Yo me llamo Gilberto Sanabria, nací el 25 de septiembre de 1982 y soy oriundo de Barrancabermeja, Colombia.
A la edad de 12 años mi trabajo era vender chance en la ciudad de Barrancabermeja. Así ganaba algo de dinero para mí y para apoyar a mi familia.
En 1997, cuando tenía 14 años de edad, mi hermana vino de vacaciones a visitarnos y me convenció de ir a conocer la ciudad bonita de Bucaramanga. La ciudad me encantó, así que eventualmente decidí mudarme allá con mi hermana a la casa de una tía que vivía en el campo.
Como me sentía muy solo y me aburría quedándome en la casa, mi hermana me preguntó si quería venir a trabajar cuidando carros y haciendo el aseo en Los Tejaditos, uno de los restaurantes más prestigiosos y tradicionales de Bucaramanga. Yo acepté porque allí ya trabajaban dos de mis hermanos, entonces me sentía acompañado.
Quisiera decir que yo de Barrancabermeja venía de una situación complicada, pues mi madre estaba a cargo de mí y de mis 7 hermanos; y si tenía comida para 2 veces al día, no la tenía para 3. Además, no había terminado mis estudios y por esa época había mucha violencia en la ciudad.
Empecé a trabajar utilizando el uniforme que usé para mi primera comunión, uniforme que me fue obsequiado por la empresa Ecopetrol.
Mi madre siempre me enseñó a ser agradecido y me sentía feliz por estar trabajando en un restaurante tan prestigioso, que para mí era como la universidad de la vida, porque veía que allí tendría la oportunidad de prepararme para un futuro mejor. Tenía mis tres comidas y a la vez me permitían vivir en el restaurante como si estuviera en casa y me asignaron un cuarto muy cómodo. Además, recibía propinas por mi trabajo.
La señora Oliva, dueña del restaurante, me mostró el parqueadero, me dio el apoyo que necesitaba en ese momento y me hizo sentir como en casa. Ella era para mí como mi segunda madre.
Desde que empecé a cuidar los carros me sentí muy orgulloso de hacer lo que hacía, de atender a la gente que llegaba a comer al restaurante. Para mí, cuidar los carros no solo era vigilar un carro y ya, sino era dar la mejor impresión a los clientes, interactuar con ellos, estar atento a sus necesidades y sugerencias. Al salir los clientes, les preguntaba cómo fue su experiencia, qué sugerencias tenían para mejorar el servicio, los tiempos de comida, si se sentían a gusto en las instalaciones y en general todo lo relacionado con el servicio del restaurante.
Yo visionaba cosas para mejorar el restaurante, como por ejemplo tener una sala de espera, aire acondicionado, tener una mejor batería de baños, una cocina más grande para mejorar los tiempos de preparación, tener un servicio más personalizado para escuchar las necesidades de cada cliente y así poder implementar los correctivos a tiempo.
Como solo tenía hasta quinto de primaria, la señora Oliva me brindó la oportunidad de continuar con mis estudios de secundaria y terminar mi bachillerato. Además, pude hacer unos cursos en el SENA de Servicio al Cliente. Estando allí en el SENA, en una de las clases nos pasaron al frente a cada uno para que manifestáramos cuál era nuestro sueño más importante; en ese momento yo dije que mi gran sueño era ser algún día el administrador del restaurante Los Tejaditos para poder materializar todas mis ideas.
Trabajar en el restaurante se convirtió en un gran reto para mí, porque me ponía metas y las iba superando cada día. Era tanto el amor que tenía por el restaurante Los Tejaditos y la pasión que sentía por mi trabajo, que después de dos años se me ocurrió una idea innovadora para agregarle un plus al restaurante, dándole una mejor imagen y haciéndole vivir al cliente una mejor experiencia en su visita, y fue usar un uniforme formal y elegante con tirantas y con camisa de cuello de pajarito. Para hacer realidad la idea, ahorré de mis propinas durante seis meses y me compré unos zapatos de charol, una correa, dos pantalones negros, tres camisas blancas de cuello pajarito, dos tirantas negras y dos corbatines negros.
Cuando empecé a usar este uniforme, muchas cosas mejoraron para mí y para el restaurante. Los clientes se sentían complacidos y las propinas mejoraron. La señora Oliva me dijo: “Mijo, usted es la imagen del restaurante”, y me subió el sueldo.
Después de esto, y por los buenos resultados que se estaban dando en el restaurante, el amor que ponía en mi trabajo y el buen ejemplo que estaba dando, vi la oportunidad de recomendarle a la señora Oliva que le diera trabajo a cuatro de mis hermanos que vivían en Barrancabermeja y se encontraban desempleados. Ella los contrató y ellos quedaron totalmente agradecidos.
Así transcurrieron muchos años. Yo era muy feliz, allí me sentía como en familia, cada día adquiriendo conocimientos y experiencia para el futuro, porque lo que llegaría sería algo muy extraordinario y grande sin saberlo.
Después de 20 años de estar trabajando en el parqueadero del restaurante como recibidor de clientes y vigilante de los carros, llegó el desafortunado cierre de Los Tejaditos el 24 de junio del 2018. El restaurante, con más de 30 años de tradición en la ciudad de Bucaramanga, tuvo que cerrar sus puertas por mala administración, dejándonos a mis 9 compañeros y a mí sin trabajo.
En ese momento me tocó irme a vivir donde mi hermano debido a que mi casa, donde había vivido por más de 20 años, sería desalojada.
En el desalojo del restaurante nosotros pudimos rescatar algo de comida que nos serviría para nuestra alimentación más adelante.
Yo le dije a mis compañeros que permaneciéramos unidos porque nosotros éramos la marca y podíamos seguir luchando. La clave era no desunirnos. En ese mismo momento se creó la sociedad de palabra conformada por nosotros los 10 que habíamos quedado desempleados.
Al día siguiente, nos reunimos en la esquina donde quedaba el restaurante (carrera 28 con calle 34). Teníamos dos caminos a seguir: ponernos a llorar y cada uno buscar trabajo por su cuenta o ver en esta dificultad una oportunidad de superación y darle rienda suelta a las ideas que teníamos en la cabeza. Ese mismo día nos reunimos con una persona, una doctora, cliente del restaurante, de muy buen corazón, que nos había dicho días atrás que ella se podía quedar a cargo del restaurante.
Cuando estábamos en la casa de ella, nos dijo: “Bueno muchachos, me alegra mucho verlos unidos. Ustedes se merecen el restaurante porque han trabajado más de 20 años y han aprendido lo necesario. Yo ya trabajé, hice lo mío para vivir bien. Ahora les toca a ustedes luchar por lo suyo”.
Cuando yo escuché esas palabras me froté las manos y pensé: “Esta señora nos va a prestar el dinero para iniciar el restaurante”. Luego nos dice ella: “Mañana nos vemos en un centro comercial en un banco para que les hagan un estudio”. Pensé entonces que ella iba a influenciar para que en el banco nos prestaran una gran suma de dinero, porque nosotros no contamos con los requisitos necesarios para optar por un crédito. Todos nos fuimos para la casa felices y esperanzados de que la vida nos iba a cambiar.
Al día siguiente nos reunimos bien temprano en el banco y nos pidieron los documentos de identidad y el número de celular, e hicieron el estudio para un microcrédito por DaviPlata por valor de $7 millones de pesos colombianos (aproximadamente $1.700 dólares), pero sólo uno de los socios salió apto para el crédito.
Del banco salimos para el restaurante a replantear todo, pues no era el dinero que esperábamos. Además, la persona que salió apta para el crédito, que era un hermano mío, no quiso seguir siendo socio argumentando que eso era muy difícil que funcionara, que más bien oraría a Dios para que nos fuera bien. Quedamos 9, pero con la idea clara de que nosotros mismos podríamos materializar la idea que nos dio la Doctora y empezamos a repartirnos las tareas. Desde ese día, en la casa de una compañera preparaban el almuerzo con la comida que se pudo rescatar del desalojo, mientras mis compañeros buscaban la casa para la nueva sede. Yo les dije a ellos que la esquina no se podía descuidar y que teníamos que alimentar la ilusión de que el restaurante seguiría en algún lugar de la ciudad, entonces empecé a pararme en el lugar todos los días desde las 11 de la mañana con una agenda para anotar los números y datos de las personas que venían a almorzar en el restaurante y lo encontraban cerrado.
Cada vez que encontrábamos una casa, nos sentábamos a hablar con el dueño y le decíamos que nos diera un contrato de 6 meses de prueba y nosotros lo pagábamos por adelantado, ya que no contábamos con los requisitos para un canon de arrendamiento tan costoso que era más o menos entre $7 y $8 millones de pesos (aproximadamente entre $1.700 y $1.950 dólares). Nosotros estábamos esperanzados en un crédito particular que desde el principio nos iba a salir por valor de $50 millones de pesos (aproximadamente $12.170 dólares). Todas las veces que nos sentamos con los dueños de las diferentes casas, lo hicimos sin un peso en el bolsillo, pero con la fe de que el préstamo nos saldría en pocos días.
Y así transcurrieron las dos primeras semanas, pero el préstamo no se concretaba. Ahí se nos retiró otro socio y nos dijo: “Ustedes parecen unos bobos para arriba y para abajo con los bolsillos vacíos. Así no se logrará nada”. Nos dio tristeza, pero igual nos fortalecimos más y los 8 socios restantes seguimos luchando.
Cada mañana nos reuníamos en la misma esquina del antiguo restaurante y nos animábamos unos con otros y no renunciábamos a la idea que nos había dado la Doctora. El amor por continuar el legado de tantos años de tradición nos hacía luchar cada día más a pesar de todo lo que nos decían. Mientras yo estaba en la esquina tomando los datos de todos los clientes que llegaban, unos me decían: “Usted está loco, el restaurante ya se cerró, ¿Qué hace usted ahí todavía?”. Hasta me brindaban trabajo y me pedían el número de la chef para brindarle trabajo también. Pero todo eso era como un combustible para mí, para seguir luchando por alcanzar la meta deseada, porque yo soy una persona que me alineo a mis valores y no me dejaba llevar por la corriente del mundo. Yo estaba convencido cada día más que íbamos a lograr algo que trascendería.
Al mismo tiempo que tomaba los datos de clientes, cuidaba los carros de los negocios que estaban al lado y así me lograba ganar una plática para mi alimentación. Y en las noches pasaban personas y me regalaban para la cena y me felicitaban por mi persistencia.
Así pasaron 2 semanas más y se retiró otro socio, Miguel, y yo le dije: “¿Por qué se va a retirar? Tengamos fe, siento que ya falta poco”. Él me respondió: “Yo tengo fe, pero con solo fe no vamos a logra nada”. Y se fue. Quedamos solo 7 personas en la sociedad.
Días más tarde, en una de las reuniones que solíamos hacer, se me ocurrió una idea para obtener el canon de arrendamiento, porque las personas no aceptaban la propuesta de un contrato de prueba de 6 meses pagado por adelantado. Le dije a mis compañeros: “Vamos a comprar un negocio y así podemos condicionar al dueño diciéndole que le compramos el negocio siendo él el tomador de la casa por un año”.
Ya había pasado mes y medio y mis compañeros estaban cansados y desanimados, pero yo seguía en esa esquina llenando mi base de datos. Ya ellos casi no venían a reunirse conmigo en la esquina. Un día, pasó un señor y me dio un papel con un nombre y una dirección de alguien que estaba vendiendo un negocio. Me dirigí a la dirección a hablar con el señor para luego darle la buena noticia a mis compañeros. Me gustó mucho la ubicación, quedaba cerca al antiguo Tejaditos. Cuando llegué al lugar y entré en la casa, me dio mucha felicidad al ver el potencial que se le podía sacar y me imaginé todo lo que podía llegar a ser. Le dije al señor que si podía hablar con mis compañeros y fui y les dije: “Les tengo una buena noticia, ¡ya tengo la casa!”, y con mis 6 compañeros fuimos a negociar. Le hicimos la propuesta de que le comprábamos el negocio y lo pagábamos en 3 contados con la condición de que él fuera el tomador con sus dos fiadores por un año. Y él nos dijo: “Me siento muy feliz de ver un grupo bien animado con ganas de salir adelante. Yo estoy dispuesto a vender el negocio en $70 millones de pesos (aproximadamente unos $17 mil dólares) para que me lo paguen en tres contados”. Concretamos el acuerdo y salimos muy felices. De una vez nos fuimos a la DIAN a crear nuestro registro tributario. En esos días nos llegó el préstamo de $50 millones de pesos que tanto habíamos esperado.
En los días siguientes entregamos la primera cuota y se puso muy contento el dueño del negocio. Nos pareció un gran hombre.
El negocio estaba bien equipado para funcionar, pero nos dimos cuenta que no contaba con las instalaciones adecuadas ni los estándares de calidad que merecía nuestra clientela. La cocina y demás implementos eran muy viejos, obsoletos y no eran industriales para soportar tanto trabajo, entonces vendimos todas las cosas por chatarra para acumular unos ahorros para nuestra alimentación, ya que la mercancía que habíamos rescatado se nos estaba acabando y otra se nos estaba dañando, como la proteína. Así logramos mantenernos mientras se abría el nuevo restaurante, porque que faltaba mucho tiempo para poder iniciar operaciones.
Ya estaba corriendo el primer mes de arriendo y servicios, y nosotros sin poder vender aún, pero todo eso lo valía el gran sueño que estábamos construyendo.
La casa estaba muy deteriorada y no cumplía con las comodidades que queríamos brindar. De todas las cosas solo sirvieron: 20 taburetes que después fueron reformados, un platillero y 2 mesas de acero de cocina, de las cuales una se mandó a arreglar. En ese momento pensábamos en que esos $70 millones de pesos era bastante dinero y a la vez no era mucho, ya que lo que íbamos a lograr era materializar un gran sueño que trascendería. También, nos dimos cuenta que la casa necesitaba muchos arreglos y que, para abrir el restaurante, no era suficiente el presupuesto que contemplamos desde el principio. Entonces, le propuse a mi compañera Nieves que fuéramos a hablar con la Doctora para que nos prestara $40 millones de pesos (aproximadamente $9.900 dólares) para poder cubrir el costo total de la obra. Al llegar a su casa, ella nos recibió con unas onces de chocolate, mantecada y queso, y una gran sonrisa. Cuando yo vi su semblante, me dije: “Esta vez sí nos va a prestar el dinero”, yo me sentí muy contento. Le explicamos el motivo de nuestra visita y ella nos dijo muy sonriente: “Ahora si los veo con perfil de empresarios. ¡Me gusta la actitud! Ahora hablan diferente, con más determinación y convicción… Yo les presto el dinero con una condición: que reintegren el socio Miguel”, esto debido a que Miguel era el empleado más querido por ella. Nosotros le explicamos que Miguel se retiró por cuenta propia, pero que no teníamos problema en hablar con él. Ella se puso muy feliz y accedió a realizarnos el préstamo. Eventualmente Miguel fue reintegrado a la sociedad.
Al día siguiente, nos dirigimos a la Cámara de Comercio para formalizar nuestra sociedad conformada por 8 personas. Después llegaron los maestros de construcción que habíamos contratado. Para ahorrar costos, nosotros mismos éramos los auxiliares de construcción y los maestros nos colocaban las tareas a realizar. Yo les ayudaba hasta las 11:00 AM y después me iba para el parqueadero a seguir alimentado la base de datos. Luego regresaba a las 4:00 PM a continuar ayudando hasta las 9:00 PM.
Las expectativas iban en aumento porque ya teníamos el local y contábamos con 700 clientes potenciales en mi agenda. Así, cada día, nosotros seguíamos haciendo nuestra labor de auxiliares de construcción con mucha felicidad, porque la obra cada vez avanzaba más y el sueño de abrir nuestro restaurante iba materializándose.
En los siguientes días se nos acabó el dinero y convencimos a nuestro compañero Miguel de ir a hablar con la Doctora para nos prestara $70 millones de pesos más. Efectivamente ella nos prestó el dinero y pensamos que con ese dinero ahora si sería suficiente para terminar la obra. Seguimos felizmente avanzando, pero el dinero nuevamente comenzó a agotarse, entonces hablábamos con otras personas, clientes antiguos, para que nos prestaran dinero. Nuestro respaldo era el restaurante en construcción.
Ya habíamos comprado los implementos de la cocina, pero nos faltaba cosas del bar y de los salones, entonces un señor de muy buen corazón nos prestó una tarjeta de crédito con un cupo por $20 millones de pesos (aproximadamente $4.900 dólares) y nos permitió usarla para lo que necesitáramos. Compramos muchas cosas para el restaurante. El restaurante ya tomaba forma bonita, pero nos faltaba un material, y ese mismo señor nos sirvió como fiador para obtener un crédito de materiales por otros $20 millones de pesos para continuar con la obra.
Ya la deuda iba en $270 millones de pesos (aproximadamente $66.760 dólares), pero aún faltaba. En ocasiones nos tocó pausar la obra porque no teníamos dinero y nos poníamos muy tristes porque se pausaba nuestro sueño.
Un día la Doctora nos dio la sorpresa de enviarnos un gran almuerzo de pollo asado, que fue todo un manjar muy exquisito para nosotros, ya que en esos días solo teníamos para comer dos veces al día. Además, la poca proteína que nos quedaba ya sabía a dañado.
Luego de tres meses de esfuerzos titánicos logramos terminar la obra, pero ahora faltaba la decoración de interiores. Apareció una señora de muy buen corazón, como un ángel y nos dijo: “Me emociona verlos así tan pujantes, tan soñadores. Yo les colaboro con la decoración de interiores”, y no nos cobró nada. Nosotros le dimos dinero para que comprara lo necesario a su gusto. Entre las cosas que compró trajo unas hermosas lámparas. La señora miro las paredes y dijo: “Las paredes están muy vacías, hay que comprar unos cuadros”, pero ya no teníamos dinero, entonces ella dijo: “¿Por qué no hablamos con el dueño de la galería de al lado? Tal vez nos puedan fiar los cuadros”, y ese buen señor nos fio los cuadros por 2 años, que luego nosotros se los pagáramos con comida.
Finalmente, vimos que ya todo estaba terminado y listo para abrir. En la base de datos ya teníamos más de 1.000 contactos de clientes y pensamos en crear grupos de difusión para informarles que ya íbamos a abrir en una semana. Después de haber mandado los mensajes a todos los clientes, la alegría de la gente era inmensa, sin embargo, a solo tres días de la apertura nos dimos cuenta que nos faltaban algunas cosas necesarias, así que nuevamente empezamos a buscar dinero prestado. En esos días empezamos también a realizar los trámites legales para el funcionamiento del restaurante.
Ya nuestra deuda era de más de $310 millones de pesos (aproximadamente $76.590 dólares) y no habíamos abierto aún.
En el tercer intento de la apertura, faltando 4 días, nosotros nos dimos cuenta de que nos faltaba la materia prima, entonces empezamos a hablar con un señor de buen corazón y ese señor nos prestó $5 millones de pesos (aproximadamente $1.240 dólares) para comprar grano, especias y verduras en general. Las proteínas nos las fiaron.
Gracias a todos los ángeles que Dios puso en el camino, después de 3 meses y medio se da la apertura el domingo 7 de octubre de 2018 del Restaurante Tastyzón – Los Tejaditos, ubicado en la carrera 30 No 33-59 del barrio La Aurora de la ciudad de Bucaramanga. Ese día fue inolvidable. Fue un día de mucha satisfacción y alegría por ver nuestro sueño hecho realidad.
Nuestro restaurante empezó a funcionar muy bien. El primer año vendimos un promedio de 2 mil platos de comida mensuales. Las cosas iban muy bien hasta septiembre de 2019, cuando se dividió la sociedad en dos grupos: uno se quedaba y el otro se iba. Decidimos darles el dinero a ellos para que pudieran retirarse con una suma de dinero muy alta, casi unos $200 millones de pesos (aproximadamente $49.500 dólares), pero necesitaríamos un préstamo. Una señora, cliente del restaurante, que era como un ángel enviado de Dios, nos dijo: “Yo pongo mi casa para que respalde el préstamo”, ya que el prestamista exigía una prenda de garantía. Con ese dinero pudimos negociar la salida de los socios, quedando solo mis tres compañeros y yo como socios finales.
Una cosa me quedó muy clara desde el principio que nos dijeron muchas personas y era cambiar la mentalidad de empleado a empresario. En esos momentos yo me di cuenta que no todo el mundo está preparado para ser un emprendedor, ni mucho menos un empresario. Lo poco que habíamos abonado a la deuda anterior ahora se nos incrementaba por la nueva deuda adquirida para pagar a los socios salientes. En eso que parecía una dificultad vimos la oportunidad para ejecutar una estrategia para mejorar las ventas, y fue implementar un nuevo menú para la noche, una carta de comidas más suaves, ya que el menú de medio día era muy fuerte para la noche.
Ahora mis 3 socios y yo estábamos más motivados y claros en las estrategias que íbamos a ejecutar para mejorar las ventas del restaurante, ya que antes no se habían podido ejecutar por desacuerdo con los socios salientes. Estábamos felices y en paz, ahí nos dimos cuenta que la paz y el gozo son indispensables para crecer como emprendedor y empresario.
Las ventas habían mejorado, ya de 2.000 platos mensuales pasamos a 2.500, y eso era gracias a lo que ahora teníamos, que era mucha paz, mucha armonía para hacer todo mejor, eso se notaba en el ambiente y los clientes lo percibían, y sentíamos la bendición de Dios a cada momento.
Pasaron cinco meses y llegó otra dificultad, algo que cambiaría al mundo entero, que fue la pandemia de la COVID-19. Nosotros, al igual que la mayoría del mundo, pensábamos que eso duraría poco y cerramos unos días para restructurar muchas cosas. En esos momentos yo le dije a mis compañeros que esto nos serviría para mejorar muchas falencias, sobre todo en la logística de los domicilios, ya que las ventas a domicilio en promedio eran hasta en ese momento de apenas 60 domicilios mensuales. También, otras ideas que se les ocurrieron a mi compañera Nieves y a los demás para poder sobrevivir en la pandemia, fueron crear una línea de almuerzos gourmet a domicilio y participar en muchos eventos de comida para promocionar nuestra gastronomía. A pesar de todo eso, las ventas se bajaron entre un 60% y 70%, y eso nos tenía muy preocupados porque las deudas no paraban y los costos fijos de funcionamiento continuaban. Así pasó más de un año y veíamos que la logística de los domicilios era todo un éxito, los clientes nos felicitaban. Yo le dije a mis compañeros que cuando toda esta situación de la pandemia finalizara habríamos logrado un gran éxito, que es el aumento de las ventas de nuestra comida a domicilio, entre muchas cosas más.
Luego de casi un año y medio, nos llegó una situación inesperada, que fue la muerte de nuestro querido compañero y socio Miguel el día 24 de junio de 2021 por causa del COVID-19. Eso nos desanimó bastante, ya que él era como un hermano para todos. Después de la muerte de Miguel nosotros permanecíamos muy unidos como siempre, como una familia. No pudimos cerrar sino un día para acompañarlo en su sepelio debido a que la obligación de nosotros no nos permitía tener el restaurante cerrado mucho tiempo.
Una noche yo estaba en mi cama muy triste y pensativo porque las deudas habían incrementado mucho por la pandemia y dije: “Tenemos que hacer algo para incrementar las ventas y salvar al restaurante de la quiebra”. Entonces decidí proponerles a mis socios una idea que le había comentado a mi compañero y socio Miguel en vida, pero él nunca estuvo de acuerdo. Dije: “Dios mío, ponga en el camino las personas adecuadas para darle forma a estas ideas”. Fue así como al día siguiente nos reunimos y les dije: “Tengo la solución para salvar nuestro restaurante: vamos a hacerle saber a todo el mundo cómo fue el proceso para crear nuestro restaurante, cuál es la situación actual y que requerimos que nos apoyen visitándonos con sus familias, disfrutando nuestros deliciosos platos”. A mis compañeras les gustó la idea y estuvieron de acuerdo.
Desde ese día empezaron a llegar muchas personas de buen corazón a darle forma a nuestras ideas. Semanas después empezamos a ver los resultados al mismo tiempo que el gobierno dio la orden para la apertura de los restaurantes y poder tener la atención presencial para todos nuestros clientes. Todo mejoró bastante cuando la gente supo que esto era un gran sueño que habíamos construido nosotros los empleados con mucho esfuerzo y sacrificio, y la gente se sentía identificada con nosotros y empezaron a apoyarnos visitando el restaurante día tras día.
Ahí fue cuando vi uno de los tantos regalos que nos dejó la pandemia, y fue la gran demanda en la venta de comidas a domicilio. De 60 domicilios al mes pasamos a más de 400. Estamos muy agradecidos con las personas que nos han ayudado de una u otra manera: los clientes, el periodismo local y nacional, y todas las personas en general que han sido enviadas como ángeles de Dios.
Seguimos soñando, pero con compromiso, para poder seguir creciendo por todo nuestro país y llevar nuestro modelo de empresa pensado en el crecimiento personal y profesional de nuestro equipo de trabajadores, y así hacerles sentir orgullosas y correspondidas a las miles de personas de buen corazón que nos ayudaron a construir este gran sueño llamado Tastyzon – Los Tejaditos, y que nuestros clientes son la razón de nuestra inspiración para mejorar cada día.
Actualmente, me dedico a varias funciones en el restaurante Tastyzón: soy administrador, mesero y también recibidor de los clientes que llegan a degustar nuestros platos.
Actualmente, nosotros vendemos más de 4.000 platos de comidas al mes, y los domicilios de igual manera han aumentado contantemente. Generamos 15 empleos directos y 10 indirectos. La sociedad la conforman 4 personas, que son: Nieves Villabona Ochoa, Cheff y Gerente; Olga Lucía Larrota, Auxiliar contable, Auxiliar de Caja y Auxiliar de Cocina; Luz Esperanza Jurado, encargada de teléfonos y redes sociales; y Gilberto Sanabria Márquez, Administrador, Recibidor de Clientes, Mesero y cuidador de carros en las noches. Entre mis compañeras Nieves Villabona y Olga Larrota, y yo, estamos al frente del restaurante.
Lo más satisfactorio de este proceso ha sido poder materializar las ideas que aprendí en mi antiguo trabajo para darle una mejor experiencia a todos nuestros clientes, como tener mejores instalaciones con aire acondicionado, mejor presentación en las bebidas, un servicio más personalizado, mejores tiempos de preparación de los platos a servir en la mesa y muchas cosas más para la satisfacción de nuestros clientes.
De igual manera, nos enorgullece darle la oportunidad a nuestro equipo de trabajo de crecer en todas las áreas, tanto a nivel personal como profesional. La idea es que ellos vivan una experiencia agradable cada día en nuestro restaurante, ya que ellos son la mejor materia prima, el talento humano, y sin ellos no podríamos estar donde estamos actualmente.
Para todas aquellas personas que quieren emprender quiero decirles que el activo más importante es lo que está en nuestra mente, nuestros sueños, pero esto debe ir acompañado de mucho compromiso, disciplina, constancia, persistencia y buenos hábitos, para poder materializar esos sueños. Que el miedo al fracaso no les impida emprender y lograr sus sueños de ser empresarios. Y no evite los obstáculos, porque ellos son los que le ayudan a crecer y mejorar en su camino hacia el éxito. Al crear su emprendimiento, éste debe ir enfocado en inspirar y ayudar a los demás, porque cuando buscamos el bien de los demás eso mismo atraemos hacia nosotros. Y recuerden que la felicidad que no añade tristeza es la que está llena de gratitud y de generosidad. Quien sabe hacer algo y se esmera por hacerlo mejor que otros, logra triunfar en la vida.
Gracias por leer y conocer mi historia. ¡Te deseo mucho éxito!
Acerca del autor: Este artículo fue escrito por Gilberto Sanabria Márquez. Socio y gerente del restaurante Tastyzon – Los Tejaditos.