La mayoría de los emprendedores tienen en común un propósito personal, un objetivo claro en su vida que nada tiene que ver con una meta financiera, en general los emprendedores creen firmemente en el cumplimiento de ese propósito y es tal el punto que se convierte en su motivación diaria.
Todas las personas en general enfrentamos día a día diversos retos, para algunos son catastróficos para otros parecerán menos graves. Sin embargo, a medida que crecemos y desarrollamos nuestro ser, las dificultades se vuelven lecciones y aprendemos de cada una de ellas.
La resiliencia es tal vez la facultad más prominente que tiene todo emprendedor, porque ha aprendido a superar cada situación por difícil que parezca y sacar ventaja de ello. Y es que el emprendimiento se convierte en un estilo de vida, independientemente de emprender por necesidad u oportunidad, parte del cambio que buscamos en nuestra sociedad es que la mayor cantidad de personas sean emprendedoras.
Un trabajador comprometido con el propósito de la compañía, que comparta los valores de ésta, es un recurso invaluable para la empresa, cuentan con su talento, con su pasión, su compromiso y su lealtad. Debemos prepararnos no sólo para ser el mejor jefe, porque para saber dirigir hay que saber hacer, así es que los nuevos jefes saben que necesitan un equipo de trabajo motivado y comprometido, razón por la que no son eruditos y eminencias inalcanzables.
Los nuevos CEO son personas amables, solidarias, humildes, capaces de reconocer sus errores y empezar de nuevo, escuchan atentamente a quienes traen propuestas para ellos, entienden que el trabajo en equipo hace crecer la compañía, no están únicamente dando órdenes sino siendo parte del trabajo, enseñan a sus empleados y también aprenden de ellos; se ocupan por su bienestar y mantenerlos motivados.
Y es entonces dónde surge el interrogante, qué ha hecho que, en ésta última década en Latinoamérica, tal vez dos décadas en Estados Unidos, haya cambiado la versión de jefe y ahora hablemos de líderes, de hombres y mujeres inspiradores capaces de delegar funciones, respetar a quienes saben más que ellos, rodearse del mejor capital de trabajo, su gente, su equipo, entregarle el corazón a su compañía e invitar a quienes trabajan con ellos a entregarlo también. Los empleados no son simples subalternos no trabajan para ellos, trabajan con ellos, en pro de la compañía, comparten la visión de la empresa y se unen al propósito.
Es bastante común por estos días encontrarnos con esta frase de Walt Disney “Pregúntate si lo que estás haciendo hoy te acerca al lugar en el que quieres estar mañana” , realmente no se trata simplemente de abandonar todo lo que estemos haciendo por ir a recorrer el mundo con 10 dólares, sino de detenerse por un instante en su vida y pensar con qué propósito hago lo que hago, las metas pueden cambiar todos los días, la forma de llegar a ellas también, el camino no siempre será el mismo, hoy puedo escoger el más largo y mañana encuentro un atajo.
El propósito es esa razón por la que el día de hoy estoy en este lugar, haciendo lo que estoy haciendo, el legado que quiero dejar; y no precisamente se trata de llegar a ser tan famoso y que mis nietos sigan recibiendo regalías por mis libros, películas o el aparato que inventé, etc.
Thomas Alva Edison no inventó el bombillo simplemente para que 85 años después de su muerte se encuentre su biografía en Wikipedia o se hable de él en la mayoría de libros de motivación personal. Su propósito era claro, llevar luz a las personas y cambiarles la forma de vida, de su propia necesidad nació las ganas de querer solucionar un dolor o un problema.
Cuando vamos a emprender pensamos en cuál es nuestro verdadero propósito, se han preguntado por qué algunos emprendedores siguen su camino a pesar de los tropiezos, qué hace que estas personas que podrían estar trabajando en compañías multinacionales, ganando miles de dólares mensuales, viajando por el mundo, bajo el mando de muchos jefes por encima de ellos, decidieran entonces escoger el emprendimiento como su forma de vida.
La respuesta es simple y suena a cliché, escucharon su corazón. Cuando conectamos con nuestro verdadero propósito encontramos la claridad de lo que queremos hacer, no es más inteligencia, ni más dinero, no es porque tengan mejor educación que otros, o porque sean de una familia prestigiosa, en realidad escuchar a cada emprendedor hablar del amor que tienen por su emprendimiento me ha hecho entender la razón por la que cada uno de ellos lo hace.
El dinero es simplemente un medio y un vehículo, es incluso un premio que la vida les regresa por cada vez que ellos han dado de sí mismos para aportar algo nuevo, estoy convencida que en un futuro serán más los nuevos emprendedores que aprenderán que el país se cambia con hechos y no con protestas en redes sociales; porque es mi verdadero propósito, el que me motiva a hacer día a día lo que hago con la fiel convicción que algún día mis aportes serán activos participes del desarrollo y el cambio de la economía en mi país y en Latinoamérica.