¿Le pondrían al motor de su automóvil aceite para cocinar si está más barato que el aceite para coche? Por supuesto que no, hacerlo dañaría el motor, pues ese aceite no está diseñado para mantener su viscosidad a las altas temperaturas que se mueven los pistones de un auto. Así, con tal de prolongar la vida de nuestro vehículo, invertimos un poco más de dinero, pero adquirimos el aceite adecuado. Me impresiona que aunque comprendemos esta lógica no la aplicamos con nuestro cuerpo y mente. Frecuentemente ingerimos comida chatarra y pseudo alimentos que nos quitan el hambre pero dañan nuestro organismo. Comemos cualquier cosa mientras tenga un sabor agradable sin considerar si perjudica o beneficia nuestro organismo.
Consumimos golosinas y gaseosas con alto contenido de azúcar; frituras con grasa saturada; bebidas alcohólicas de manera desmedida; carbohidratos simples al por mayor e incluso nicotina, sin reflexionar que nuestro cuerpo, al igual que el automóvil, es una maquinaria que reducirá o prolongará su vida dependiendo del trato que le demos y los alimentos que ingerimos. Nuestro cuerpo es la herramienta que poseemos para trasladarnos y comunicarnos con los demás. Hasta que padecemos una enfermedad valoramos lo importante que es tener salud.
Si eso es respecto a nuestro cuerpo, me pregunto cómo estamos alimentando nuestro intelecto. ¿Qué leemos?, ¿a qué tipo de contenidos le dedicamos tiempo al ver televisión?; ¿cuáles son las páginas de Internet que navegamos?; ¿cuáles son los temas que más comentamos con los amigos?; ¿qué tanto tiempo y dinero invertimos en educarnos? Me refiero a leer un buen libro, asistir a seminarios o conferencias, tomar un curso presencial o virtual o escuchar un audio educativo. Recordemos que nuestro cerebro funciona de manera similar a cómo lo hacen las computadoras, sólo puede procesar y manejar la información que ha recibo. Como dice la gente de informática: “Metes basura, sacas basura”. Con nuestra mente es igual, si la llenamos de información pobre y vacía, nuestros procesos mentales serán pobres y vacíos.
En cuanto a generación de riqueza y disfrute de la vida, usted es su principal activo. Una persona preparada y capacitada tiene ventaja competitiva como empleado o como empresario. Lo increíble es que tendemos a invertir más dinero en nuestro automóvil, que en nuestra formación y desarrollo. Conozco muchas personas que si la empresa para la que trabajan no les capacita, ellos nunca lo hacen por su propia cuenta.
El argumento más común para justificar la mala alimentación es el mismo que se utiliza para explicar por qué no invertimos en la educación personal: “el dinero”. “Alimentarse bien es costoso”; “los libros y los seminarios tienen un precio elevado”; etc. Estoy de acuerdo que comer sanamente y asistir a seminarios o comprar libros implica invertir; pero debemos modificar nuestra perspectiva para diferenciar lo que es un gasto de lo que es una inversión. Aquí cabe perfectamente la lógica de no sólo ver cuánto nos cuesta la educación, sino cuál es el verdadero costo y consecuencias que nos produce la ignorancia; o cuánto valen la salud y la enfermedad.
Una forma sencilla de modificar nuestra perspectiva respecto al dinero que invertimos en nuestro desarrollo es compararlo con lo que gastamos en entretenimiento. El empresario norteamericano Tom Murphy elaboró un factor que denominó “EVE” (Entretenimiento versus Educación). Este es un parámetro excelente para mostrarnos que la razón por la que no invertimos en nuestra educación no es el dinero. El factor EVE reside en comparar lo que gastamos en entretenimiento y educación. Para identificarlo haga una lista de lo que gasta mensualmente de tiempo y dinero en diversión. Incluya actividades como ir al cine, pagar un sistema de cable para su televisor, visitar restaurantes, bares o centros nocturnos; ir a espectáculos deportivos, artísticos o musicales; comprar discos compactos de música, películas y video juegos; revistas sobre la vida de los famosos y el mundo del entretenimiento; salir de paseo e incluso lo que gasta por el servicio de Internet. Considere tanto el dinero como el tiempo que dedica a este tipo de actividades.
Por otra parte registre sus gastos mensuales por adquirir un buen libro; asistir a un curso, seminario o conferencia. Compare el dinero y tiempo que invierte en entretenimiento y en su educación. Al ver sus listas y los totales seguramente se sorprenderá de la relación existente. Además, ¿cuál es el retorno que recibimos por invertir en cada uno de estos rubros? Divertirnos nos permite sacar tensiones, fortalecer relaciones y genera un bienestar emocional; sin embargo la cantidad de tiempo que le invertimos suele ser mucho mayor que la que dedicamos a nuestra educación. La gran ventaja de invertir en nuestro desarrollo es que el retorno es formidable. Leer buenos libros, asistir a conferencias, tomar cursos y visitar páginas de Internet formativas nos ayuda a ser más competentes en nuestro trabajo; nos hace crecer como seres humanos, como padres de familia, amigos y pareja. La educación nos permite generar más ingresos y acercarnos a la felicidad.
Le invito a invertir en usted, en su formación como profesional y como ser humano. Uno de los grandes atributos que tenemos las personas es la capacidad de aprender y crecer interiormente. Por supuesto que también debemos divertirnos, pero hacerlo, sin buscar nuestro desarrollo, en mi opinión, es un error. Actualmente incluso tenemos acceso a información maravillosa por Internet a un costo muy bajo o incluso gratis. Decida crecer e invierta en su educación. No he conocido a alguien que se arrepienta de haberse educado, y si a muchos que se arrepienten de no haberlo hecho.
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