTUDIO DEL MERCADO. Pero él había visto casos de empresas, incluso grandes y conocidas, que habían fracasado pese a todas las previsiones habidas y por haber. Con todo, en estos casos, -como dice la canción- «es mejor que so-sobre y no que fa-falte», ya que pueden ayudar a que despegue la idea o, al menos que el porrazo sea menos severo.
Teniendo en cuenta lo aprendido, a fuerza de golpes (dicen que nadie aprende en pellejo ajeno) emprendió su siguiente lance, una vez repuesto de las tribulaciones financieras y emocionales, dado que sus expectativas y su orgullo (aunque no era argentino, de Buenos Aires) habían quedado hechos trizas.
Como sus ahorros se habían evaporado, echó mano de sus CONTACTOS y aprovechando las destrezas aprendidas en RELACIONES PUBLICAS, nuevamente consiguió recursos frescos para su flamante proyecto. «Capital Semilla», que llaman. Y aplicando lo aprendido de su anterior experiencia, esta vez tuvo más cuidado, al punto que el negocio, después de cierto tiempo, como a veces es normal en estos casos, comenzó a dar buenos resultados. Lleno de dicha, nuestro amigo creyó haber tocado el cielo con las manos y de repente, la empresa se fue a pique por una mal SERVICIO AL CLIENTE. Vaya lección, y él que creyó que ya lo había aprendido todo. Fue como si hubiera sembrado en pedregales. Al principio sus semillas germinaron y fueron creciendo, pero por mero descuido se secaron por carecer del fundamento adecuado.
No obstante, lo positivo de esta nueva experiencia fue que logró saldar las deudas contraídas, lo cual le permitió seguir luchando por sus sueños. Con nuevos brios, decidió CONTINUAR pese a los FRACASOS anteriores, pensando que, en realidad habían sido sabias enseñanzas que le daba la vida.
Su nuevo proyecto tenía como base el desarrollo de una idea que había gestado con el propósito de mejorar sustancialmente un producto ya existente en el mercado, y venderlo a menor precio, pues estaban dadas todas las condiciones para lograrlo. Pero sucedió, lo que muchas veces ocurre. «Amigos» y familiares «bien-intencionados» comenzaron a hablarle al oído para recomendarle abstenerse de seguir haciendo intentos infructuosos. Con el mismo fastidio que le produce al borrachito pueblerino que el anciano sacerdote resabiado lo despierte con fuertes martillazos a la banca de la entrada de la iglesia, cuando preciso estaba en procura de prevenir la resaca por sus excesos etílicos de la víspera, el bombardeo de INFLUENCIAS NEGATIVAS se intensificó y nuestro amigo, en vez de hacer caso omiso de ellas, permitió que lo afectaran y pensó si acaso sería mejor conseguir un trabajo por ahí y recibir puntualmente su chequecito, «poquito, pero seguro», justito como el que recibían casi todos sus críticos de marras. Fue como si esta vez, sus semillas emprendedoras hubieran intentado crecer en un campo donde abundaba la mala yerba, que acabó asfixiándolas.
Pero como nuestro amigo, pese a semejantes ensayos infortunados, todavía respiraba, pensó para sí «Vivo, luego emprendo».
Y con su mochila repleta de EXPERIENCIAS y sueños aún por realizar, sin importarle que sus cabellos ya peinaban canas, precísamente por lo mismo lo que hizo fue ponerle más GANAS. Nunca dejó de ESTUDIAR y APRENDER. Continuó su camino, con ánimo y PERSISTENCIA y abrió un nuevo negocio con ideas originales, brillantes y novedosas y su emprendimiento fue creciendo y creciendo, hasta convertirse, con sus RESULTADOS en una persona felíz, realizada y con recursos suficientes para vivir una buena vida junto con los suyos y, de paso AYUDAR A OTROS. Fue como si hubiera sembrado semillas buenas en tierra fértil que, en esta ocasión si que dieron abundantes frutos.
El que tenga oídos, que oiga…
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