En un momento en el que el trabajo en equipo, actualmente, es una de las habilidades más solicitadas en las empresas, el individualismo sigue afectando a los equipos que les falta un buen líder.
Ponemos el ejemplo del fútbol, la falta de compañerismo puede suponer una derrota en el partido. Los individualismos de las estrellas de fútbol de los grandes equipos como el Barça o el Real Madrid le han hecho perder partidos relevantes. Una situación que no se debe permitir en cualquier empresa que defiende el trabajo en equipo como un factor esencial en el rendimiento de los empleados. Aunque, este mal existe en algunas empresas y, en la gran mayoría de las ocasiones, la falta de liderazgo alimenta esta situación.
La ausencia de compañerismo en algunos equipos provoca mal clima laboral ya que se generan situaciones de conflicto, corrillos y bandos e, incluso, trabajadores que deciden ir por su cuenta y a su propio ritmo.
Una situación que, a no ser que sea de alguna manera buscada por la empresa, frena el rendimiento de los trabajadores, porque no hay comunicación y desvincula a los trabajadores de la empresa, que pueden terminar marchándose la empresa.
El primer paso a dar es reconocer al trabajador tóxico. Cuando se descubre la falta de compañerismo en un equipo, normalmente, se suele estar motivada por un trabajador que peca por individualista y cree que su plan de trabajo es más importante que el de la empresa, se suele colgar medallas y pone zancadillas para promocionárselo tiene miedo de compartir información con el resto de sus compañeros. Aunque parezca mentira, en algunas empresas, el responsable fomenta este tipo de comportamientos al considerarlos una muestra de competitividad entre los trabajadores. Aunque también puede pasar que el responsable del equipo deje que ocurra esta falta de compañerismo porque no sabe gestionar a su equipo. Cuando hay una falta de compañerismos es necesario mirar al líder, que es quien marca las funciones de cada uno y quienes deben valorar a su equipo. Los responsables no afrontan el problema es porque tampoco pueden saber gestionar los conflictos. Poner remedio a esto es un problema evidente aunque no es una tarea nada fácil ya que el responsable debe tomar el control, identifique la posición de cada uno dentro del equipo, los objetivos del grupo, lo que se espera del mismo, de cada uno de ellos y para cuándo se espera. Además, será muy positivo establecer momentos periódicos en los que poner en común el trabajo realizado, detectar si el equipo conecta y si todos los trabajadores están trabajando como un equipo y no como un grupo inconexo.
El problema muchas de las veces es que este tipo de personas en la oficina suelen ganar amigos, porque saben que solos no tienen fuerza. Proyectan su influencia sobre los trabajadores más débiles y así ganan aliados. También se debe considerar que algunos de ellos tienen una doble cara en el grupo y en el público ponen su mejor cara, sonríen y son afines a la empresa, pero luego hacen grupitos. Por este motivo, en la mayoría de las ocasiones los compañeros no denuncian la situación, pese a que el mal ambiente en el trabajo se vea. Además, normalmente cuando un compañero llama la atención a otro no se ve el efecto deseado, porque existe un poder jerárquico. De ahí existe la importancia en la selección del equipo. Hay que prestar especial atención a las personas que colaborarán juntas y lo que se espera del equipo que se forma. Se deben marcar unos objetivos claros y un rol bien definido ayudando a que estos riesgos se minimicen. Dedicarles tiempo al inicio para que conozcan entre sí, entender cuál es el trabajado de cada uno, compartir sus fortalezas y debilidades ayudará así a crear un ambiente de confianza y garantizar siempre los mejores resultados para el equipo. Un equipo desestructurado no fomenta la competencia, crea mal ambiente y falta de motivación. Por tanto, lo que se verá en el equipo es bajo rendimiento.
Existen los trabajadores que se quejan por todo, los que adulan al responsable, los que se cuelgan medallas que no se las merecen y los que no se enteran de nada. Son trabajados con los que se convive habitualmente en los puestos de trabajo. En algunas empresas, existen los llamados “vampiros emocionales”, que son personas que siempre tratan de sacar ventaja de cualquier situación, capaces de darle la vuelta a cualquier situación, tienen el poder de sacar de sus casillas y robar la energía a los trabajadores de la empresa.
En el puesto de trabajo te puedes encontrar también al irresponsable, que suele pasar de todo. Al inseguro, que te endosa su trabajo, por despierta empatía y un cierto sentimiento de ternura. Al veterano o superviviente, que utiliza sus años de trabajo como arma arrojadiza y les cuesta reconocer los logros de las personas que no llevan tanto tiempo como él en la empresa.
Incluso, puede haber aspectos señalados que se puedan ver reflejados en ti mismo, aunque uno no los reconozca. Se puede considerar normal, lo importante es no convertirse en un trabajado “cliclé”, alguien a quien se le pueda etiquetar y de los que los demás trabajadores de la empresa quieran huir.