Los Problemas son entidades compuestas por un conjunto de elementos que se desenvuelven en dimensiones de espacio y tiempo muy complejas; sus relaciones causales son intrincadas; su dinámica puede alcanzar ritmos impetuosos y efectos importantes sobre el estado emocional de las personas. Todos estos factores los acercan al campo de lo caótico y lo impredecible.
Y dado que la única forma efectiva de interactuar con los problemas radica en abordarlos desde la dimensión racional, el estado físico y mental de las personas cobra incomparable valor.
El aspecto mental habitualmente se aborda con mayor atención que la dimensión física, en ése sentido son extensos los métodos, las técnicas y recomendaciones. Se entiende que la respuesta racional a los problemas es producto de procesos mentales y por ello se enfatizan los acercamientos y estudios de mecánicas emocionales y otras parecidas.
Al no abordarse el factor físico con la misma atención, se ignora fatalmente que el hombre es una entidad física y mental indivisible. Las dos dimensiones se condicionan mutuamente y no pueden entenderse por separado. La salud mental no solo depende del bienestar físico, es por sobretodo un producto de éste. En realidad la dependencia del estado mental con respecto al estado físico es más directa y determinante que la relación inversa; son menores los casos de personas que alcanzan un nivel de fortaleza mental que condiciona sensiblemente el estado físico que el número de personas que tienen su rendimiento mental afectado por condiciones físicas.
Ahora bien, las condiciones físicas de las personas no deben ser entendidas únicamente desde el ámbito de la enfermedad o la salud, de la misma forma que el entendimiento de las condiciones mentales no necesariamente transita por la existencia de gente sana o enferma. Estos son factores extremos que no ayudan en el análisis fino. Las condiciones físicas están más bien asociadas al agotamiento, al desgaste y al abuso del estado corporal.
La mente precisa ciertas condiciones para desenvolverse apropiadamente. El contexto físico en el que se llevan a cabo los procesos mentales es muy importante para el resultado, mucho más si éste se encuentra vinculado a la solución de un problema y no solo a un ejercicio creativo (aunque la propia creatividad esté también relacionada con el proceso resolutivo de los problemas). Para entender claramente esto basta imaginarse algo como lo siguiente: ¿qué nivel de productividad en el análisis de un problema puede alcanzar quién se encuentra activo en el cuidado de un grupo de niños en un jardín de infantes?, o ¿qué nivel de enfoque tiene el piloto de un avión para resolver un problema financiero mientras comanda su nave con 200 pasajeros? En estos casos, como en otros de carácter parecido, las condiciones físicas privan del enfoque necesario para que se aborde el análisis de un problema. Por otra parte, ¿qué tan eficientes pueden ser estas mismas personas para tratar sus problemas una vez que han concluido labores como las descritas? Acá existe ya un factor de desgaste físico que también influye. ¡Lo físico condiciona la dimensión mental!
El esfuerzo mental para abordar los problemas debe aplicarse en dos etapas distintas:
- Una primera de Análisis del Problema.
- Una segunda de identificación de Soluciones al Problema.
Los factores y las variables que conforman un problema ameritan un tratamiento profundo e individualizado, éste análisis es un primer paso indispensable, y para él es necesario enfoque. La solución por otra parte, emerge de la habilidad de sintetizar y conciliar conexiones entre cosas que aparecen muy dispares entre sí, y para ello hace falta lucidez e inspiración. Todo esto requiere de ciertas condiciones en la dimensión física de las personas.
El contexto en el que la persona se encuentre y el nivel de fatiga que tenga, determinan el enfoque. El grado de distensión y tranquilidad definen la capacidad de conectar todos los elementos y alcanzar respuestas al problema. El enfoque se alcanza trabajando sobre el problema con energía concentrada, la síntesis que lleva a la solución se alcanza, muchas veces, “alejándose” de la problemática.
Para enfocarse, el medio ambiente físico en el que se efectúe el trabajo importa, y mucho, pero es de igual o mayor importancia un cuerpo descansado y bien dispuesto. Si esto último no existe, el nivel de energía no es nunca el apropiado para la tarea. Por ello es recomendable analizar los problemas independientemente de otra actividad y en ambientes que propicien la adecuada contemplación. De igual forma es vital la elección del “momento” adecuado para el análisis, uno que no esté influido por demandas diferentes y que no conduzca a la disipación y la consecuente fatiga. En tanto mayor la problemática, mayor la necesidad de atender estas recomendaciones.
Cada quien conoce “lugares y momentos” apropiados para alcanzar el enfoque necesario en el análisis de un problema, todas las personas tienen particularidades nítidas en esto, lo importante es el respeto de la consigna: lugares y momentos mayormente ajenos a la rutina y responsabilidad cotidiana. Existirá quien prefiera un jardín a la luz de las lámparas y quien lo haga en las graderías de un estadio lleno de gente y bajo la luz del sol.
No hay que olvidar que la fatiga no es nunca buena consejera, más allá del momento y el lugar que se escoja para analizar un problema. Mientras más se piense que la interacción con los problemas responde al oficio intenso, mayor es la posibilidad del equívoco y de la ineficiencia. La fatiga es aliada íntima de la problemática, esta última se nutre de aquella. Los problemas se abordan con el cuerpo descansado.
Por otra parte, la habilidad de sintetizar la conexión entre todas las variables de un problema y hallar la solución, mayormente se encuentra cuando la persona no está ni enfocada ni pendiente de la tribulación. Las probabilidades de esos momentos de “Eureka” se encuentran fuera de la etapa de análisis de la problemática. Estos momentos se manifiestan mayormente cuando la mente no está concentrada en la materia y por ello mismo se encuentra más lúcida. Es conocida la anécdota de Arquímedes que entiende el desplazamiento del volumen de agua mientras se encuentra en una bañera y da nacimiento al principio del “empuje hidrostático”, o la siesta vespertina de Einstein en la que soñó la teoría de la relatividad. Estas respuestas se alcanzan “fuera” del análisis específico de la problemática, en momentos en los que la mente y el cuerpo se encuentran apartados de ella. La presión que imponen los problemas y dificultades no es propicia para “combinar” reflexiones en nuevas y diversas formas, lo que de hecho es el sello de la creatividad.
En un cuerpo descansado el cerebro se activa para esclarecerse a sí mismo y de hecho se “reinicia” formando nuevas conexiones y asociaciones, alcanzando de esta forma el nivel básico de creatividad que hace falta para encontrar las soluciones que se precisan. Estas “respuestas” llegan de forma repentina, y en pocas oportunidades se ajustan al cálculo de tiempo de quien se encuentra tras ellas. Es más, justamente la “programación” de éstas respuestas es uno de los factores que más aleja la solución del problema. Es habitual que una mente saturada en el análisis termine por encontrar un problema adicional para cada solución, porque precisamente eso efectúa el “análisis”: distingue y separa las partes de un todo hasta llegar a conocer sus principios, sus elementos.
Es bueno entender que la solución más apropiada de un problema es habitualmente muy simple, y curiosamente más simple entre que más complejo es el propio problema. Esta sencillez se oscurece bajo la presión mental que representa el acucioso análisis y la consecuente carencia de sosiego.
Cuando el cuerpo descansa, el cerebro descansa… y hace su trabajo.
Las personas que desempeñan un oficio que involucra interactuar de forma permanente con problemas deben administrar apropiadamente las pausas. Para que el enfoque sea efectivo, no puede prolongarse por periodos muy largos de tiempo. La dicotomía de los estados de Activo e Inactivo tiene que respetarse aplicadamente. Cuando el cuerpo y el cerebro estén “activos” debe empeñarse todo esfuerzo (el ambiente en el que se lo haga ayuda mucho), pero cuando se transite al estado de “inactivo” deben hacerlo, también aplicadamente, tanto el cuerpo como la mente. Es habitual que éste “corte” se produzca “físicamente” pero no involucre la parte mental, por ello es común que muchos problemas acompañen a las personas allá donde vayan, y se presenten intensamente en medio de cualquier actividad que estén realizando. La dificultad de consumar el estado de “inactividad” está habitualmente explicada por la percepción equivocada que tiene la gente de lo Urgente. Cuando perciben la gravedad de un problema, mentalmente se orientan hacia lo atingente e imperativo, y allí difícilmente comprenden que la “inactividad” pueda representar el camino más corto y efectivo hacia la solución, por el contrario, asocian la “inactividad” con el descuido y la irresponsabilidad. Esto es simple desconocimiento de las mecánicas de trabajo que tiene el cerebro, porque él precisamente “comienza” su trabajo cuando las personas dan por concluido el suyo.
Si de problemas se trata, la pausa en las tareas habituales debe efectuarse con rigurosidad. Pausa completa: cuerpo y mente. Esta es la señal que el cerebro tomará como “la calma que precede a la tormenta”, pero en éste caso una tormenta de ideas y respuestas a la problemática.
Cuando se evidencia que no todas las personas tienen el mismo nivel de efectividad para abordar y solucionar problemas, generalmente las explicaciones se encuentran en ésta capacidad de administrar tiempo y espacio: ambientes apropiados, cortes y pausas. En los hechos esta labor no es sencilla, de la misma forma que no es nada fácil para un soldado cumplir su tarea haciendo abstracción del estruendo que los proyectiles ocasionan a su alrededor. La misión no solo requiere habilidad, precisa sobre todo, carácter. En tanto que un problema no está resuelto agobia, confunde, inhabilita, y en medio de ello demandar pausas, cortes y descansos no resulta fácil. Hay que tener temple, confianza en uno mismo y conocimiento de la dinámica de los problemas para proceder correctamente. A esto el mundo llama actuar con “sangre o cabeza fría”, pero en realidad sólo puede llamarse “resolver problemas como corresponde”.
Winston Churchill, que fue probablemente una de las personas que más problemas se vio obligado a enfrentar y resolver en su vida, despachaba su trabajo matutino desde su cama y en medio de un buen desayuno. Seguramente ése era el entorno físico que lo favorecía y el nivel de descanso que lo habilitaba. Es probable que la genialidad de Churchill esté en debate pero no así su carácter y dominio de los sistemas y métodos de gobierno. Por otra parte Napoleón, aquel que sí es considerado un genio, tomaba descansos pequeños a la grupa de su caballo y de allí emergían sus más preclaras decisiones. A uno el método lo llevó hasta la victoria y al otro el genio no le alcanzó para evitar la derrota.
La resolución de problemas no tiene nada que ver con la inteligencia o el genio y sí mucho con el conocimiento, la habilidad, el método y la disciplina.
Todo esto tampoco es, en forma alguna, un llamado al descanso irresponsable o a la laxitud. Esta es ya una consideración que sale del juego. Personas así no solo están intrínsecamente inhabilitadas para enfrentar los problemas con efectividad, sino que son en sí mismas un problema.
El consejo está destinado al luchador, al viajero impenitente de los caminos que conducen al éxito y la victoria, a ése hombre fatigado que muchas veces se desespera por proseguir en medio de una lucha desigual contra las adversidades. A ése hombre se le hace destinatario de la máxima que existe para resolver los problemas: detenerse, para avanzar.
DATOS DEL AUTOR.-
Carlos Eduardo Nava Condarco, natural de Bolivia, reside en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, es Administrador de Empresas y Empresario. Actualmente se desempeña como Gerente de su Empresa, Consultor de Estrategia de Negocios y Desarrollo Personal, escritor y Coach de Emprendedores.
Autor del libro: “Emprender es una forma de Vida. Desarrollo de la Conciencia Emprendedora”
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