Todos los seres humanos tenemos habilidades naturales, absolutamente todos; incluso la mayoría poseemos más destrezas de las que nos hemos dado cuenta que tenemos. Recordemos la historia de las escrituras acerca de un hombre que antes de partir a un largo viaje llamó a tres de sus empleados para distribuirles sus bienes para que los manejaran en su ausencia. Curiosamente la moneda en curso de aquella época se llamaba “talento”. Así, a uno entregó diez talentos, a otro cinco y al último uno. Al regresar de su travesía los reunió y les pidió cuentas de lo recibido. El primero entregó los diez recibidos más otro tanto que obtuvo al ponerlos a trabajar; el segundo también duplicó su cuota y el tercero simplemente regresó el talento recibido, ya que por temor a perderlo lo guardó hasta el regreso de su patrón.
Cuando era niño participé en varios equipos de béisbol. Siendo sincero nunca destaqué en este deporte, sin embargo me gustaba mucho, hasta la fecha disfruto viendo los juegos. Al entrar a la adolescencia descubrí el futbol soccer. Este deporte no sólo me encantó, sino que también me di cuenta que poseía más habilidad para practicarlo que la que tenía con los bates y guantes. Obviamente el hecho de jugarlo en un nivel aceptable me permitió disfrutarlo más que al béisbol. Otra actividad deportiva que practiqué fueron las carreras de grandes distancias. Aunque no era de los que llegaban entre los primeros lugares mi desempeño no era malo, sobre todo si se trataba de competencias de más de diez kilómetros.
Cuando me fui a vivir durante un ciclo escolar a Estados Unidos, me incorporé al equipo de atletismo porque en el poblado en que residí no había equipo de soccer. Para mi desgracia las competencias más largas eran de mil seiscientos metros; demasiado cortas y rápidas para mí. Por lo mismo me vi orillado a ingresar al equipo de caminata. Nunca había practicado esa disciplina. El puro hecho de pensar que tenía que mover las caderas de forma graciosa me daba pena. Sin embargo la entrenadora del equipo me dio sólo dos opciones: iniciarme en la marcha o salirme del equipo de atletismo. Elegí la caminata a pesar de su “movimiento sexy”.
Para mi sorpresa resulté ser un excelente marchista. La mayoría de las ocasiones terminaba las competencias entres las tres primeras posiciones. Descubrí que poseía más habilidad para la caminata que para las carreras de fondo. Este evento me permitió darme cuenta que los seres humanos poseemos más talentos de los que estamos usando. Recuerdo a una amiga que antes de cumplir cuarenta años pintó su primer cuadro. Nunca antes había intentado hacerlo. Ahora la pintura es una de sus principales actividades y pasiones, y lo hace muy bien.
Démonos cuenta, somos excelentes para algo que aún no hemos intentado. Para descubrirlo sólo debemos atrevernos a practicar actividades nuevas o diferentes. Le invito a atreverse a intentarlo. Quizás requiere retomar gustos, aficiones y prácticas que abandonó desde su juventud y que tanto le gustaban, le aseguro que no se arrepentirá. Al pensar en dones y talentos no piense solamente en actividades deportivas y artísticas, recuerde que hay muchas otras habilidades que solemos ignorar y que también son importantes y satisfactorias: saber escuchar, dar consejos, analizar situaciones, capacidad de síntesis, aprendizaje de idiomas, facilidad para las relaciones humanas, cocinar, repostería, distinguir e identificar olores, sentido de orientación, manejo de ordenadores o computadoras, tener sentido del humor, coordinar actividades, dirigir gente y muchas otras más.
Regresando a la historia bíblica del hombre que repartió los talentos, éste, al conocer lo que cada uno de sus colaboradores había hecho con lo que les había dado, regresó a los dos primeros todos los talentos que tenían y habían reproducido (a uno veinte y al otro diez). En cuanto al temeroso, simplemente le quitó el bien y se lo entregó al que tenía veinte. La lección es sencilla, las habilidades que poseemos son regalos de parte de Dios para que las utilicemos, no para esconderlas. Cuando las usamos se reproducen y cada vez poseemos más o somos más diestros. No permitamos que el miedo, la vergüenza o el conformismo nos impidan disfrutar de todas las destrezas que hemos recibido. Estoy convencido que nuestros talentos tienen mucho que ver con el disfrute de la vida e incluso ingresos que podemos generar. A fin de cuentas, quien es bueno en algo lo disfruta y lo hace bien y cuando esa combinación aparece, por lo general lo que se produce es verdadera prosperidad.
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