Recordemos que en 2007-2008, la quiebra de la banca Lehman Brothers había llevado a la economía al borde del abismo. Todo el sistema financiero, cual castillo de naipes, corría el riesgo de desmoronarse. Los Estados tomaron a cargo una parte de la deuda bancaria, una suma incalculable. En esta pendiente, los propios bancos centrales no tardaron en encontrarse ellos mismos en una situación peligrosa. Pero durante todo este tiempo, la burguesía se ha reído del mundo con el mayor cinismo. Hemos sufrido todo tipo de discursos cada cual más mentiroso. En parte la propia burguesía se cree sus discursos. Los explotadores no pueden alcanzar una verdadera lucidez frente al hundimiento de su sistema. Sin embargo, mentir, trampear para esconder los hechos, es una necesidad para mantener los explotados bajo su yugo.
Empezaron por decir que las cosas no eran tan graves, que mantenían el control de la situación. Pero era cada vez más difícil no hacer el ridículo. Sin embargo, en ese dominio, lo mejor estaba por venir. Al comienzo de 2009, tras una caída del 20% de las bolsas y un retroceso del crecimiento mundial, se nos prometía sin pestañear, una salida rápida de la crisis. Esta nos era presentada como pasajera y puntual. Pero los hechos son más obstinados que los discursos. La situación se reía descaradamente de estos vendedores de ilusiones y continuaba agravándose. Entonces, estos señores han pasado a utilizar argumentos nacionalistas tan pérfidos como asquerosos. La culpa de la crisis era de la población norteamericana que había gastado a crédito sin reflexionar y comprado casas sin tener medios para rembolsar los créditos. Estamos hablando de las célebres subprimes. Esta explicación perdía su validez cuando la crisis ha afectado a la zona euro, haciéndose evidente cuando el Estado griego era incapaz de evitar la quiebra. Entonces la ignominia ha subido un grado: los explotados griegos y de otros países afectados han sido presentados como vagos y aprovechados y la crisis de Grecia ha sido circunscrita exclusivamente a este país, de la misma forma que había sido limitada a Islandia cuando este país se vio afectado y como se hizo con Irlanda unos meses más tarde. Sobre las pantallas de la televisión y en los micrófonos de la radio, los dirigentes intercambiaban toda clase de pequeñas frases asesinas. Su explicación era siempre la misma: las gentes gastaban demasiado, los explotados viven como pachás por encima de sus posibilidades. Sin embargo, y una vez más, ante la legítima indignación que maduraba en los distintos países, los discursos evolucionaron. En Italia, por ejemplo, el inenarrable Berlusconi era designado como el único responsable de una crisis económica y política… ¡totalmente irresponsable! Pero resultaba difícil hacer lo mismo con Zapatero, presentado durante mucho tiempo como un “político responsable”.
Al final, la burguesía ha sentado en el banquillo de los acusados a una parte de si misma. La causa de la crisis recae sobre el mundo de las finanzas, bandidos ávidos de ganancias siempre crecientes. En Estados Unidos, en diciembre de 2008, Madoff, antiguo dirigente del Nasdaq[2] y uno de los consejeros de inversiones de Nueva York más conocido y respetado, se ha convertido de la noche a la mañana en el peor estafador del planeta. Del mismo modo, las agencias de calificación son utilizadas como chivos expiatorios. A finales de 2007 se les acusaba de subestimar los riesgos de la deuda soberana de los Estados. Hoy son acusadas de lo contrario cuando alertan de la situación insostenible de las deudas soberanas en la zona Euro (Moody’s) o en Estados Unidos (el caso de Standard and Poors).
Ahora que la crisis se ha mostrado abiertamente mundial había que encontrar una mentira más creíble, más cercana a la realidad. Así que, desde hace algunos meses circula el rumor, cada vez más ruidoso, de que la crisis se debe a un endeudamiento generalizado e insoportable, organizado por las finanzas en interés de los grandes especuladores. Este verano con la nueva explosión de la crisis financiera estos discursos han invadido las pantallas.
Aunque todos estos ejemplos muestran que la burguesía tiene cada vez más dificultades para servirse de mentiras creíbles, podemos asegurar que va a continuar utilizándolas; como prueba todo el guirigay que han montado los partidos de izquierda, los izquierdistas y un gran número de economistas, según los cuales, son las finanzas –y no el capitalismo como tal- los responsables de la actual agravación de la crisis. En verdad, la economía se hunde bajo las deudas que no puede devolver ni gestionar. Esto devalúa las monedas, empuja al alza el precio de las mercancías y abre la puerta a un proceso de quiebra de los particulares, los bancos, los seguros y los estados. Esto entraña el riesgo de paralizar los bancos centrales en un momento dado. Pero este endeudamiento no tenía como razón fundamental la avidez insaciable de los financieros y otros especuladores, y todavía menos el consumo de los explotados. Al contrario. Este endeudamiento generalizado era necesario y vital para la supervivencia del sistema desde hace más de medio siglo, como medio de evitar una sobreproducción cada vez mayor. El desarrollo progresivo de la especulación financiera no es pues la causa de la crisis, sino la consecuencia de las medidas que los Estados han tenido que utilizar para intentar hacer frente a la crisis en los últimos 50 años. Sin esta política de crédito fácil y de endeudamiento creciente hasta el descontrol, el capitalismo no habría podido vender las mercancías en cantidad siempre creciente. De hecho, aumentar de este modo la deudales ha permitido sostener el crecimiento de la producción durante todo este tiempo. El desarrollo monstruoso de las finanzas especulativas, convirtiéndose en un cáncer para el capitalismo, no es más que el producto de la dificultad creciente del sistema para invertir y vender con beneficio. El agotamiento histórico de esta capacidad, a finales de 2007 y comienzos de 2008, ha abierto de par en par las puertas de la depresión[3].