En la sociedad actual, en general, se relaciona el liderazgo con los altos mandos de una determinada empresa. Sin embargo, en una organización existen multiplicidad tanto de liderazgos como de anti-liderazgos que nada tienen que ver con la alta dirección.
Al escuchar la palabra “Líder”, se nos viene a la mente una persona con unas capacidades extraordinarias y que han llevado a cabo numerosos méritos para haber tomado ese papel. No obstante, a pesar de la creencia popular, cualquier persona dentro de una empresa puede convertirse en un verdadero líder. Para ello, únicamente debe contar con algunas capacidades innatas, entre las cuales prima la coherencia.
Coherencia es una palabra latina, coherentia, que se refiere a la cohesión o a la relación entre una cosa y otra. ¿Cómo podemos aplicar esta definición a la figura de un líder? En primer lugar, este debe ser totalmente coherente entre lo que exige a su equipo de trabajo y lo que aporta él al mismo; En segundo lugar, el líder debe actuar en consecuencia a lo que piensa y asumir las consecuencias derivadas de ello.
¿Por qué la coherencia como valor fundamental para interpretar el papel de líder? Esta capacidad tiene el poder de consolidar y afianzar un equipo de trabajo, de tal manera que todos los integrantes del mismo se sientan a gusto en él. De esta manera, se genera una relación a largo plazo sólida, en la que prevalece la confianza.
Con todo ello, se logra que la motivación de los integrantes del equipo aumente y, con ello, su implicación con los proyectos de la empresa. Como consecuencia directa, la productividad se ve incrementada, lo cual supone un gran beneficio para la propia organización.
En definitiva, “Lider es la persona a quien los demás recuren en busca de convicción y claridad para actuar”