Ya todos sabemos que hay momentos en los que el nivel de tolerancia hacia una situación específica llega hasta sus niveles más altos y cuando la situación se vuelve insoportable (al menos para ti), es entonces cuando decides dejarlo de lado y renunciar.
Todos hemos renunciado a algo alguna vez en la vida: a la dieta, a seguir estudiando, a emprender, a una relación de pareja… y está bien, no hay por qué sentirse mal por lo que ya ha pasado.
No obstante cuando renuncias a vivir de acuerdo a como a ti te gustaría, con quien a ti te gustaría, viajar a donde a ti te gustaría, tener el tipo de cuerpo que a ti te gustaría… entonces es cuando se cambia el sentido a una vida de pesimismo y de lamentos y sinceramente, eso no creo que es lo que te gustaría para ti.
Justo cuando llegues a ese nivel de tolerancia máximo hacia una situación en particular, pregúntate:
¿Por qué decidí comenzar esto en primer lugar?, ¿Cómo me sentiré una vez que lo logre?, ¿Vale la pena calmarme y seguir adelante con tal de lograr mi meta?
En la mayoría de los casos la respuesta a estas preguntas será un “sí” rotundo si logras eso, entonces: ¡no renuncies!
Lo que tienes por ahora es frustración temporal y como tal, pasará en poco tiempo. Intenta ver las cosas desde otro punto de vista: Si tú fueras ya la persona que ha logrado el objetivo que se propuso, ¿cómo vería la situación presente y cómo se sentiría hacia ella?
Verás que la respuesta te sorprenderá… ¡No renuncies!, tu ejemplo dará una luz a este mundo y eso es lo que necesitamos de ti.
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