Un emprendedor es un todero, es el CEO y el encargado de preparar el café; cuando decidimos empezar nuestro propio negocio damos el cien por ciento, hacemos desde proyecciones financieras hasta ir a entregar cuentas de cobro antes del cierre de facturación, pagar la nómina de los dos empleados que se aventaron a trabajar en nuestra idea, nos volvemos “expertos” en redes sociales y creamos nuestro propio contenido. Somos el recepcionista, el mensajero, el operario, el administrador, el jefe de compras y el más necesario, el vendedor.
Hacemos una planeación y se proyectan las ventas de nuestro producto o servicio en un período de tiempo, no importa cuántas personas nuevas nos siguieron hoy en Facebook, descargaron nuestra app o si los anuncios en internet nos generaron leads. Las ventas son a la compañía lo que la savia a las plantas; si no hay ventas no hay recursos para el sostenimiento.
El mejor vendedor es el fundador, nadie conoce su producto o servicio en su estructura hasta el más mínimo detalle y las desventajas que puede convertir en oportunidades. La vida es un constante desafío comercial, somos la oferta de alguien y la demanda de otro, vendemos nuestra imagen ante nuestros amigos, compañeros de trabajo, familia y sí, también la pareja. Buscamos esa “compra” por parte de ellos, de alguna manera necesitamos aprobación, así las nuevas campañas publicitarias se encarguen de decirnos lo contrario, la buscamos, sino seríamos seres solitarios en una cueva.
Salimos con nuestro maletín de ventas dispuestos a conseguir el primer negocio, a mostrar el producto y de pronto nos encontramos deseando que el cliente sea del sexo opuesto así seguro lo puedo convencer que me compre, podré ganar su atención si le hago un guiño; recordamos todas las técnicas de mercadeo que hemos aprendido para enfrentarnos al reto: LA VENTA. Es que suena terrorífico, me atrevería a decir que es el mayor miedo de los emprendedores, interactuar y salir vender, entonces contratan vendedores para no hacerlo ellos mismos.
La imagen de la compañía debe ser usted mismo, no delegue esa función en un vendedor, cuando hablan de nuestra empresa hablan de nosotros, saben quién está detrás de cada producto o de la atención que están recibiendo, un cliente vuelve no únicamente por el producto sino por quién está detrás.
Como emprendedores usamos la publicidad más antigua, “el voz a voz”. Nos conocen por quiénes somos, por lo que proyectamos, por lo que escuchan de nosotros y la huella que vamos dejando en cada cliente, por eso es tan importante cultivar las buenas relaciones interpersonales, no se trata de apariencias, es ser auténtico.
Vendase como la mejor versión de sí mismo, lo encuentra en todos los libros de superación personal, pero aplíquelo a las ventas de su compañía. Las empresas las conforman seres humanos y de usted depende el éxito o el fracaso de su emprendimiento, desarrolle su estrategia, imprímale un sello de calidad y sea su propia marca.
Enfóquese en lo que sabe hacer, cree su propia red de contactos, venda su producto, pero no deje de venderse a sí mismo, su imagen y quién usted es hacen a su compañía, recuerde que su cliente no está comprando su producto, le está comprando a usted, porque lo que sea que haga lo hacen otros, destacarse entre su competencia solo depende de usted, de su buena imagen corporativa, pero sobre todo personal.
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