Si dices que las cosas no van a funcionar, ten por seguro que la vida te dará la razón. La vida requiere optimismo, fe; pues de lo contrario los resultados de tu accionar serán acordes con tu actitud, con tu pensamiento. “Hazlo con amor sino ni lo intentes”… de seguro lo hemos oído de nuestras madres y ellas son muy conscientes de lo importantes que resultan este tipo de lecciones, pues si no las aprendemos por medio de quienes nos aconsejan, la vida se encarga pronto de enseñárnoslas.
Tratar bien a las personas que componen nuestros equipos de trabajo los llevará a sentirse cómodos y ello será transmitido al cliente, que recibirá la atención de un colaborador esmerado y por medio del voz a voz, venderá tus servicios, porque como dicen por ahí, no hay mejor marketing que un cliente satisfecho.
Al imprimir amor a tu trabajo, el resultado será excelente. Y vuelvo a las mamás, cuánta sabiduría en estos seres, recordando esos momentos en que nos correspondía cocinar o los demás quehaceres del hogar. “Hazlo con amor sino ni lo intentes” era la frase que profería al ver en nuestro rostro el desdén con el que llevábamos a cabo tales labores; y ahora que uno analiza un poco, se da cuenta del mal resultado: Arroz sin sal, papas quemadas y carne cruda. Mientras que en aquellos días que lo hicimos de buena gana, la sazón fue muy distinta.
La invitación es entonces amigo emprendedor a colmar de amor nuestro día: Amor por la vida, amor por lo que hacemos, amor por lo que nos corresponde, amor por las personas, amor por todo, puesto que, ese sentimiento llena nuestros días de buena energía y hace del fracaso algo nada más que efímero, como un pequeño requisito para eso enorme que nos espera.