Cuando recién comencé a sentirme curioso por hacer negocios, fue gracias a que un amigo que en aquel entonces ya tenía éxito en los negocios tradicionales, decidió regalarme el libro “Padre Rico Padre Pobre” escrito por Robert T. Kiyosaki.
¡Fue un primer despertar!
Estaba fascinado o lo que le sigue… extasiado por las palabras que este autor escribe en su libro además de sus ejemplos y casos.
Todo resonaba dentro de mi ser.
Me podía identificar plenamente en la mayoría de los ejemplos que Kiyosaki cita dentro.
Sentía admiración por los emprendedores a partir de entonces, era como una nueva raza de personas aquellos que decidieron hacer lo que más pasión les daba realizar en su vida.
Era como si hubiera millones de kilómetros de distancia entre ellos y yo.
En aquel entonces yo era empleado y no tenía ni la menor idea de por dónde comenzar mi camino.
Vendí memorias para computadora, para Playstation Portátil, radio transmisores para automóviles; logré vender algunos, pero era demasiado trabajoso y algunas veces incluso llegué a perder mercancía en el camino.
Luego, conocí a emprendedores de más grueso calibre cuando junté algo de dinero y me fui “de aventura” a Canadá.
Emprendedores que ya andaban sobre los 40mil dólares mensuales de ingresos… ¿Cómo rayos lo hacen?
Yo a penas y tenía dinero para subsistir y fue cuando uno de estos emprendedores se me acercó y me dijo:
Yo también sé lo que es tener hambre.
¡Eso me ayudó mucho a aterrizar las ideas que tenía sobre de ellos y sobre de mí mismo!
No son seres especiales que nacieron para siempre tener éxito, algunos incluso han tenido que cerrar más de 5 de sus intentos por emprender. Incluido yo mismo que ha habido ocasiones en las que he dicho: ¡Renuncio!
Pero no me sentía nada bien luego de buscar un empleo nuevamente y saber que he renunciado a mis ideas de generar mis propios ingresos pasivos.
Fue cuando finalmente no había otra opción… mi tercer fracaso financiero. Ahí comprendí.
Ya he vivido con poco, muy poco dinero ¡y sigo aquí!, lo peor que pensaba que podría pasarme ya está aquí y no es tan malo como yo pensaba.
Era como si ya no hubiese más abajo a donde ir. Y ahí fue cuando sucedió todo…
Comencé a tomar acción.
Hice lo que tanta pena, miedo, coraje y tristeza me daba; y vi que al igual que el fondo que toqué… no era malo, por el contrario, muchos emprendedores se sentían exactamente igual que yo.
Mis ventas comenzaron a subir, ahora eran de 1500 dólares cada una de ellas y en mi segundo mes de soltar todo lo que tenía hice 5 de estas ventas.
Comencé a verme y sentirme como uno de estos emprendedores que yo tanto admiraba.
Quizás aún me falte camino por recorrer, pero algo sí es seguro… ya estoy en el camino y no pienso renunciar.
También es posible que actualmente te identifiques con algo de lo que recién he descrito, pero hay algo que puedo decirte:
El camino entre tu punto y uno de esos emprendedores de éxito no es tan largo como parece. Hazlo… si tu corazón te lo pide, emprende… ¡hazlo, ya ha llegado tu turno!