Dirán muchos que se juega para ganar, nunca para perder, y tiene sentido. Pero de igual forma, si no se sabe jugar como corresponde, existen menos probabilidades de alcanzar la victoria. Esto también tiene sentido. Para aclarar las cosas y ser más competitivo, la Estrategia tiene una recomendación al respecto: enfóquese en el juego, no en el resultado.
(Consideraciones incluidas en el libro: «El Pingüino Amarillo: el pensador estratégico y sus procesos mentales»)
Ganar o perder son eventos, saber jugar es un proceso.
Los eventos efectivamente se pueden gestionar, pero su tiempo de vida es muy corto y hace difícil el trabajo. En cambio, todo proceso involucra más tiempo y permite optimizar la gestión, ¿se entiende?
La Estrategia siempre se trata de sentido práctico, efectividad y astucia, por lo tanto enfocará sus esfuerzos y recursos en el juego, no en los resultados.
Ahora bien, en tanto mejor se juega, más cerca se encuentra el resultado que se busca.
Otro aspecto que es importante destacar en estas reflexiones está relacionado al asunto del “juego”. La vida y los negocios son un asunto serio, ¿no es cierto? Por lo menos ése es el condicionamiento mental que se tiene. Pero desde la perspectiva apropiada para ver las cosas hay que decir lo contrario: ni la vida ni los negocios son un asunto serio, son actividades en las que corresponde divertirse y entretenerse.
Cada quién con su forma de entender el mundo, pero algo que reclama coincidencia es aceptar el hecho que la vida es tremendamente corta. Que a ella se llega sin nada y se parte igual, luego no parece descabellado tratar, al menos, de pasarla bien en tanto se cumplen responsabilidades indispensables.
Por otra parte, cualquier cosa que divierta y entretenga se ejercitará de mejor manera, por lo tanto parece lógico encarar asuntos como los negocios de ésa manera. Por lo menos eso deduce la Estrategia, sin hacer mayores (e innecesarias) reflexiones.
Ganar o perder no es entretenido, pero saber jugar sí lo es.
No es sencillo “aprender” a perder (que es la única forma de saber ganar), pero sí es fácil aprender a jugar. Y el resultado del juego es una consecuencia directa de qué tan bien se lo conoce y lleva a la práctica. Hay factores aleatorios y de azar en cualquier juego, pero por lógica, los resultados son esencialmente consecuencia de los conocimientos y habilidades que se posean.
Quién juega para ganar no necesariamente se divierte, en realidad se tensa ante la perspectiva de alcanzar un resultado diferente. Y al tensarse consume energía, se desgasta y tiene más probabilidades de cometer errores y perder.
Ése estado de “tensión dinámica” que a muchos les gusta activar cuando encaran asuntos de negocios no es efectivo en el tiempo. Y los negocios no son asunto de un día, son procesos sostenidos en el tiempo.
La “tensión dinámica” la practica un tigre cuando acecha y ataca a su presa, pero luego del evento reposa por completo largo tiempo. En los negocios (y en la vida), eso no puede hacerse, porque la función continúa luego que se ha ejecutado una pieza, más allá que se lo haya hecho bien o mal.
Saber jugar, y sus ingredientes de diversión y entretenimiento, no tienen nada que ver con irresponsabilidad o disipación, pregúntenle eso a Michael Jordan y el desempeño que tuvo toda su vida deportiva. Jugando se pueden alcanzar sitiales que ninguna dinámica “seria” puede siquiera imaginar.
Todo juego tiene sus reglas, y esto demanda conocimiento e inteligencia, porque las acciones deben circunscribirse a lo permitido. Ningún juego es irrestricto, todos tienen límites y condiciones. En tanto mejor se actúa en el marco de ellas, mayores las probabilidades de alcanzar el resultado que se busca.
El arte, por ejemplo, es de las pocas cosas que no pueden concebirse como un juego, porque el arte no tiene restricciones, ni reglas, mucho menos límites o condiciones. Y la Estrategia es justamente un arte. En sus orígenes fue el arte de dirigir las operaciones militares, y para lo que nos interesa ahora, es el arte de dirigir las operaciones de negocios.
Acá radica un asunto interesante, la Estrategia es un arte que se aplica a la gestión de un juego. Como arte no tiene límites ni rigor, pero se ajusta a las reglas del juego. Esto es, por lo menos, entretenido.
Enfocarse en el juego y no en los resultados, tiene otra ventaja indispensable para la Estrategia: permite desarrollar el perfil competitivo. ¿Cómo podría construirse éste en la lógica elemental de ganar o perder?, no es posible.
El perfil competitivo se labra en la medida que mejor se domina el juego, porque justamente se ajustan conocimientos, habilidades y tareas de acuerdo a los resultados que se van obteniendo.
Cualquier atleta de alta competición es primero una persona que sabe jugar, domina el juego que practica y luego (eventualmente), se vuelve una “fábrica de victorias”. Dicen que Mike Tyson estudiaba obsesivamente todas las peleas de boxeo que existían en registro. Conocía protagonistas, procesos, historias y resultados a profundidad. Luego, ése conocimiento del juego lo aplicaba a su propio desempeño.
La mente competitiva se enfoca en el juego, igualmente la mentalidad ganadora (que no es lo mismo). Para ambas, ganar o perder son eventos que permiten hacer ajustes en el proceso, nada más (y tampoco nada menos, por supuesto).
Pensar en grande no conduce a la victoria por esta misma razón: porque propende a enfocarse en el resultado y no en el primer paso que es necesario dar para comenzar viaje. La visión puede anclarse en el futuro, eso no está mal, pero la misión es dar efectivamente los primeros pasos que habilitan la ruta.
Por último, esta cuestión de enfocarse en el juego y no en el resultado, rescata el aspecto más importante del rendimiento extraordinario: el gusto, el amor por lo que se hace. Nadie se divierte o entretiene haciendo algo que no le genera gusto, agrado, cariño. ¡Nadie!
Y como bien lo sabe el niño que todos llevamos dentro: no se ingresa al juego que no divierte.
Las personas que no se encuentran a gusto con lo que hacen, no pueden tomar la actividad como un juego, todo lo contrario. Y así no se cumple la lógica que aquí se trata. Éste es el motivo fundamental por el que el sentido de diversión y entretenimiento no lo entiende mucha gente. La mayoría vive en función de obligaciones y responsabilidades. Hacen las cosas que tienen que hacer (o creen que tienen que hacer), y sostienen ésas máximas extendidas entre los mediocres: “la vida es dura” o “nada en esta vida es fácil”.
Si la visión de la vida y los negocios se basa en obligación y responsabilidad, el criterio de ganar o perder resume las intencionalidades. Se hacen cosas “que no gustan” porque algo se gana en ello o alguna pérdida se evita. Es así de simple, y también así de triste.
En tanto las personas no entiendan que la vida es una suma de pequeñas inversiones que se sustentan en gusto, contento, agrado y felicidad, no podrán enfocarse en el “juego” y no obtendrán los resultados que esperan. La excelencia es una consecuencia del amor porque no se alcanzan sus dominios si no se ama lo que se hace.
Enfóquese en el proceso, no en los resultados. No se preocupe de ganar o perder, más bien de saber jugar cada vez mejor. Es un consejo de parte de la Estrategia, que algo sabe de construir ventajas competitivas y distinguirse entre los demás.
DATOS DEL AUTOR.-
Carlos Eduardo Nava Condarco, natural de Bolivia, reside en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, es Administrador de Empresas y Empresario. Actualmente se desempeña como Gerente de su Empresa, Consultor de Estrategia de Negocios y Desarrollo Personal, escritor y Coach de Emprendedores.
Autor del libro: “Emprender es una forma de Vida. Desarrollo de la Conciencia Emprendedora”
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