Steve Jobs, un emprendedor exitoso y revolucionario que logró cambiar al mundo a través de Apple, la empresa que fue su vida.
Existen diversas anécdotas e historias acerca de la vida de Steve Jobs; algunas de ellas bastante conocidas que se han convertido en inspiración para millones de personas, pero también hay otras no tan conocidas que contienen momentos clave de la vida de este emprendedor.
Estas son trece de esas historias de Steve Jobs que probablemente no conocías y que seguro te resultarán interesantes…
1. Elegido. Especial.
Estos conceptos formaron parte de la identidad de Jobs y de la forma en que se veía a sí mismo, pues era hijo biológico de Abdulfattah Jandali, un inmigrante sirio musulmán, y Joanne Carole Schieble, una estadounidense de ascendencia suiza y alemana; ambos tenían 23 años cuando descubrieron que la joven estaba embarazada, pero decidieron no casarse, así que, a principios de 1955, recurrió a un médico que acogía a madres solteras, las asistía en el parto y concertaba discretamente adopciones privadas. Joanne puso una única condición: su bebé debía ser adoptado por licenciados universitarios, así que el médico dispuso que fuera a vivir con un abogado y su esposa. Sin embargo, cuando nació un chico el 24 de febrero de 1955, la pareja elegida decidió que querían una niña y se echaron atrás. Así fue como el pequeño no llegó a ser el hijo de un abogado, sino de un apasionado de la mecánica que no había acabado el instituto y de su esposa, que trabajaba como contable. Paul y Clara Jobs, bautizaron a su hijo con el nombre de Steven Paul Jobs.
2. Su padre le transmitió Principios de diseño, negociante y su primer contacto con la electrónica a través de los autos.
Paul Jobs trató de transmitirle a su hijo su amor por la mecánica y los coches. Pero no le apasionaba arreglar coches, una lección que le dejó profundamente grabada. Según su padre, era importante darles un buen acabado a las partes traseras de los armarios y las vallas, aunque fueran a quedar ocultas. Lección que lo marcaría de por vida, pues en los diseños del Apple II rechazó los circuitos por que no estaban lo suficientemente alineados.
Los fines de semana iban al depósito de chatarra. Recordaba ver cómo su padre negociaba ante el mostrador.
«Se le daba bien regatear, porque sabía mejor que los dependientes del depósito lo que debían de costar aquellas piezas.»
Cabe mencionar que Jobs tenía fama de ser un duro negociador.
3. Jobs fue al Instituto Homestead en Cupertino (California), en la zona de Silicon Valley.
El curso de electrónica impartido por John McCollum atraía el interés de los alumnos por los trucos que usaba y por su pequeño almacén lleno de piezas. Cuando aún era alumno de la clase de McCollum, Jobs entabló amistad con un joven que había acabado el instituto y que era el claro favorito del profesor y una leyenda en el instituto por su destreza en clase. Stephen Gary Wozniak, cuyo hermano menor había sido compañero de Jobs en el equipo de natación, tenía casi cinco años más que él y sabía mucho más sobre electrónica. Sin embargo, tanto a nivel emocional como social, seguía siendo un chico inadaptado de instituto obsesionado con la tecnología.
Llegó a la universidad EL REED COLLEGE a finales de 1972. Se aburrió rápidamente de la universidad. Se sorprendió al descubrir que, a pesar de todo el ambiente hippy que se respiraba, las exigencias de los cursos eran altas: Jobs se negó a asistir a las materias en las que estaba matriculado, y en vez de eso se presentó a las que él quería. También comenzó a sentirse culpable por gastar tanto dinero de sus padres en una educación que, a su modo de ver, no merecía la pena.
«En cuanto abandoné los estudios, pude dejar de ir a las asignaturas obligatorias que no me gustaban y empezar a pasarme por aquellas que parecían interesantes.»
Entre ellas se encontraba una clase de caligrafía que le atraía porque había advertido que la mayoría de los carteles del campus tenían unos diseños muy atractivos.
«Allí aprendí lo que eran los tipos de letra con y sin serifa, cómo variar el espacio que queda entre diferentes combinaciones de letras y qué es lo que distingue una buena tipografía. Era un estudio hermoso, histórico y de una sutileza artística que la ciencia no puede aprehender, y me pareció fascinante.»
Fue uno de los primeros en promover interfaces gráficas de usuario sencillas de utilizar. En ese sentido, el curso de caligrafía resultó ser icónico.
«De no haber asistido a esa clase de la universidad, el sistema operativo Mac nunca habría tenido múltiples tipos de letra o fuentes con espaciado proporcional. Y como Windows se limitó a copiar el Mac, es probable que ningún ordenador personal los tuviera.»
4. Una experiencia Zen.
En su juventud, Jobs hizo un retiro espiritual en la India que le llevó a adoptar el budismo. Pero el maestro con el que Jobs entabló una amistad en Estados Unidos era un budista Zen, una tradición arraigada en Japón. El genio fundador de Apple mantuvo una amistad de décadas con un maestro de budismo Zen, lo que se reflejó en su vida. Sus creaciones elogian su capacidad para simplificar el complicado mundo de la alta tecnología. Los productos que lo hicieron famoso, desde la Macintosh hasta el iPad, ejemplifican el minimalismo y la simplicidad de uso, lo que algunos llamarían una experiencia Zen.
5. EL NACIMIENTO DE APPLE.
Steve Jobs no compartía la idea de que las creaciones de Wozniak debieran ser gratuitas. Le convenció de dejar de regalar copias de sus esquemas. Jobs sostenía que, en cualquier caso, la mayoría de la gente no tenía tiempo para construir los diseños por su cuenta.
«¿Por qué no construimos placas base ya montadas y se las vendemos?»
Como él mismo relata:
«Me emocionaba pensar en nosotros en esos términos, en el hecho de ser el mejor amigo del otro y crear una empresa. ¡Vaya! Me convenció al instante.» -Wozniak
Para recaudar el dinero que necesitaban, Wozniak puso a la venta su calculadora HP 65 por $500 dólares, aunque el comprador acabó regateando hasta la mitad de aquel precio. Jobs, por su parte, vendió la furgoneta Volkswagen por $1.500 dólares. Y, tras añadir sus propios y magros ahorros, ahora contaban con cerca de $1.300 dólares de capital contante y sonante, el diseño de un producto y un plan. Iban a crear su propia compañía de ordenadores.
Ahora que habían decidido crear una empresa, necesitaban un nombre. Jobs había vuelto a la All One Farm, donde podó los manzanos de la variedad Gravenstein, y Wozniak fue a recogerlo al aeropuerto. Durante el camino de regreso, estuvieron barajando varias opciones. Consideraron algunas palabras típicas del mundo tecnológico, como «Matrix», algunos neologismos, como «Executek», y algunos nombres que eran directamente aburridísimos, como «Personal Computers Inc.». La fecha límite para la decisión era el día siguiente, momento en el que Jobs quería comenzar a tramitar el papeleo. Al final, Jobs propuso «Apple Computer». Esto debido a que él estaba siguiendo una de sus dietas de fruta y acababa de volver del huerto de manzanos. Le dijo a Wozniak que si no se les ocurría un nombre mejor antes del día siguiente por la tarde, se quedarían con «Apple». Y eso hicieron.
6. Ron Wayne.
El 1 de abril de 1976, Jobs y Wozniak acudieron al apartamento de Wayne, en Mountain View, para redactar los estatutos de la empresa. Wayne aseguró tener alguna experiencia con la documentación legal, así que redactó el texto de tres páginas él mismo. Su dominio de la jerga legal acabó por inundarlo todo. Los párrafos comenzaban con florituras varias: «Hácese notar en el presente escrito… Conste además en el documento presente… Ahora el precitado [sic], teniendo en consideración las respectivas asignaciones de los intereses habidos…» Sin embargo, la división de las participaciones y de los beneficios estaba clara (45, 45, 10 %), y quedó estipulado que cualquier gasto por encima de los $100 dólares requeriría el acuerdo de al menos dos de los socios. Además, se definieron las responsabilidades de cada uno.
«Wozniak debía asumir la responsabilidad principal y general del departamento de ingeniería electrónica; Jobs asumiría la responsabilidad general del departamento de ingeniería electrónica y el de marketing, y Wayne asumiría la responsabilidad principal del departamento de ingeniería mecánica y documentación.»
Jobs firmó con letra minúscula, Wozniak con una cuidadosa cursiva y Wayne con un garabato ilegible.
Mientras Jobs comenzaba a planear cómo pedir préstamos e invertir más dinero, recordó el fracaso de su propia empresa. No quería pasar de nuevo por todo aquello. Jobs y Wozniak no tenían bienes muebles, pero Wayne guardaba el dinero bajo el colchón. Al haber constituido Apple como una sociedad comercial simple y no como una corporación, los socios eran personalmente responsables de las deudas contraídas, y Wayne temía que los potenciales acreedores fueran tras él. Así, once días más tarde regresó a la oficina de la administración del condado de Santa Clara con una «declaración de retiro» y una enmienda al acuerdo de la sociedad.
«En virtud de una reevaluación de los términos acordados por y entre todas las partes —comenzaba—, Wayne dejará por la presente declaración de participar en calidad de “Socio”.»
El escrito señalaba que, en pago por su 10% de la compañía, recibiría $800 dólares, y poco después otros $1.500.
Si se hubiera quedado y mantenido su participación del 10%, a finales del año 2010 habría contado con una cantidad de aproximadamente $2.600 millones de dólares. En lugar de ello, en ese momento vivía solo en una pequeña casa de la población de Pahrump, en Nevada, donde vivía gracias a los cheques de la seguridad social. Afirma que no lamenta sus actos.
«Tomé la mejor decisión para mí en aquel momento. Los dos eran un auténtico torbellino, y sabía que mi estómago no estaba listo para aquella aventura.»
7. Su salida de Apple.
A finales de 1982, Jobs todavía era un poco inmaduro y brusco para ser el presidente de Apple, así que se pusieron a buscar a alguien de fuera. El mago del marketing más de moda en aquel a época, John Sculley, presidente de la división de Pepsi-Cola propiedad de la PepsiCo, cuya campaña «El desafío Pepsi» había resultado todo un éxito publicitario.
El propio Sculley narró aquel momento de máxima intensidad:
«Steve agachó la cabeza y se miró los pies. Tras una pausa pesada e incómoda, planteó una pregunta que me atormentó durante días: “¿Quieres pasarte el resto de tu vida vendiendo agua azucarada o quieres una oportunidad para cambiar el mundo?”»
Sculley No tenía más remedio que acceder.
Pronto las diferencias entre sculley y Jobs se hicieron cada vez mas intensas. Viernes, 24 de mayo de 1985: Sculley tuvo uno de tantos enfrentamientos con Jobs en la reunión de directivos de Apple. Anunció que iba a prescindir del orden del día para tratar del asunto que ocupaba la mente de todos.
«Se me ha hecho saber que te gustaría expulsarme de la compañía —afirmó, mirando directamente a Jobs—. Me gustaría preguntarte si es eso cierto.»
Jobs no esperaba aquello, pero nunca le dio vergüenza hacer uso de una brutal honestidad. Los ojos se le entrecerraron y, sin pestañear, fijó su mirada en Sculley.
«Creo que eres malo para Apple, y creo que eres la persona equivocada para dirigir la compañía —replicó calmado y con un tono cortante—. Creo que deberías abandonar esta empresa. No sabes cómo manejarla y nunca lo has sabido.»
Acusó a Sculley de no comprender el proceso de desarrollo de los productos, y a continuación añadió un ataque centrado en sí mismo.
«Te quería aquí para que me ayudaras a crecer y has resultado inútil a la hora de ayudarme.»
Mientras el resto de la sala aguardaba inmóvil, Sculley acabó por perder los estribos. Un tartamudeo de infancia que no había sufrido durante veinte años comenzó a reaparecer. «No confío en ti, y no toleraré la falta de confianza», balbuceó.
Cuando Jobs aseguró que él sería un mejor consejero delegado de Apple que Sculley, este optó por jugarse el todo por el todo. Decidió realizar una encuesta al respecto entre los ahí presentes.
«Recurrió a una maniobra muy inteligente — recordaría Jobs, aún resentido por aquello, treinta y cinco años más tarde—. Estábamos en la reunión de ejecutivos y él preguntó: “Steve o yo, ¿Por quién votan?”. Lo planteó de tal forma que solo un idiota hubiera votado por mí.»
Entonces, los inmóviles espectadores comenzaron a revolverse. El primero en intervenir fue Del Yocam. Aseguró que adoraba a Jobs, que quería que siguiera desempeñando alguna función en la empresa, pero reunió el valor para concluir, ante la mirada impasible de Jobs, que «respetaba» a Sculley y que lo apoyaba como director de la compañía. Eisenstat se encaró directamente con Jobs y dijo algo muy parecido: le gustaba Jobs pero su apoyo era para Sculley. Regis McKenna, que se sentaba junto a los directivos en calidad de consultor externo, fue más directo. Miró a Jobs y le dijo que todavía no estaba listo para dirigir la empresa, algo que ya le había comentado en otras ocasiones. Otros miembros del consejo también se pusieron de parte de Sculley. Para Bil Campbel aquello resultó especialmente duro. Le había cogido cariño a Jobs, y Sculley no le caía especialmente bien. La voz le tembló un poco mientras le aseguraba a Jobs lo mucho que lo apreciaba. A pesar de que había decidido respaldar a Sculley, les rogó a ambos que buscaran una solución y encontraran un puesto que Jobs pudiera desempeñar en la compañía. «No puedes dejar que Steve se marche de esta empresa», le dijo a Sculley.
Jobs parecía destrozado. «Supongo que ahora ya sé cuál es la situación», dijo. Y entonces salió corriendo de la sala. Nadie lo siguió. Regresó a su despacho, reunió a sus antiguos partidarios del equipo del Macintosh y se echó a llorar. Les comunicó que iba a tener que irse de Apple.
Steve Jobs fue obligado a retirarse de Apple en 1985, la empresa que co-fundó con Wozniak
8. Creación de NeXT.
Poco después de aquella humillación, Jobs funda NeXT: la empresa que gestó algunas de las mejores ideas en la historia de la computación personal. Despreciado por el amor de su vida (Apple), Jobs casi por despecho, funda una empresa de tecnología más arriesgada que el promedio. NeXT fue una suerte de laboratorio de ideas para mejorar la experiencia del usuario; en principio con el hardware, aunque en mi opinión sus logros mayores llegaron con el software. Veamos uno a uno. Había decidido fundar una nueva empresa. Era joven y rico, y tenía que encontrar algo que hacer el resto de su vida.
9. Pixar.
En el verano de 1985, durante la época en que Jobs estaba perdiendo el control sobre Apple, fue a dar un paseo con Alan Kay, que le sugirió que fueran a visitar a un amigo suyo, Edwin Catmull, que dirigía el departamento de informática en los estudios cinematográficos de George Lucas. El departamento de informática de Lucasfilm se componía de dos elementos fundamentales: por una parte, estaban desarrollando un ordenador a medida que podía digitalizar las secuencias rodadas e integrar en ellas novedosos efectos especiales, y también contaban con un grupo de animadores informáticos preparando cortometrajes.
«Quería comprarla porque estaba muy interesado en los gráficos por ordenador —recordó Jobs posteriormente—. Cuando vi a los informáticos de Lucasfilm, me di cuenta de que estaban muy avanzados en su mezcla de arte y tecnología, algo que siempre me ha llamado la atención.»
Jobs sabía que los ordenadores lograrían en pocos años volverse cien veces más potentes, y creía que aquello podría permitir enormes avances en el campo de la animación, con gráficos realistas en tres dimensiones.
Las finanzas de Lucas no estaban en su mejor momento. Tres años antes, se había divorciado; además, las licencias de Star Wars habían sufrido una caída tras el estreno de The Return of the Jedi. Entonces llegó una oferta tentadora a la mesa del cineasta. $5 millones de dólares a cambio de Graphics Group, una división de la área informática de Lucasfilm. George Lucas cerró la venta y Graphics Group se convirtió en una pequeña compañía independiente, con un capital de otros $5 millones. El comprador: Steve Jobs. Había nacido Pixar.
Hoy en día, el nombre de Pixar nos remite inmediatamente a la animación. Sin embargo, en 1986, la empresa se dedicaba a un rubro diferente: la venta de hardware de cómputo de gama alta. Uno de sus clientes era Disney Studios, quienes adquirían la Pixar Image Computer como ordenador para acelerar el proceso de coloreado en sus animaciones en 2D. A pesar de que el equipo tenía como compradores a los estudios, su producto nunca tuvo éxito en ventas. Por fortuna, la afirmativa de Disney para distribuir Toy Story en las Navidades de 1995 salvaron a la empresa.
Pixar y Disney se percataron que requerían una de la otra: no era una cuestión de avance tecnológico contra contenido, sino de sinergia para la creación de productos innovadores. En 2006, Disney adquirió a Pixar por $7.400 millones de dólares, convirtiendo a Jobs en el mayor accionista de los estudios con un 7% de las acciones.
10. El regreso a Apple.
El 2 de diciembre de 1996, Steve Jobs puso un pie en los terrenos de Apple en Cupertino por primera vez desde su destitución, once años atrás. para tratar de vender NeXT. Jobs Sugirió que Apple comprase las acciones de NeXT a $12 dólares. Aquello suponía un total de unos $500 millones de dólares. Amelio dijo que era demasiado y propuso un precio de $10 dólares por acción, lo que representaba algo más de $400 millones de dólares. NeXT contaba con un producto real, con ingresos reales y con un gran equipo. No obstante, Jobs quedó agradablemente sorprendido con la contraoferta y aceptó de inmediato. Al final, llegaron a un consenso: Jobs recibiría $120 millones de dólares en efectivo y $37 millones en acciones.
El plan de Jobs, que ejercía como director ejecutivo de NeXT, era volver a ser parte de la junta directiva de Apple al concretarse la transacción, así sería solo cuestión de tiempo para que los demás miembros reconocieran que él era la persona adecuada para dirigir la empresa y terminarían nombrándolo para el puesto de CEO. Al final todo salió tal cual como lo había planeado.
11. UN HOMENAJE A LOS LOCOS.
Apple había perdido su chispa, así que, tras su regreso a Apple, Jobs le realiza una llamada a Lee Clow, el director creativo de Chiat/Day.
«Tenemos que demostrar que Apple sigue viva —dijo Jobs — y que todavía representa unos valores especiales.»
Su equipo y él presentaron una idea brillante, «Piensa diferente», diez veces mejor que cualquier otra cosa que hubieran propuesto las demás agencias. Jobs y Clow estaban de acuerdo en que Apple era una de las marcas más importantes del mundo —probablemente una de las cinco con mayor atractivo emocional del planeta—, pero necesitaba recordarles a sus usuarios qué era lo que la distinguía de las demás. Así pues, planearon una campaña de imagen de marca, no un conjunto de anuncios de diferentes productos. No estaba diseñada para exaltar todo lo que podían hacer los ordenadores, sino lo que la gente creativa podía lograr con ellos.
«No estábamos hablando sobre la velocidad de los procesadores o la memoria —recordaba Jobs—, sino sobre la creatividad.»
No solo estaba dirigida a los clientes potenciales, sino también a los propios empleados de Apple.
«Aquí, en Apple, habíamos olvidado quiénes éramos. Una forma de recordar quién eres pasa por recordar quiénes son tus ídolos. Ese fue el origen de la campaña.»
Clow y su equipo probaron con varios enfoques, todos ellos un elogio a los «locos» que «piensan diferente. Decidieron que necesitaban escribir su propio texto, y comenzaron a trabajar en un borrador que comenzaba: «Este es un homenaje a los locos…» Jobs se mostraba tan exigente como siempre. Cuando el equipo de Clow se presentó con una versión del texto, pero a Jobs no le gusto, decidió trabajar con el equipo de Clow para crear un texto poético que le gustara. En su versión original, de sesenta segundos, decía:
«Este es un homenaje a los locos. A los inadaptados. A los rebeldes. A los alborotadores. A las fichas redondas en los huecos cuadrados. A los que ven las cosas de forma diferente. A ellos no les gustan las reglas, y no sienten ningún respeto por el estatus. Puedes citarlos, discrepar de ellos, glorificarlos o vilipendiarlos. Casi lo único que no puedes hacer es ignorarlos. Porque ellos cambian las cosas. Son los que hacen avanzar al género humano. Y aunque algunos los vean como a locos, nosotros vemos su genio. Porque las personas que están lo suficientemente locas como para pensar que pueden cambiar el mundo… son quienes lo cambian. Piensa diferente.»
12. REVISIÓN DE LA LÍNEA DE PRODUCTOS.
Una de las mayores virtudes de Jobs era que sabía cómo concentrarse. Decidir qué es lo que no se debe hacer es tan importante como decidir qué se debe hacer. Esto es válido para las empresas y es válido para los productos. Jobs se puso manos a la obra y aplicó sus principios sobre concentración en cuanto regreso a Apple. Apple contaba con una docena de versiones del Macintosh, cada uno con un número confuso y diferente que iba desde el 1400 hasta el 9600.
«Estuve tres semanas pidiéndole a la gente que me lo explicara —comentó Jobs— y no lograba comprenderlo.»
Al final comenzó a plantear preguntas sencillas, como: «¿Cuáles les digo a mis amigos que se compren?». Cuando no lograba obtener respuestas sencillas, se ponía a suprimir modelos y productos. Al poco tiempo había acabado con el 70% de ellos.
«Ustedes son gente brillante —le dijo a un equipo—. No deberían estar perdiendo el tiempo con esta porquería de productos.»
Aquellas tácticas de recortes y cancelaciones, tuvo como resultado una serie de despidos masivos. Sin embargo, Jobs afirmó después que los buenos trabajadores, incluidos algunos cuyos proyectos se habían suspendido, le estaban agradecidos.
«El equipo de ingenieros está completamente entusiasmado —anunció durante una reunión de personal en septiembre de 1997—. Salía de una reunión con gente cuyos productos acababan de ser cancelados y estaban que no cabían en sí de gozo porque por fin habían comprendido qué dirección estábamos tomando.»
Tras unas cuantas semanas, Jobs había tenido suficiente. «¡Ya basta! —gritó durante una sesión en la que se planificaba la estrategia comercial de un gran producto —. Esto es una locura». Cogió un rotulador, se acercó a una pizarra y dibujó una línea horizontal y otra vertical para formar un gráfico con cuatro cuadrantes. «Aquí está lo que necesitamos», prosiguió. Sobre las dos columnas escribió «Consumidor» y «Profesional». Etiquetó las dos filas con «Escritorio» y «Portátil». Su trabajo, anunció, consistía en crear cuatro grandes productos, uno para cada cuadrante. En la sala reinó un silencio sepulcral. También, se produjo un silencio de asombro cuando Jobs presentó el plan en la reunión de septiembre del consejo de administración de Apple. El resultado fue que los ingenieros y directores de Apple de pronto se centraron con gran intensidad en solamente cuatro áreas. Para el cuadrante de los ordenadores de escritorio destinados a profesionales, iban a crear el Power Macintosh G3. En el de portátiles para profesionales desarrollaron el PowerBook G3. Con respecto al ordenador de escritorio para consumidores generales, se pusieron a trabajar en lo que después se convertiría en el iMac, y para la versión portátil destinada a ese mismo público, se centraron en lo que después fue el iBook.
Una de las primeras cosas que hizo Jobs durante el proceso de revisión de los productos fue prohibir los PowerPoints.
«Detesto que la gente recurra a las presentaciones de diapositivas en lugar de pensar —recordaba Jobs—. La gente se enfrentaba a los problemas creando una presentación. Yo quería que se comprometieran, que discutieran los temas sentados a una mesa, en lugar de mostrarme un puñado de diapositivas. La gente que sabe de lo que está hablando no necesita PowerPoint.»
13. LA CEREMONIA DE GRADUACIÓN DE STANFORD.
Jobs mantuvo en secreto su constante batalla contra el cáncer —le dijo a todo el mundo que se había «curado»— resultó más asombroso fue su decisión de hablar en público y de forma muy personal sobre su salud. Aunque rara vez impartía charlas fuera de las presentaciones de sus productos, aceptó la invitación de Stanford de pronunciar el discurso de la ceremonia de graduación de junio de 2005. Su humor se había vuelto meditabundo tras el diagnóstico de la enfermedad y tras cumplir los 50 años. Jobs recurrió al brillante guionista Aaron para que lo ayudara con su discurso. Sorkin accedió a colaborar, y él le envió algunas ideas.
«Eso ocurrió en febrero y no recibí respuesta, así que volví a contactar con él en abril y me contestó: “Ah, sí”, así que le mandé algunas ideas más —relató Jobs—. Llegué a hablar con él por teléfono, y él seguía diciéndome que sí, pero al final llegó el principio de junio y no me había enviado nada.»
A Jobs le entró el pánico. Él siempre había redactado sus propias presentaciones, pero nunca había pronunciado un discurso de graduación. Una noche se sentó y escribió el texto él solo, sin más ayuda que la de su esposa, a la que le iba presentando sus ideas. Como resultado, aquel discurso acabó siendo una disertación muy íntima y sencilla, con el tono personal y sin adornos propio de uno de los productos perfectos de Steve Jobs. la mejor forma de comenzar un discurso era la frase: «Déjenme contarles una historia».
Nadie quiere escuchar un sermón, pero a todo el mundo le encantan los cuentos, y ese es el enfoque que eligió Jobs.
«Hoy quiero contarles tres historias de mi vida —comenzó—. Eso es todo, no es nada del otro mundo, solo tres historias.»
La primera trata sobre cómo abandonó los estudios en el Reed College.
«Pude dejar de asistir a las clases que no me interesaban y comencé a pasarme por aquel as que parecían mucho más atractivas.»
La segunda historia relataba cómo el haber sido despedido de Apple había acabado por resultar algo bueno para él.
«La pesada carga de haber tenido éxito se vio sustituida por la ligereza de ser de nuevo un principiante, de estar menos seguro acerca de todo». Los estudiantes prestaron una atención poco habitual, a pesar de un avión que sobrevolaba el terreno con una pancarta en la que se les pedía que «reciclaran toda su chatarra electrónica.»
Sin embargo, fue la tercera historia la que los mantuvo completamente cautivados. Era la que trataba sobre el diagnóstico del cáncer y la mayor conciencia que aquel o había traído consigo.
«Recordar que pronto estaré muerto es la herramienta más importante que he encontrado nunca para tomar las grandes decisiones de mi vida, porque casi todo —todas las expectativas externas, todo el orgullo, todo el miedo a la vergüenza o al fracaso— desaparece al enfrentarlo a la muerte, y solo queda lo que es realmente importante. Recordar que vas a morir es la mejor manera que conozco de evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estás desnudo. No hay motivo para no seguir los dictados del corazón.»
El ingenioso minimalismo del discurso le otorgaba sencillez, pureza y encanto. Puedes buscar donde quieras, en antologías o en YouTube, y no encontrarás un discurso de graduación mejor que el de Steve Jobs. Puede que otros fueran más importantes, como el de George Marshal en Harvard en 1947, en el que anunció un plan para reconstruir Europa, pero ninguno ha sido más elegante.
¿Cómo cambió el mundo Steve Jobs?
En este video puedes conocer más acerca de Steve Jobs y cuáles fueron las innovaciones más importantes que lideró como fundador y CEO de Apple. ¡Dale Play!