Si eres conocedor de filosofía ya habrás oído hablar sobre la célebre fábula de Albert Camus, la historia de Sísifo, de aquel hombre que los dioses lo habían condenado a empujar sin cesar una roca hasta la cima de una montaña, desde donde la roca volvería a caer por su propio peso, la roca marcha de regreso a la parte baja de la montaña, para que Sísifo la comience de nuevo a subir para iniciar el eterno ciclo del mandato de los dioses. Ese es el momento verdaderamente trágico, cuando el héroe se vuelve consciente de su condición miserable, de aquí nace la cuestión: No hay peor trabajo que el inútil y sin esperanza.
La pregunta que cabe hacerse es si hasta ahora, ¿has sido un hombre Sísifo? del que vive absurdamente sin objetivos, ni metas, sin ni siquiera cuestionarse o replantearse la vida.
La angustia existencial o la vida Sísifo se da lugar cuando la persona humana no encuentra una razón de vivir, sin tener un sentido para la propia vida, esto puede producir un hastío, un sentimiento de no sé qué hacer en la vida, ni con mi vida, esta provoca una pérdida que en la praxis siempre ocasiona desorientación, cuando se está desorientado no hay espacio para la vida meditada de plenitud y felicidad, ni para la realización menos la trascendencia, ni la grandeza.
Sobre esto surgen cuestionamiento importantes, primero el de E. M. Cioran de aquel rumano filósofo aforista y pesimista, que estaba obsesionado con el tema de la muerte y el sinsentido de la existencia, de los cuales, afirmaba, que no podemos liberarnos. La existencia, para Cioran, no tiene sentido, ya que no escogimos nacer, ante ella sólo nos queda la libertad y dos opciones: podemos elegir el suicidio o elegir el desafío de vivir, empero te estarás preguntando ¿Por qué llevar esta empresa hacia delante? ¿Por qué vivir? Cuando pensadores como Camus, ganador de un premio nobel de literatura afirmaba: “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio, y ese es el suicidio”
El problema de la anterior cita nace cuando se mira no hacia delante sino hacia atrás, la cuestión en últimas instancias es vivir y no morir
Otro cuestionamiento importante es la obra escrita por Simone de Beauvoir, que juzga si la vida vale o no la pena de ser vivida. Nos narra la siguiente historia:
“Plutarco cuenta que un día Pirro hacía proyectos de conquista: Primero vamos a someter a Grecia, decía. ¿Y después?, le pregunta Cineas Ganaremos África. ¿Y después de África? Pasaremos al Asia, conquistaremos Asia Menor, Arabia. ¿Y después? Iremos hasta las Indias. ¿Y después de las Indias? ¡Ah!, dice Pirro, descansaré. ¿Por qué no descansar entonces, inmediatamente?, le dice Cineas. Cineas parece sabio. ¿Para qué partir si es para regresar? ¿Para qué comenzar si hay que detenerse? Y sin embargo, si no decido en primer término detenerme, me parecerá aún más vano partir.
«No diré A», dice el escolar con empecinamiento. , «¿Pero por qué?» «Porque después de eso, habrá que decir B». Sabe que si comienza, no terminará jamás: después de B será el alfabeto entero, las sílabas, las palabras, los libros, los exámenes y la carrera; a cada minuto una nueva tarea que lo arrojará hacia una tarea nueva, sin descanso. ¿Si no se termina nunca, para qué comenzar? Aun el arquitecto de la Torre de Babel pensaba que el cielo era un techo y que lo tocaría algún día. Si Pirro pudiera extender los límites de sus conquistas más allá de la tierra, más allá de las estrellas y de las más lejanas nebulosas, hasta un infinito que sin cesar huyera ante sí, su empresa seria insensata, su esfuerzo se dispersaría sin jamás recogerse en ningún fin. A la luz de la reflexión, todo proyecto humano parece, por lo tanto, absurdo, pues no existe sino asignándose límites, y esos límites, se los puede siempre franquear preguntándose con desdén: «¿Por qué precisamente aquí? ¿Por qué no más allá? ¿Por qué razón?”
Si queremos vivir, hay que antagonizar toda esta visión escéptica extrema pirrónica fatalista y pesimista. Están los genes egoístas, que en su formación compleja determina a un ser humano está la inteligencia y las emociones del hombre que en el fondo su interés primordial es mantener el derecho a su vida, su libertar y hallar su felicidad, que son los tres ejes sobre los que se fundamenta toda buena constitución
Hay asuntos que no podemos establecer como relativos, porque estos cuestiones van más allá de pertenecer a un construccionismo humano imaginativo sino que es intrínseco a cualquier persona debidamente informada, manifestamos que sí existe una pirámide de valores para poder vivir en sociedad, que le da preferencia a la vida en lugar que a la muerte, a la salud que a la enfermedad, se prefiere el amor al odio, la paz a la guerra, la valentía a la cobardía, la tolerancia al extremismo, en fin cualquier personas informada siempre prefiere la belleza a la fealdad
La belleza mental, moral y física es algo bueno realmente para empezar a vivir, es contentarse con esa virtud, e ir en su búsqueda hasta que se conquiste, ésta es la elevación, contrario de donde reina el placer que es donde domina el dolor, la lujuria del hedonismo es vicio, bajeza y empobrecimiento
En lo que creemos en esta eudemonologia o teoría para la vida feliz, es en una vida de deontología kantiana y Emersioniana , es decir, de las obligaciones deberes y morales que debe tener el hombre, existe la buena voluntad como mecanismo intrínseco del cuerpo para alcanzar nuestros objetivos en la vida, de modo que si quiere continuar viviendo, hay que obedecer la ley natural que te dice que si vives con sedentarismo y te abarrotas de comida chatarra tendrás que vivir con las consecuencias, mientras que si por otra parte ingieres más frutas y vegetales y haces con frecuencia gimnasia te ayuda para tener mayor vigor y vitalidad, para prevenir enfermedades, para automejorar la salud y la belleza, en definitiva este es la raíz del sumo bien de la verdadera felicidad.