Existe una sola forma en la que el Jefe deja huella en el subordinado, huella importante cuando está presente pero huella invalorable cuando ya no está: la enseñanza.
Cuando el Jefe enseña lo mucho o poco que sabe a quienes lo colaboran, está entregando una parte de sí.
Cuando el Jefe enseña, se está sembrando a sí mismo en los demás, y en ellos finalmente un día florecerá. Así habrá conseguido algo que en la intimidad profunda todo ser humano desea: trascender.
Cuando el Jefe enseña da, y así demuestra que el solo pedir es una muestra de las personas incompletas.
Cuando el Jefe enseña construye vínculos con los demás que precisamente trascienden la coyuntura. Y al construir vínculos, construye también fortaleza y comunión con los sacrificios.
Ser Jefe de alguien es un asunto circunstancial, ser un Maestro es un acto de grandeza que desconocen los espíritus mezquinos.
Quien enseña, por otra parte, no lo hace desde la docta soberbia de quién posee más, porque la genuina enseñanza tiene como vehículo de transmisión las emociones y los sentimientos, más no la razón. Transmitir conocimientos no es enseñar, porque todo conocimiento carece de pasión, y quien enseña arde en el deseo de ser entendido, y eso no necesariamente es racional.
Quien tiene la vocación preciosa de enseñar no precisa ser dueño de vasto conocimiento, porque al dar una parte de sí está dando algo que todo el conocimiento del mundo no puede pagar.
Quien enseña tampoco tiene siempre los labios dulces o la mano ligera, porque la Vida obliga muchas veces a enseñar con dolor, en medio de dificultad y tristeza. La enseñanza no siempre es bálsamo, a veces es carga dura e incomprensible en la espalda del alumno, pero si el maestro es sano, finalmente toda enseñanza concluye por construir una mejor persona.
El Jefe tiene Poder, y por lo mismo que sea alguien que enseñe tiene más valor. El Jefe que es Maestro se diferencia del Maestro humilde porque primero se hace humilde para poder enseñar. Así entonces hace una doble entrega: relega su poder y proporciona la enseñanza.
El Jefe, como tal, es un ser humano cualquiera, pero Maestro no es cualquiera.
Cuando el Jefe deja de ser tal, el subordinado desaparece, pero el alumno pervive.
Cuando el Jefe deja de serlo pero el alumno pervive, allí también se encuentra el embrión de un futuro Jefe, uno que aprendió la importancia de enseñar.
El Jefe que enseña no siempre es valorado en la trinchera, al fragor de la lucha diaria y de la presión que la Vida impone en esta implacable modernidad, pero es muy valorado luego, especialmente cuando ya no está, cuando ya no es Jefe, pero es un recuerdo que no se olvida.
La cara inexpresiva, el gesto duro y la palabra escueta no desmerecen al que enseña, tan sólo muestran que la vida es una lucha que nos curte a todos.
El Jefe que tiene muchas dudas, muchas responsabilidades, inseguridad y desazón, bien hace en refugiarse en algo simple y de mucho poder: enseñar. Allí se abre el camino de las soluciones y las respuestas, porque desde ése mismo momento es un camino que se transita acompañado.
Mucho se habla de quién es Jefe o quién es Líder, qué orientación o qué estilo de gestión corresponde con el bienestar y la productividad de las personas, pero el Jefe que enseña está por encima de esta discusión, porque está ocupado haciendo crecer a las personas que lo rodean, y éstas personas son las que hacen crecer las familias, la sociedad y, por supuesto, las organizaciones en las que trabajan.
DATOS DEL AUTOR.-
Carlos Eduardo Nava Condarco, natural de Bolivia, reside en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, es Administrador de Empresas y Empresario. Actualmente se desempeña como Gerente de su Empresa, Consultor de Estrategia de Negocios y Desarrollo Personal, escritor y Coach de Emprendedores.
Autor del libro: “Emprender es una forma de Vida. Desarrollo de la Conciencia Emprendedora”
WEB: www.elstrategos.com
Mail: carlosnava@elstrategos.com
Facebook: Carlos Nava Condarco – El Strategos
Twitter: @NavaCondarco