El término incertidumbre evoca a ambiente de desconfianza, pero para los profesionales de la empresa, la incertidumbre no puede ser una excusa, un pretexto, una prueba preconstituida de la falta de resultados, si es que somos especialistas en la eficacia, debemos referirnos a la “incertidumbre” como el presupuesto obligado de la dirección.
Dirección en la certeza.
La dirección es un servicio que necesita el grupo humano ante la duda y en el cambio. Tomando esto en cuenta, creo que en el sentido que le debemos de dar al título de hoy es el siguiente: “La empresa es solución de dificultades”. La mentalidad empresarial está muy lejos de ser una mentalidad impresionable y fugitiva.
Vamos, pues, a tratar por separado el derecho al conservadurismo o a la cobardía de la inversión y sus responsabilidades. Hemos también de tratar la obligación de inversionistas con la sociedad y viceversa, de los empresarios con la sociedad y de la sociedad con los empresarios, de los empresarios con los empresarios, y por lo tanto, de la necesidad urgente urgentísima de acabar con la desunión entre nosotros.
Empresa y utilidades
La empresa tiene su justificación en las necesidades de la sociedad, que son las que crean su posibilidad y desde el origen de las necesidades hasta la superación de las dificultades, no se puede llegar a más que a través de la eficacia. La empresa está colocada en la dimensión de la eficacia, en la responsabilidad del logro de objetivos de la comunidad. La principal función social de la empresa es ser productiva generando utilidades.
No hay utilidad excesiva, por grande que sea, si ha sido echa dentro de los postulados de la moral y de la justicia sociales. Es función social de la empresa hacer utilidades y justicia, retribuir equitativamente a todos los integrantes de la empresa.
Sería negar la naturaleza misma de la empresa el que pusiéramos al hombre al servicio de la producción y no la producción al servicio del hombre. La sociedad pide a la empresa, eficacia para el bien común, o sea, el bien de sí misma.
Solidaridad por la eficacia
En un mundo en constante trasformación, la empresa tiene que participar en ella. La empresa ha trasformado al mundo y lo sigue transformado de manera evolutiva, programada y eficaz.
La única solución es la productividad. Para que entendamos nuestro papel como dirigentes en tiempos de trasformación, hemos de tener primero el convencimiento de que el macrocosmos social, no es más que el resultado acumulativo de los problemas existentes en los microcosmos empresariales.
Podemos decir, que la suma de todas las superaciones parciales de las empresas, es de donde tendrá que surgir la transformación social total.
Sociedad ni enajenada ni enajenante
El empresario tiene que estar convencido de que la superación de la empresa, depende la superación de la sociedad. La naturaleza de la empresa es servidora y subordinada de la sociedad y por lo tanto, inevitablemente sometida a sus mandatos y a sus exigencias.
Si en hombre, con sus capacidades, ansía superarse a sí mismo, entonces, cada sociedad debe superar su pasado, buscar su futuro y no enfrentarse ni compararse con el futuro ni con el pasado de otras sociedades. Así pues, en le existir para ser, en el ser uno mismo, en alcanzar su propia plenitud, podemos decir que están las aspiraciones del hombre y por deducción, las aspiraciones de cada sociedad.
Subsidiariedad de la empresa
Todo lo que existe en el macrocosmos social y el microcosmos empresarial que ayude al perfeccionamiento del hombre debe ser superado, trasformado, transmutado o transubstanciado.
La mejor manera de coordinar esfuerzos, es distribuir tareas y la manera más inteligente de distribuir tareas es permitir que todo el que tenga una potencialidad de trabajo o de servicio, la desarrolle al máximo de su posibilidad.
El subordinado tendrá que extender sus capacidades a los límites de la posibilidad. Es la única manera de que se liberen, desde la base hacia arriba, todas las capacidades humanas y que ninguna se desperdicie. Si cada día se hace más verdadera la nueva definición de justicia social, como de participación de las oportunidades para el desarrollo, podríamos decir que el ejercicio de la subsidiaridad sería la aplicación misma de la justicia social.
El aforismo ya clásico para enunciar el principio de la subsidiaridad: “Tanta sociedad como se posible y sólo tanto estado como sea necesario”, es el ideal de todo gobierno democrático; es la liberación de los ciudadanos y la liberación del estado. De esta forma los ciudadanos se autorrealizarán.
Conservadurismo de la inversión
Así como al empresario se le debe pedir espíritu de riesgo porque está en la esencia del emprender, al inversionista hay que aceptarle su espíritu de conservación.
La inversión tiene que estar siempre al resguardo de la responsabilidad de los directores de la empresa, de la sociedad y del estado. El papel de director de empresa, que debe ser generoso, valeroso y arriesgado, no puede y no debe de arriesgar el instrumento económico con que trabaja, porque no le pertenece.
Hemos, pues, de aceptar que la inversión tiene derecho a ser cobarde, tanto más cuanto proporcionalmente sea vital para el inversionista, pero no tienen derecho ni a la histeria, ni al pánico en defensa de sí misma y de su naturaleza solidaria; porque toda inversión que no esté dispuesta a solidarizarse con la comunidad donde se encuentra y de donde ha salido, está en los límites de la propiedad y el despojo. La inversión debe tener un origen justo y un destino solidario.
El papel del dirigente de la empresa es de buscar inversiones con estas características, pues de otro modo se verá sometido a condiciones que no le permitirán ejercer dignamente su profesión.
Difícil pero excelsa profesión la del director de empresa. Difícil por estar siempre frente al riesgo, siempre responsable, audaz y prudente. ¿Excelsa? Porque debemos estar, estamos y estaremos siempre con todos, siempre con México.
Escrito por JOSÉ MARÍA BASAGOITI
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