Cuando se es consciente de que es uno el único y propio gerente de todos sus recursos y está dispuesto a desafiar al mundo, acaba de nacer un nuevo emprendedor. Un término y una figura muy de moda. Qué político o personaje público que se precie, no habla y recomienda a los emprendedores.
Pero, la cuestión es que pocos de ellos francamente lo saben explicar, se sienten en este tema como en otros muchos, apenas, seguros de que citar a los “emprendedores” es ya en sí interesante, que representa una temática vendible. La mayoría desconocen sus cualidades más representativas.
Aunque, desde nuestros más remotos ancestros, existen humanos cuya vida es pura acción. Y sin esta capacidad de estar permanentemente activos no se puede emprender. Claro está, hablamos no sólo de la actividad física, sobre todo nos referimos a la inquietud mental.
Quienquiera que haya sufrido un trauma o situación difícil, y ha tenido que superar las dificultades propias y los obstáculos ajenos, no dejarse llevar por el desánimo o la desilusión, ha sido constante y mantenido una posición inquebrantable de salir adelante y al final conseguirlo. Experimenta unas sensaciones no fáciles de describir pero imposibles de olvidar.
Saber desentrañar y palpar todas las emociones positivas que día a día se pueden sentir, conlleva a plantearse el presente con actitudes predispuestas a vencer cualquier adversidad y a cambiar el signo del futuro. Ya que el futuro sólo existe en nuestra existencia cotidiana cuando nos sentimos sujetos del presente y dispuestos a todos los desafíos.
Hoy más que nunca, hablando del futuro, para crear empleo y salir de las presiones de los mercados y sus aliados, es notorio tener mucho coraje y notables aptitudes. De cualquiera de los campos de actividad que se hable, podemos observar que son casi nulas sus nuevas perspectivas de generar trabajo. Sólo nos queda emprender.
Podríamos recomendar una extensa bibliografía, o citar a bastantes analistas y a numerosos actores del “emprendizaje”, con seguridad que todos ellos destacarían que la cualidad fundamental del emprendedor es su “resistencia a la caída”, tal como ha indicado recientemente Rodolfo Carpintier.
En definitiva, las anteriores reflexiones nos sirven, para concluir en que el emprendedor es aquél que no concibe el fracaso y disfruta con el riesgo. Proclive al cambio por sistema y capaz de despejar toda incertidumbre.