El Emprendedor no es necesariamente un buen Gerente, y no tiene porqué serlo.
De la misma forma que no es cierto que todo buen gerente pueda ser un Emprendedor, tampoco es cierto que todo Emprendedor sea necesariamente un buen gerente.
El detalle radica en que el Emprendedor esté mucho más consciente de ésta debilidad que el gerente de la suya. Finalmente si un Gerente no tiene la “materia prima” para ser un Emprendedor no sucede nada trascendental para la dinámica, pero si un Emprendedor asume tareas de gerencia sin tener la suficiente capacidad para ello, el emprendimiento se pone en riesgo, mucho más si se encuentra en una etapa temprana de su vida.
Muchos emprendedores superan desafíos y obstáculos importantes en el proceso de hacer realidad una visión y fallan cándidamente el momento de entender la diferencia entre gestar un emprendimiento y administrarlo cuando ya tiene vida propia. De esta forma consiguen que el “viaje” emprendido fracase justamente cuando se está llegando a destino.
El Emprendedor tiene una relación con su emprendimiento similar a la que tiene una madre con la criatura a la que ha dado vida: lo gesta, cuida y soporta por un largo periodo de tiempo, en medio de dificultades que pocos pueden comprender, y cuando la “criatura” tiene vida propia, el Emprendedor propende a pensar que no existe nadie más indicado para tomar las riendas de su destino. Sin embargo con esto se cumple algo muy parecido a lo que sucede con un hijo: finalmente tiene vida y destino independiente al de aquellos que lo han concebido.
El Negocio no puede ser entendido como una “extensión” del Emprendedor porque desde el momento que tiene existencia propia ya no se debe solo a él, también se obliga con las personas a las que sirve y de las que se sirve, se debe a su futuro mucho más que a su historia y tiene un compromiso insoslayable con su destino.
Ése destino se alcanza con buena gestión, y de ello saben más quienes se han capacitado para el efecto, aquellos habilitados para tomar la posta, formar equipo y guiar el Negocio por las sendas originalmente visualizadas por el Emprendedor. Tener la “visión” de un camino nunca es lo mismo que transitar por él, los desafíos son diferentes. La mayoría de los emprendedores se desenvuelven en el aire ralo y limpio de las “alturas” que cobijan sueños y visiones, mientras que el camino que finalmente transita el Negocio no está exento de polvo y drama. Aquello que el Emprendedor clasifica como tedioso, el Gerente puede entenderlo como rutina saludable, y lo que el Emprendedor considere un cabo que ancla, el Gerente puede entenderlo como un cable a tierra.
Esta indispensable “simbiosis” entre Emprendedor y Gerente debe ser establecida por el Emprendedor. En él recae la responsabilidad. Es el Emprendedor quién está obligado a dar los primeros pasos y ser inteligente en el establecimiento apropiado y oportuno de la gestión profesional. ¡Cuánto antes mejor! Aún en aquellos casos en los que el Emprendedor tenga importantes destrezas de gestión, la decisión de formar la gerencia y pasar posta es imperativa. Ninguna habilidad de gestión supera aquellas que le permiten a un Emprendedor darle vida a un Negocio, por esto es importante que incluso aquellos que se consideren “buenos gerentes” no ejerzan la tarea por mucho tiempo y entreguen las riendas a un equipo profesional que se ajuste a las circunstancias y características del Negocio que se ha formado.
Puede afirmarse sin vacilación que no existe un Emprendedor de valía que no respete el imperativo de propiciar que el Negocio formado tenga gestión profesional independiente a los esfuerzos de concepción. La falta de consideración y respeto estricto a esta premisa es la causa mayor de fracaso en los emprendimientos. Son muchos más los negocios que perecen por falta de buena administración que aquellos que nunca pudieron ver la luz porque no superaron algún obstáculo o porque permanecieron solo como una idea en la mente de alguien que no pudo superar miedos y limitaciones. Son muchos más los Negocios que “nacen y mueren pronto” que aquellos que nunca llegan a tener vida.
De esta delicada relación entre Emprendedor y Gerente surgen también muchas de las otras “sutiles disfunciones” que se observan habitualmente: las del Emprendedor que se convierte en un “vasallo” de su propio Negocio, las Empresas estrictamente Familiares que tienen siempre mayores dificultades para evolucionar y los emprendimientos que se limitan a gestar un “autoempleo” para el Emprendedor. Todas estas son “disfunciones” del acto de emprender (por mucho que no lo parezcan), y todas ellas deben ser evitadas. La única relación “sana y enriquecedora” que el Emprendedor debe tener con el Negocio que ha formado es la del vínculo patrimonial, por medio de éste sostiene una relación insustituible y entrega genuino valor a la sociedad de la que forma parte, al mismo tiempo que se beneficia del fruto de su visión, habilidad y entereza.
Es absurdo considerarse un Emprendedor siendo en los hechos solo un empleado del Negocio propio, un empleado sometido, además, a niveles elevadísimos de explotación, porque nunca existe jefe más exigente e impiadoso que uno consigo mismo. También es una equivocación considerar el emprendimiento un fundo familiar y manejarlo como una extensión del hogar, que de hecho es algo completamente distinto. Suponer que “nadie” podrá velar por los intereses del Negocio como uno mismo o como un familiar cercano es una forma de “miopía empresarial”, el mismo tipo de miopía que le impide a un padre ver los defectos o limitaciones en un hijo. Por último, transitar el complejo y delicado entramado del viaje empresarial con el único propósito de “ganar” un empleo es un despropósito mayor, uno muy parecido al que ofrecería un león al que se mantenga en casa para evitar la presencia de roedores.
El Emprendedor es importante y valioso para el progreso de los pueblos precisamente porque fundamenta su existencia en la capacidad de trascender limitaciones e imposibilidades, porque tiene la habilidad de construir allá donde nada existe y acercar a lo palpable un horizonte lejano. En estos principios de acción echa raíz el entendimiento de valerse de los mejores recursos que el camino pueda ofrecer, y uno de ellos es, sin duda, la Gerencia Profesional que puede tomar control del Negocio que se ha gestado.
Alguien dijo alguna vez (aparentemente un general del ejército americano): “no hago nada que alguien pueda hacer por mí”. En esta afirmación, profunda como pocas, se define la Distinción, la valía incomparable y el aporte calificado de cada hombre a la realidad que lo rodea. En esta afirmación se fundamenta el sentido amplio de la división del trabajo, de la eficiencia y de la capacidad del hombre para organizarse y controlar su destino. En esta afirmación se refugia el Emprendedor: en su capacidad de hacer algo que nadie puede hacer por él, en darle forma a una visión que cambiará la vida de muchas personas y enriquecerá el mundo que lo cobija. Esta es su tarea, no la de convertirse en un Gerente por la lógica simple de los cauces del Poder.
DATOS DEL AUTOR.-
Carlos Eduardo Nava Condarco, natural de Bolivia, reside en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, es Administrador de Empresas y Empresario. Actualmente se desempeña como Gerente de su Empresa, Consultor de Estrategia de Negocios y Desarrollo Personal, escritor y Coach de Emprendedores.
Autor del libro: “Emprender es una forma de Vida. Desarrollo de la Conciencia Emprendedora”
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