Este sistema del empleo que conocemos, finalmente no duró mucho, a diferencia de otros en la historia. Tuvo su origen en la Revolución Industrial durante la segunda mitad del siglo XVIII y llega al presente con cerca de 250 años de edad. Mucho tiempo en la perspectiva de una persona, pero un pestañeo en los procesos históricos.
Como filosofía y método de organización del trabajo, el sistema fue testigo de grandes acontecimientos de la historia contemporánea, y en muchos de ellos tuvo rol protagónico. Especialmente en lo que concierne al ordenamiento socio económico y al pensamiento político de los pueblos, lo que por otra parte, involucra una parte fundamental de la vida de todos los seres humanos.
El sistema viene dando lucha para sobrevivir desde hace buen tiempo, como efecto de los adelantos tecnológicos y la globalización. Y no le ha ido muy mal en los esfuerzos para mantenerse vital, porque bien entrado el siglo XXI, sigue definiendo las mecánicas de trabajo y las relaciones sociales de la mayoría de las personas.
Tuvo que acontecer un hecho sin precedentes para que éste sistema del empleo reconozca su inminente final.
Sucedió este año 2020, en la forma de un virus, una pandemia global que provocó la mayor crisis de salud de la historia y cambió muchos formatos de pensamiento y vida. El Covid – 19 dio pié a la composición del “réquiem” para el sistema del empleo que conocemos. Aperturó la etapa final de su proceso de extinción.
Los cambios.-
1.- La lógica de transar tiempo por dinero, que constituye elemento central de las relaciones en el empleo, se basa en la interacción física de las personas.
En la existencia de esos ambientes de trabajo que han sido parte de la cultura por generaciones: la oficina, la sala de reuniones, el salón de operaciones, etc. ¡Esos ambientes han desaparecido por efecto de la pandemia!
2.- Los sistemas de control del trabajo (y del trabajador): el orden, la supervisión, la coordinación, el seguimiento de tareas, procesos y productos, han cambiado de un día para otro.
Todo lo que sostenía el sistema de empleo convencional, y le otorgaba carácter, ha desaparecido.
3.- Las relaciones jerárquicas se han modificado repentinamente.
Las herramientas convencionales del “jefe” dejaron de existir, y así mismo las excusas del empleado. El líder ya no puede ejercer el poder que deriva de su presencia física, y el empleado mediocre no puede cobijarse en el auxilio físico de los demás. Todo esto terminó, inesperada y súbitamente.
4.- La idea de “seguridad laboral” que presentaba el sistema (que era solo eso: una idea), también ha desaparecido.
Y toda legislación, regulación o norma que sostengan los países respecto a sus relaciones laborales, enfrenta también una extinción próxima.
Porque si los modelos productivos que emergen de esta pandemia, se asientan en relaciones de trabajo no-físicas y de estricta evaluación de resultados, entonces una empresa que opera en el centro de Madrid puede contar, por igual, con el trabajo de un profesional que vive en el sur de la Argentina o en la bahía de San Francisco. Y para estas “redes de trabajo remotas” no existe ninguno de los criterios de “seguridad” que exponía el sistema del empleo convencional.
5.- Las limitaciones para el contacto físico y los ambientes comunes de trabajo, anulan las transacciones de tiempo por dinero entre empleado y empleador.
El primero ya no puede monetizar tiempo que no esté invertido estrictamente en un resultado tangible, y el segundo no puede especular con otros beneficios que no estén directamente relacionados con el valor del resultado.
6.- Se acabaron las “prestaciones adicionales” y el Salario Emocional.
Todo ello ya no es necesario. El beneficio del comedor de la empresa o la calidad de su cafetería no sirven para nada en una relación de trabajo remota, igualmente el carro de la compañía o la suscripción al “club de ejecutivos”. Todo eso ha perdido completamente su valor.
7.- Los Beneficios Sociales, que buena parte de los Estados garantizaban a las “clases trabajadoras”, no podrán sostenerse en un sistema de trabajo “multinacional”.
Ya no es posible. Tendrían que desarrollarse regulaciones supra-estructurales para garantizar que diferentes países adopten tratos similares en las relaciones de trabajo que se originan en redes que no reconocen fronteras. Esto ya no se trata de «los productos de la compañía que se fabrican en China y bajo las normas laborales de ése país». Éstas son relaciones laborales virtuales, en tiempo real y en múltiples países al mismo tiempo.
Si la empresa de Madrid trabaja con un profesional de la Argentina, no estará obligada con la legislación del trabajo de éste país. Al menos no de forma directa. Y si el Estado argentino (por colocarlo de ejemplo), encuentra alguna forma particular de “regular” el trabajo de sus profesionales, entonces la empresa española los buscará en otro lugar.
8.- La tecnología seguirá avanzando en el apuntalamiento del nuevo sistema laboral.
Cada vez será más sencillo y eficiente el trabajo a distancia. Existirán medios y recursos que lo facilitarán todo. Lo que aún resulta incómodo en las relaciones no-físicas, pronto será resuelto por la tecnología.
Y lo que es más curioso, estos avances tecnológicos no propenden a reemplazar el trabajo humano por las máquinas. No es ésa la tendencia que se está materializando. Por allí no llega la herencia que deja la pandemia.
La tecnología permite que las relaciones laborales se democraticen y se vuelvan totalmente horizontales. Una persona reemplazará a otra y le “privará” del empleo que hoy posee. Si las organizaciones trabajan con personas a distancias remotas, entonces pueden escoger si tienen colaboradores en África o en América Central.
Para beneficio o perjuicio de empleado y empleador, el sistema del empleo que conocemos ha entrado en su etapa final.-
El cambio será beneficioso para quienes valoran el potencial productivo que tienen todas las personas, y la promesa de bienestar integral que llega asociada con la calidad del trabajo que no responde solo a inversión de tiempo.
El campo de acción de empleadores y empleados se ampliará sustancialmente. El valor del trabajo se aproximará a mejor reconocimiento, porque las condiciones se pactarán en completa libertad. En un mercado laboral de tan vastas proporciones los abusos de uno u otra parte son prácticamente imposibles.
Se sentirán perjudicados con estos cambios los que tienen un vínculo parasitario con el sistema del empleo vigente. Aquellos que esperan cosechar siempre más de lo que siembran. Los que le tienen temor a la sana competencia y al trabajo inteligente que nunca puede mimetizarse en el esfuerzo de los demás o en las bondades de un sistema. A estos les parecerá, al menos al principio, una tendencia amenazante.
Son 250 años de condicionamiento del empleo. Decenas de generaciones de seres humanos que han vivido bajo ésas premisas conceptuales. No es sencillo cambiar de mentalidad, y mucho menos al ritmo que impone la pandemia. Las personas y sus procesos mentales se arriman siempre a lo previsible, a rutinas y hábitos que les han demostrado algún valor. Adaptarse no es fácil.
Cuando se superen los problemas de salud inmediatos, algunas condiciones laborales propenderán a volver al estado anterior. Pero la tendencia de los cambios es irreversible. El “teletrabajo” (para llamar de alguna forma esta actividad laboral que no se asienta en la interacción física), no desaparecerá. Por el contrario, cada vez será más práctico y efectivo.
Algunas empresas convivirán un tiempo con ambos modelos, el sistema del empleo convencional y éste otro emergente. Lo harán como algunas personas que compartían carruaje y automóvil cuando éste último recién aparecía. Pero no durará mucho tiempo. Así como es difícil encontrar desventajas en el automóvil en relación a un carruaje tirado por caballos, así lo será cuando se comparen los beneficios del nuevo órden en relación con el que ya termina.
Algunas preguntas y respuestas finales.-
¿Quién definirá el ritmo de los cambios finales en el sistema del empleo?
El Mercado.
El Covid – 19 definió el rumbo, y el Mercado solo tiene que ajustar el ritmo.
Poco protagonismo está reservado para los Estados y las organizaciones supra-estructurales que han definido las reglas del juego por más de dos siglos. No hay mucho que puedan hacer gobiernos nacionales en fenómenos que tienen alcance transnacional. Así lo ha demostrado el propio virus. Esto no quiere decir que queden impasibles, pero su participación estará condicionada por un fenómeno mayor que no se encuentra bajo su control directo y al que no están acostumbrados.
¿Qué les corresponde hacer a los individuos?
Sustituir relaciones laborales por relaciones de negocios. Esto es lo que les corresponde hacer. Cada persona es en sí misma un negocio. Produce y vende algo que le genera “utilidad, interés o provecho”. Y esto es lo que debe poner a disposición de un mercado de dimensión global.
Es necesario fortalecer algunas habilidades y desarrollar otras, pero se trata, ante todo, de tener la actitud correcta ante los cambios. Las aptitudes se construyen, pero solo cuando la actitud correcta lo dispone.
¿Qué les corresponde hacer a las empresas?
Sencillo. Darse cuenta lo más rápido posible que “un mundo de recursos” se ha puesto a su disposición. Que muchas barreras han desaparecido. Que el conocimiento profesional de todos los confines del mundo está a su alcance.
Una vez que el empleo se ha democratizado, y las estructuras laborales se han vuelto horizontales, las organizaciones precisan concentrarse en sus negocios y volverse más livianas. Solo así serán competitivas. Las burocracias que le han dado forma a la civilización moderna, ya no tienen sentido ni lugar. El edificio de 30 pisos que alberga las “oficinas centrales” de una corporación, será pronto una anécdota histórica.
Lo indispensable ahora es enfocarse en el Negocio, en la actividad distintiva. De esta manera, y como efecto de servir mejor a una sociedad universal, se habrá alcanzado un buen perfil competitivo.
¿Y las naciones?
Cuando el sistema del empleo convencional concluya su paso por la historia, las naciones que invirtieron más esfuerzos y recursos en su gente, capitalizarán los beneficios. La gente es el activo fundamental. Ella es la que posee los medios para hacer funcionar el nuevo mundo. No son los recursos materiales, ni aun los naturales, son los recursos humanos los que hacen la diferencia, siempre.
Quienes aún no estaban convencidos que estos eran tiempos de cambios históricos profundos, son testigos ahora, junto al resto de la humanidad, de una pandemia inédita. Algo que no presenciaron generaciones anteriores y que probablemente no vean muchas otras en el futuro. Seguirán más cambios, todos trascendentales, como éste que representa el fin del sistema del empleo que conocemos.
Son tiempos de desafíos. Pero esto es bueno. Porque a partir de ellos se produce la evolución de todas las cosas.
DATOS DEL AUTOR.-
Carlos Eduardo Nava Condarco, natural de Bolivia, reside en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, es Administrador de Empresas y Empresario. Actualmente se desempeña como Gerente de su Empresa, Consultor de Estrategia de Negocios y Desarrollo Personal, escritor y Coach de Emprendedores.
Autor del libro: “Emprender es una forma de Vida. Desarrollo de la Conciencia Emprendedora”
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