Existen tradiciones que nunca mueren. Una de esas es la de contar historias, que, de analizar su origen nos trasladaría mucho tiempo atrás, cuando, por medio de una serie de garabatos en la piedra, los primeros hombres que desarrollaron una especie de conciencia, relataban algunas de sus vivencias e impresiones del mundo que les rodeaba, inmortalizando aquellos momentos que hoy nos permiten hacernos a una idea de lo antiquísima y, por lo que se vislumbra, perenne, costumbre de manifestar por medio alguno el producto del imaginario o la interpretación de algo que tuvo lugar en determinado espacio y tiempo.
El marketing contemporáneo hace uso de éste hábito para revestir el producto de su ejercicio con ese carácter artístico que hace tan atractivos algunos anuncios, a un punto que generan la recordación suficiente y terminan incidiendo, de forma grave incluso, sobre la decisión del consumidor al momento de la compra. Se denomina al concepto que se encarga específicamente de su estudio Storytelling (contando historias) y viene cobrando gran relevancia dentro de eso que es la escena marketera.
Es entonces, en función de esa temática que giran las presentes palabras cuya intención no es otra que la de recordar a usted, amable lector, amigo emprendedor; el valor que tiene para mover a las personas, esa capacidad de contar historias. Qué sería del liderazgo, el marketing, el heroísmo, los sueños, el entretenimiento, la literatura y la vida en términos generales, sin la narración de un conjunto de acontecimientos, sucesos; con sus peripecias respectivas, con sus protagonistas histriónicos y dotados de una personalidad con la que el espectador o receptor se identificase; nada que no sepa insípido e insoportable.
Así que, prescindiendo hoy de las recomendaciones y consejos habituales, sólo diré que no deje nunca de contar historias y permitir a otros aquel contacto con la realidad única, y siempre mística y bella, de cada individuo.
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