Que el marketing tradicional es una herramienta útil es algo que no se puede negar; sin embargo, se queda corto a la hora de hacer frente a clientes que ya han sido fidelizados por otra empresa; y esta situación deja a quienes desarrollan estrategias basadas en sus conceptos muy mal ubicados dentro del mercado. Ya no se trata de convencer a un cliente de que compre nuestros productos, sino de que se case con nuestros productos, y esta realidad re-define la labor del marketero.
Una campaña publicitaria si bien puede atraer la atención de algunos de los consumidores en potencia, no garantiza que estos, se queden con nosotros para toda la vida, al cliente hay que enamorarlo, fidelizarlo; y para ello son necesarias las conversaciones constantes, escucharlo, que nos escuche; hacerle feliz, brindarle a través de nuestro producto ese ideal acorde a su proyección, más allá de su expectativa, y por medio de nuestro servicio dejar una huella imborrable en su mente y en su corazón.
Apple nos brinda con su iPhone un excelente ejemplo de lo que es fidelización de cliente, dado que, según estudios recientes, el iPhone tiene un 87% de fidelización; lo que quiere decir que quienes adquieren en determinado momento uno de estos dispositivos, muy difícilmente, el próximo teléfono que compran será Samsung u otro. Todo esto, termina traduciéndose en millones de dólares en ingresos, y es que no se puede esperar menos luego de haber vendido 74,5 millones de teléfonos en un año; lo que sí se puede esperar es que sus ventas se incrementen junto con el número de clientes fidelizados.
Así pues las cosas amable lector, la recomendación es a dirigir su estrategia publicitaria hacia la fidelización del cliente, hacia lograr esa identificación del usuario con la marca, a un punto que se convierta en un apasionado por ella, de la forma que lo hace un hincha de un equipo de fútbol; fiel hasta el grado de tatuarse su escudo en la piel, llorar cuando pierde y reír cuando se hace con la victoria.